Aún tiene el sabor dulce de su extraordinaria faena en la francesa Beziers. Cuentan las crónicas que el extremeño indultó un gran toro del empresario del coso, Robert Margé, y que en la lidia el animal se ganó volver al campo como semental después de cuajarlo el diestro de manera soberbia. La faena ha puesto en primera fila de la prensa especializada al torero, defensor de una fiesta sin la que, según confiesa, no sabría vivir: «Es tu vida, tu alma, al servicio del arte, es muy puro», asegura en esta entrevista en la que habla de sus sensaciones y perspectivas de futuro. Días antes de llegar a Mérida (este sábado junto a Enrique Ponce y ‘El Fandi’), Miguel Ángel Perera destaca que le gustaría sentarse con el vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, «para saber por qué ataca» su profesión.

-¿Qué es el toro para un torero?

-Mi vida, mi amor, mi locura, sin él no sabría vivir. Una pieza indispensable para el espectáculo.

-¿Qué es lo que más asusta del toro?

-La mirada. Lo dice todo. Los hay que son bonitos de pitones y con la mirada te vuelven loco.

-¿Qué le dice el miedo cuando están a solas?

-A veces pienso que no voy a ser capaz de superarlo, sin embargo hasta ahora siempre he podido tirar para adelante.

-¿Pesa el vestido de torear?

-El día que salen bien las cosas, nada y el que salen mal, mucho.

-¿Dejan cicatrices las cornadas además de las estéticas?

-Unas más que otras, pero sí. La que más me marcó fue la de Salamanca por fuerte, dolorosa, grave y dura de recuperar. Tardé seis meses en volver. Y me marcó.

-¿Se olvidan?

-No. Se superan, pero no se olvidan. Me acuerdo de todas y he tenido suerte porque no me han dejado secuelas relevantes. Pero ni las olvido ni las considero medallas. Las cornadas vienen, pueden pasar, pero nunca vienen bien.

-¿Qué le dice que el astado va a acudir al engaño?

-Hay mucho detrás del toreo. Una ciencia, un conocimiento, porque el toro tiene su distancia, cualquiera que se ponga con un trapo no le pega pases a un toro, hay que saber. El toro viene a querer cogerte, él sale a la plaza pidiendo guerra y entra en juego la forma, la postura, el cruzarte, la distancia y todas esas cosas hacen posible que puedas torear y si a eso añades que puedas crear arte entonces es un milagro absoluto. Es tu vida, tu alma, al servicio del arte, es muy puro. Y además no es tan propio, es algo que se deja ahí y eso lo engrandece la naturaleza humana del torero. Provocar un arte y deshacerte de él.

-Durante el confinamiento se dedicó a hacer vídeos desde la finca y cosechó más de 25 millones de reproducciones en las redes sociales.

-Sí, me costó un poco romper la barrera de la timidez, se notaba, sobre todo en los primeros, que me grababa mi mujer, pero la experiencia fue muy buena y sorprendente porque hemos tenido más de 25 millones de reproducciones. Lo que más me ha llamado la atención, porque yo no era consciente, es lo poco que sabe la gente de campo. De los 50 vídeos diarios que hice, solo toreé en cuatro, el resto eran todos faenas de campo y eran increíbles las preguntas, las curiosidades... Yo lo he vivido de pequeño y es mi día a día, lo tengo integrado.

-¿Qué siente cuando llaman «asesino» a un aficionado por ir a una corrida de toros?

-Siento impotencia. Indefensión porque una persona tenga que aguantar los insultos y las agresiones verbales, o físicas como hemos visto en numerosas ocasiones, y las autoridades no hagan nada. Es una provocación y cualquier día puede saltar la chispa. Es elogiable la actitud de los taurinos. Cómo mantienen la calma, estoy seguro de que en otra disciplina no ocurriría lo mismo.

-¿Qué significa Extremadura en el calendario taurino?

-Es una región muy taurina. Hay ferias importantes y una gran afición.

-¿Qué asusta más: el toro, el coronavirus o los políticos?

-El toro me asusta mucho, porque soy consciente de los riesgos que conlleva. Lo de los políticos me parece una vergüenza. Me da vergüenza lo que puedan pensar de nosotros fuera del país. Lo que ocurre en el Congreso es una pena.

-¿Con qué político le gustaría sentarse a hablar?

-Depende de para qué, pero quizá con Pablo Iglesias para saber por qué ese ataque, esa intención de prohibir nuestra profesión. Me encantaría que me argumentara.

-¿Hablando se entiende la gente?

-Creo que eso era antes, hoy en día está fallando. Si hay un sector educado, que no monta escándalos es el toreo. Y no le ha funcionando. Es un ejemplo de civismo, a pesar de los insultos. Cuántas veces lo hemos visto mientras los aficionados entran a una plaza. Igual hay que cambiar.

-¿Qué le saca de quicio?

-Tengo un pronto malo, soy muy impulsivo, pero luego no soy nadie. Me sacan de quicio las injusticias, cuando siento que me quieren tomar el pelo o me cambian los planes.

-¿Y qué le hace perder la cabeza?

-Mi familia.

-¿A qué no se acostumbra con el paso de los años?

-A la hipocresía, a la falsedad, a la mentira. No la entiendo. Me cuesta que no haya verdad. Delante del toro y fuera.

-Cuando Miguel Ángel Perera se pierde, ¿dónde le encuentran?

-En «Los Cansaos», es mi refugio (su finca y casa de Olivenza).

-Por último, ¿cuál es esa cancioncilla que se le ha metido en la cabeza y no le abandona?

-‘Orobroy’.