Hombres casados que sean ordenados como curas y diaconado permanente para varones de los pueblos indígenas. Ni una palabra sobre mujeres diaconisas, es decir, un grado menos que el de los sacerdotes, aunque el Papa ha abierto una rendija sobre el tema. Este es el balance de las cuestiones más llamativas planteadas durante el Sínodo de la Amazonia clausurado ayer en el Vaticano. Los 169 obispos presentes y los ministros de cada institución vaticana aprobaron, por más de los dos tercios exigidos (128 votos a favor por 41 en contra), cada uno de los puntos del documento final -Amazonia: nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral- del encuentro que ha dedicado casi un mes a los problemas de la remota región de la Amazonia. El documento no es decisorio, sino que enumera propuestas para la exhortación apostólica que el Papa ahora deberá escribir.

En el quinto y último capítulo de se halla lo que se considera más novedoso: «[…] proponemos establecer criterios y disposiciones por parte de la autoridad competente [...] para ordenar sacerdotes a hombres idóneos y reconocidos por la comunidad que tengan un diaconado fecundo y reciban una formación adecuada para el presbiterado, pudiendo tener familia legítimamente constituida y estable, para sostener la vida de la comunidad cristiana mediante la predicación de la palabra y la celebración de los sacramentos en las zonas más remotas de la región amazónica».

ABORDAJE UNIVERSAL / El texto recoge, también, que en el sínodo «algunos se pronunciaron por un abordaje universal del tema», o sea, propusieron que en todo el mundo se pudiera ordenar sacerdotes a hombres ya casados. Todo ello, afirman, porque «la legítima diversidad no daña la comunión y la unidad de la Iglesia, sino que manifiesta y sirve lo que da testimonio de la pluralidad de ritos y disciplinas existentes».

El hecho de permitir ordenar a hombres casados se introduciría en el marco del ‘rostro amazónico’, llamado también ‘rito amazónico’. Actualmente en la Iglesia católica hay 23 ritos diferentes, como el latino-ortodoxo, el caldeo, el asirio-babilónico, el anglicano, etc. Todos ellos se reconocen en el cristianismo y en el Papa de Roma, pero cada uno tiene sus peculiaridades. Los ortodoxos, por ejemplo, se pueden casar antes de ser curas, aunque si están casados no pueden ser obispos; y los anglicanos que han abandonado a la reina de Inglaterra han vuelto al redil de Roma con esposas, hijos y nietos.

En el documento final, el sínodo -en el que han participado casi 200 personas entre monjas, mujeres seglares, indígenas de la Amazonia, expertos científicos e invitados de otras confesiones religiosas- pide que se cree este nuevo rito, el amazónico, para englobar la novedad anunciada y otras. El docuemtno además de una larga denuncia sobre las violencias de todo tipo que se perpetran en la región, constituye, en el contexto de Latinoamérica, una toma de posición diametralmente opuesta a la de las colonizaciones de hace 500 años y, tal vez, represente una reconciliación con la Iglesia católica que, junto con militares y aventureros, colonizó la zona imponiendo su Dios a los indígenas.

VEJACIONES Y VIOLENCIA/ Sobre el diaconado permanente para hombres, el documento afirma que «es urgente para la Amazonia la aprobación, promoción y apoyo a los diáconos permanentes, por la importancia de este ministerio en la comunidad». En ningún momento se menciona a las posibles diaconisas, aunque todo es un clamor de los obispos sobre el valor de las mujeres en las comunidades católicas que, a veces, regentan en solitario por falta de curas y, al mismo tiempo, una denuncia de las vejaciones y violencias que sufren.

Sobre el tema, el Papa argentino anunció también ayer, por sorpresa y como aportación personal, la reapertura de una comisión que en el pasado estudió la posibilidad de nombrar diaconisas y que se cerró por falta de acuerdo entre los participantes. Los libros cristianos antiguos hablan de esta figura, aunque no está claro qué funciones tenía.

La Amazonia cuenta con 33,5 millones de habitantes de los que entre dos y 2,5 millones son indígenas. El documento aprobado denuncia, también, «la depredación y violencias» de las que son objeto por parte de intereses particulares ajenos a la región.