La obligación de permanecer confinados, con una convivencia familiar tan intensa como nulo ha sido el contacto con el exterior, ha supuesto un experimento social y antropológico que, según los expertos, puede desembocar en un aumento de divorcios o el agravamiento de conflictos entre padres e hijos.

En estas nueve semanas quienes viven solos se han visto privados del contacto físico con otras personas, mientras que las familias han pasado por la experiencia de convivir las 24 horas del día. El encierro ha sido un experimento sociológico sin precedentes, por lo que universidades e investigadores han empezado a estudiar las consecuencias del covid-19 desde vertientes distintas a la sanitaria.

Para Inés Alberdi, catedrática de Sociología en la Universidad Complutensed y Premio Nacional de Sociología y Ciencia Política 2019, la reclusión ha sido un fenómeno «muy peculiar, extraño e interesante». Aunque habrá que esperar al menos un año para obtener resultados científicos, la reflexión «está en marcha» y abarca varios ámbitos de estudio, como la pareja y las relaciones paterno-filiales.

Alberdi opina que el confinamiento ha sido «una oportunidad para encontrarse de nuevo, para compartir tiempo y espacio o, por el contrario, para ahondar en las diferencias y hacer aún más dura la convivencia».

Rosa María Frasquet, miembro del Instituto Catalán de Antropología (ICA) considera que la pandemia ha agravado la brecha de género en cuanto a la distribución de los trabajos domésticos y de cuidados, reforzando dinámicas ya presentes en las familias.

«Las mujeres se han quedado en casa cuidando a los niños, mientras que los hombres han asumido tareas como ir a hacer la compra, que se puede relacionar con el rol de proveedor vinculado a la masculinidad tradicional y que se podría entender como un acto de riesgo al exponerse al contagio, pero que también otorga el privilegio de salir a la calle».

Esta especialista en antropología de las transformaciones de la familia ve, no obstante, un lado positivo: el hecho de que se hayan visibilizado esas dinámicas puede llevar a que se reabra el debate en la sociedad y en la familia, algo que genera la oportunidad de que las tareas se reorganicen de manera más equitativa.

Rocío García Torres, psicóloga clínica especializada en terapia familiar, alude a lo ocurrido en Wuhan, la ciudad china donde comenzó la pandemia, para anticipar un aumento de los divorcios en España porque «el hecho de encontrarse en una convivencia forzada ha generado en muchos casos la tensión de enfrentarse a un matrimonio que no iba bien».

«Hemos sido privados de libertad, no hemos podido salir a trabajar y hemos tenido que organizarnos con los hijos. Si no hay una cierta filantropía en la pareja, lo que se genera es más desencuentro, distancia y confrontación», afirma la psicóloga.