La autoestima es un estado que se establece a lo largo de los años. Se nutre de experiencias vitales, educación y desarrollo personal. Es cambiante y está condicionado por elementos tanto internos como externos a la persona. Ciertas etapas de la vida tienen un impacto sobre la autoestima, como ocurre en la tercera edad. Las capacidades físicas y mentales junto a las limitaciones pueden crear condiciones adversas donde la persona tiene una percepción subjetiva de menor valía.

Las condiciones de cada persona son las que condicionan que su autoestima se vea más o menos condicionada. Tienen diferentes motivos, pero todos pueden verse sumidos en estados depresivos, con soledad y, también, con ansiedad. Tanto familiares como cuidadores o la propia persona deben entender cómo funciona la autoestima y buscar la forma de protegerla, ya que se relaciona con cómo nos vemos y sentimos.

MEJOR AUTOCONCEPTO

La autoestima se define como la percepción que tenemos sobre nosotros mismos, el valor que nos otorgamos y las capacidades que vemos. Está relacionado con el amor propio y el autoconcepto y siempre tiene un carácter subjetivo. Al igual que toda experiencia humana que procese nuestro cerebro, no se ciñe a la realidad, sino que está sesgada. Este sesgo puede ser positivo, cuando la autoestima está alta, o negativo, cuando se encuentra abaja.

Sentirnos dignos y valiosos, ver que nuestra vida merece la pena y que somos capaces de disfrutar día a día pasa por el filtro de nuestra autoestima, independientemente de nuestra edad o nuestras condiciones vitales. En momentos como la vejez, puede verse dañada por las limitaciones que tenemos y hacernos caer en una mayor tristeza o, incluso, miedo.

A través de los siguientes puntos, podremos trabajar la autoestima en la tercera edad, tanto si somos nosotros los protagonistas como si es un familiar o alguien a quien cuidamos:

1. Autonomía

Cuando nos vemos limitados y sintiendo que dependemos de los demás para hace todo, nos desmerecemos y nuestra autoestima se daña. Para ello, es conveniente potenciar la autonomía lo máximo posible. No es necesario que las cosas salgan mejor o se hagan más rápidas, sino que seamos capaces de hacerlo por nuestra cuenta.

2. Círculo social

Las amistades o los familiares son una gran fuente de bienestar. Fortalecer los vínculos, buscar actividades en grupo o apuntarse a algún taller nos ayudará a sociabilizar y vernos mejor con nosotros mismos y con los demás.

3. Imagen

Vernos bien y cuidarnos a nosotros mismos son dos aspectos que se retroalimentan. Cuando no nos valoramos, no nos cuidamos, y si no nos cuidamos, no valoramos aún menos. Romper el círculo vicioso se hace cuidando nuestra imagen personal, nuestro aspecto físico y la ropa que llevamos.

4. Menta activa, cuerpo activo

Tanto nuestro cerebro como nuestro cuerpo necesitan actividad durante toda nuestra vida, independientemente de las condiciones que tengamos. De esta forma no solo evitaremos que se atrofien, sino que lo potenciaremos y mejoraremos. Tener una mejor agilidad mental o no perder la forma física nos ayudan a querernos y respetarnos más.

5. Límites y equilibrio

La edad de la persona determina el cómo los demás se relacionan con ella. Las primeras y las últimas etapas de nuestra vida son aquellas en las que corremos el riesgo de que no se tengan en cuenta nuestras opiniones, cuando también tienen valor. Poner límites a los demás y procurar mantener las relaciones equilibradas nos asegurará que nos tengan en cuenta.

La autoestima nos acompaña durante toda nuestra vida. Sin embargo, no se mantiene estable, se alimenta de nuestras experiencias y cambia con la edad. La tercera edad es una etapa donde puede verse disminuida, salvo que aprendamos a fortalecerla y protegerla.

* Ángel Rull, psicólogo.