Todo aquello que no se comprende puede, a priori, causar ciertas reticencias. Y quizás sea por esto que desde hace años circula por internet una amigable imagen de una galleta de jengibre que ilustra de manera sencilla qué es el género. Esta herramienta didáctica, popularizada por el activista Sam Killermann, propone descomponer este concepto en pequeños bocaditos para que sean más digeribles. Se trata, por lo tanto, de un recurso con el que entender las diferencias entre identidad de género, expresión de género, orientación sexual (o atracción) y sexo biológico.

«El género, como la película Origen (Inception), es una de esas cosas que todo el mundo cree que entiende, pero no», bromea Killermann en la presentación de la última versión del conocido como Genderbread Person. En esta se parte de la premisa de que no existe una manera errónea de entender la propia identidad y que, de hecho, cada categoría cuenta con un amplio espectro en el que encajan una infinidad de posibilidades. Todas las etiquetas referentes al género son independientes las unas de las otras y pueden ir cambiando con el tiempo. Es decir, ni la orientación sexual de las personas determina su expresión de género, ni su expresión de género o identidad de género están determinadas por su sexo biológico.

Y es que en el fondo, la idea es que nuestra comprensión del género no es ni más ni menos que una construcción social. Actuar como un hombre o una mujer, tener un estilo masculino o femenino dependerá de cómo cada contexto haya interpretado estas ideas. Y, debido a ello, no hay concepto que sea blanco o negro sino que todo puede entenderse a través de un prisma de colores. Incluso la misma galleta de jengibre, que ahora mismo ya va por su cuarta versión, está dispuesta a descomponerse y volverse a ensamblar en función a cómo evolucione nuestra comprensión de la identidad de género. El objetivo, crear un marco inclusivo en el que todos se puedan reflejar.

La galleta de jengibre sitúa la identidad de género en la cabeza. Este concepto describe la percepción subjetiva que un individuo tiene sobre sí mismo en cuanto a su propio género. Es decir, si uno se identifica (o no) con los roles de hombre o mujer. Pero fuera de estas categorías existe todo un espectro de identidades de género. Es el caso, por ejemplo, de las personas genderqueer o no binarias, que no se identifican con los patrones de género masculinos o femeninos. Bajo esta etiqueta encajan todos aquellos que se identifican con dos o más géneros (bigénero o pangénero), que se desvinculan totalmente de la idea de género (agénero) o que simplemente van fluctuando entre ellos (genderfluid).

Expresión de género / La silueta de la galleta ilustra el concepto de la expresión de género. Se trata de la manera en la que una persona se presenta ante el mundo. Y, claro está, como la apariencia de cada uno encaja en la idea de género y en las expectativas sociales. La apariencia, la manera de vestirse o relacionarse con los demás e incluso el comportamiento pueden etiquetarse bajo lo que entendemos por masculino, femenino, andrógino (con características de ambas) o neutral. La expresión de género ofrece un amplio abanico de posibilidades.

Sexo biológico / En la galleta de jengibre, el sexo biológico está situado en los genitales. En la realidad, entendemos que esta etiqueta hace referencia a todas aquellas características físicas que, desde su nacimiento, identifican a una persona como hombre o mujer. El principal elemento que se tiene en cuenta para ello suelen ser los genitales, aunque también se clasifican otros elementos anatómicos, además de hormonas y cromosomas. A grandes rasgos, consideramos como macho a aquel con pene, testículos, testosteronas y cromosomas XY; y como hembra a aquella con vagina, ovarios, estrógenos y cromosomas XX. También existen individuos intersex que nacen con rasgos de ambos sexos.

Orientación sexual / El corazón de la galleta de jengibre ilustra el concepto de orientación sexual. Esta idea, a su vez, se divide en dos categorías adicionales. Por un lado, la atracción sexual y, por el otro, la romántica. En ambos casos, un individuo puede sentirse atraído físico o emocionalmente por alguien del mismo sexo (homosexual; gay, lesbiana, dependiendo del género con el que se identifiquen), del sexo opuesto (heterosexual), de ambos sexos (bisexual), de ninguno (asexual) o de cualquier otra identidad de género (entre las que, una vez más, podemos encontrar un amplio espectro de posibilidades). En algunas personas, la atracción sexual y la romántica van de la mano, mientras que en otras no. Todas las opciones son igual de válidas.