'Perseverance', agotado tras un vuelo que ríete tú del jet lag que causan los viajes a las antípodas terrestres, ya está en Jezero, pero no en el Jezero de Bosnia, donde viven 834 personas, entusiasmadas, parece, con esta misión aeroespacial, sino en el de Marte, un páramo totalmente deshabitado hasta que este rover de una tonelada de peso y alto como un Pau Gasol puso sus seis ruedas sobre la superficie del cuarto planeta del sistema solar. Y ahora, ¿qué? Este es el programa de actividades que la NASA ha programado para esta suerte de empleado en el que ha invertido 2.100 millones de dólares en formación.

Lo primero, descansar. En realidad, cargar pilas. La primera fotografía que mandó el robot nada más amartizar en el planeta rojo fue una simple llamada a casa paa informar de que todo había ido bien. No era, según se mire, el primer paso de la misión científica propiamente dicha. 'Perseverance' tiene como meta buscar huellas de extinta vida microbiana en Marte, además de realizar análisis geológicos de Jezero (lecho de un supuesto antiguo lago) y exámenes meteorológicos. Cada paso requerirá un consumo notable de energía, de modo que la primera misión del robot es cargar sus baterías.

Lo segundo, como un móvil, tablet u ordenador portátil, actualizar su software para, como se dice vulgarmente, corregir algunos errores y permitir que el uso de las aplicaciones sea más satisfactoria. 'Perseverance' partió de la Tierra con un software que ha sido mejorado por la NASA durante los meses que ha viajado hasta Marte. Toca, pues, simplemente cargar a bordo la última versión de las apps necesarias para esta aventura espacial.

Tercer paso. Este es un clásico en las películas. De hecho, en el cine de ciencia ficción suele haber problemas, lo que proporciona tensión narrativa. Habrá que confiar en que en este caso no sea así. El robot tiene que desplegar su antena de comunicaciones y poner a punto la última tecnología audiovisual enviada a Marte. La primera foto que envió 'Perseverance', en blanco y negro, más bien gris, pudo decepcionar al lado de la larga trayectoria como 'instagramer' de otros ingenios que con anterioridad han conquistado el cuarto planeta del sistema solar. La obra gráfica de 'Opportunity' y 'Curiosity' es excepcional, con panorámicas que sobrecogen el alma, pero 'Perseverance' llega a Marte con una cámara dotada para el 3D. Para los científicos, esta vez será como tener no un ojo, sino los dos en Marte.

Cuarto y esperadísimo paso. Volar. No lo hará 'Perseverance', pues sus mil kilos de peso no le hacen especialmente atlético, sino el pequeño dron que se ha llevado para esta misión, 'Ingenuity'. El dispositivo, para los amantes de los detalles curiosos, funciona con Linux, o sea, una programación de código abierto. Del 'Ingenuity' no hay que esperar lagos y majestuosos vuelos marcianos. Eso, tal vez, en próximas misiones. Esto es un primer ensayo. El primer reto es que este minirrobot se distancie primero unos metros a una prudente distancia de seguridad de 'Perseverance' y, luego, con garantías de que no haya colisiones fatales, pueda ya realizar un primer vuelo. ¿La fecha? Aún es pronto. En el mejor de los casos, en primavera.

Quinto. Conocer a fondo Jezero. Tan a fondo que, como poco, dedicará dos años a ese trabajo. 'Perseverance' lleva varios laboratorios a bordo. PIXL puede analizar la composición química de las rocas. RIMFAX, con su radar, puede mirar más allá de la vista de las cámaras. SHERLOC, equipado con un láser y varios espectómetros, está capacitado para descubrir, lo que sería el gran notición, bioseñales.

Se supone que Jezero es un lugar idóneo para ello. Se llama así, por cierto, porque la NASA bautizó en 2007 un total de 87 lugares sin nombre de Marte. Eligió pueblos de la Tierra para ello. Al municipio bosnio de Jezero le toco en suerte uno. Se supone que guardan una mínima similitud orográfica, lo cual invita a recordar, ya para terminar, el tercer viaje de las 'Crónicas marcianas' de Ray Bradbury, cuando los astronautas Black, Hinkston y Lustig no salen de su asombro cuando descubren a través de las ventanas de ojo de pez de su nave que el lugar en que han amartizado es igual que Illinois. No solo el paisaje, sino incluso las casas.

La conversación con la primera marciana que encuentran, una mujer que preparaba una limonada en la cocina, es tan Bradbury que enamora. Son ustedes del censo, les pregunta. Venimos de la Tierra, responden. ¿Quiere decir de debajo de la tierra?, repregunta ella.

'Crónicas marcianas' termina como termina. Es una obra desoladora. Es ahora, entre paso y paso de 'Perseverance', una buena ocasión para leerla o releerla, aunque solo sea para ponerse en la piel metálica de este robot y los años de absoluta soledad que le esperan, porque, como predijo Bradbury, el destino de la Humanidad es sufrir y terminar vencida y, solo después, contemplar el fin de la eternidad, algo que no debe ser muy distinto a cualquier paisaje marciano.