Los mismos sanitarios que en los momentos más críticos de la pandemia de covid-19 se dejaron la piel para atender la oleada de pacientes temen que la situación vuelva a repetirse ante el aumento de los rebrotes. La crisis hizo mella en su salud física y mental. Y no está claro cómo se enfrentarían a otro pico de casos. Sobre todo ahora que arrastran cansancio, malestar y una pesada mochila de afectaciones emocionales. Se estima que el 25% del personal médico y de enfermería podría desarrollar síntomas de estrés postraumático. Y, en general, unos mayores índices de ansiedad y depresión. La situación no es para menos.

«Nos hemos tenido que tragar las lágrimas cuando alguien nos decía: No me dejes morir solo», relataba Aroa López, enfermera supervisora del Servicio de Urgencias del Hospital Vall d’Hebron (Barcelona), durante el homenaje de Estado a las víctimas del covid-19. Sus palabras dan una idea de algunos de los momentos más dolorosos que se vivieron a pie de camilla. Y que, por supuesto, han dejado huella.

Un reciente análisis, liderado por el Instituto de Neurociencia del King’s College de Londres y el Hospital Gregorio Marañón de Madrid, estima que en los días más críticos los sanitarios sintieron miedo (en un 43,7% de los casos), insomnio (37,9%), angustia (37,8%), agotamiento (34,4%), ansiedad (29%) y síntomas depresivos (26,3%).

«En la primera oleada de pacientes, los sanitarios se dejaron la piel para salvar vidas. A pesar de todas las carencias que había. Ahora, con el aumento de casos, sienten que no han podido descansar ni física ni emocionalmente y ya se les vuelve a necesitar», comenta Antoni Calvo, psicólogo y director de la Fundación Galatea, entidad dedicada al cuidado de los sanitarios.

Impacto global

El programa de apoyo de la entidad ya ha atendido a casi 700 usuarios. La mayoría, mujeres (86%). Del ámbito de la enfermería y/o de los auxiliares (47%). Muchos, trabajadores en hospitales (51%). Algunos han acudido a terapia individual para canalizar la frustración acumulada durante estos meses. Y otros tantos se han prestado a resolver los problemas surgidos dentro de un equipo en momentos de tanta tensión.

«En los primeros momentos de la pandemia el sentimiento que dominaba entre los sanitarios era el miedo. Ahora, es la rabia. Sobre todo porque, con los nuevos rebrotes, parece que todo aquel compromiso que se mostró en un principio ha quedado en nada», relata el psicólogo. La comunidad médica también muestra ahora su rabia porque, según explica el psicólogo, «han visto que cuando la sociedad les necesitaba a ellos, actuaron rápido; pero que cuando ellos necesitan mejorar sus condiciones laborales, la respuesta es demasiado lenta». Este es el mismo malestar que en estos días se canaliza en las Mareas blancas o en las huelgas de los sanitarios en busca de mejoras.

Las principales preocupaciones de los sanitarios tienen que ver con la incierta evolución de la pandemia. Y con la percepción de que el grueso de la población está relajando las medidas de prevención. La unión de ambos factores vaticina la tormenta perfecta. «Si hubiera otra oleada, los sanitarios sacarían fuerzas de donde no las hay para atender a la gente. Ahí el riesgo será que ellos mismos caigan enfermos, porque no están recuperados ni física ni mentalmente», añade Calvo.