Tras más de quince años acompañando a padres a fortalecer el vínculo con los hijos y a recuperar el bienestar de la vida familiar, Alejandro Rodrigo comparte en el libro ‘Cómo prevenir conflictos con adolescentes’ (Plataforma Editorial) toda su experiencia, a la vez que ofrece herramientas de gran utilidad para mantener una buena relación con nuestros hijos, también en la adolescencia, esa etapa que tanto miedo nos da, pero de obligado paso para todos nosotros.

  • Alejandro, parece que la palabra conflicto y adolescencia son sinónimos, van de la mano… Y que no existe adolescencia libre de conflictos… ¿Es realmente así?

La adolescencia es una etapa breve y concisa en la vida de toda persona y, desde mi punto de vista, es una etapa de auto afirmación. Es el tránsito a la edad adulta y en ese camino, la persona necesita auto afirmarse y ganar en autonomía. Y sí, hay veces que esto genera conflictos, pero desde mi punto de vista son crisis necesarias en las que los jóvenes aprenden a gestionar conflictos. Pero no necesariamente hablamos de violencia. Esto ocurre en un grupo muy reducido de población.

  • En el libro rescatas una frase de Sócrates, filósofo griego que murió en el 399 A.C: “Los jóvenes de hoy en día son unos tiranos. Contradicen a sus padres, devoran su comida y les faltan el respeto a sus maestros”. ¿Son los adolescentes unos eternos incomprendidos?

Es una frase que repito mucho en mis charlas porque es muy inspiradora y nos pone en perspectiva. Verás, a mí me ha pasado con chicos con los que he trabajado cuando ellos tenían 15 años que, cuando me los he vuelto a encontrar con 19, me han dicho: “Alejandro, la juventud de ahora no es como la de antes” y solo han pasado 4 años desde que él estuviera en esa situación. La etapa de la adolescencia siempre nos asusta, y parece ser que da igual en la etapa en la que estemos.

  • ¿Estamos echando la culpa a los adolescentes del incumplimiento de normas en la pandemia de forma desproporcionada?

Si hiciéramos la metáfora con un estudio de fútbol, 70.000 personas pueden estar comportándose perfectamente y basta con que 100 mantengan conductas no apropiadas para que parezca que el deporte congrega a gente no adecuada. Creo que el amplísimo porcentaje de los adolescentes está siendo un ejemplo para toda la población, pero si solo ponemos el foco en ese porcentaje mínimo, pensaremos así. Yo solo sé que la etapa adolescente necesita el contacto social, es vital para ellos. Seamos conscientes de que todos lo estamos pasando mal y los adolescentes y los niños de forma especial.

  • Volvamos al tema principal de tu libro, los conflictos. ¿Está realmente en la mano de los padres prevenirlos? ¿La adolescencia de nuestros hijos será una y otra en función de cómo lo haya hemos nosotros durante toda su infancia?

Para mí hay tres aspectos fundamentales. El primero y de mayor peso específico es el estilo educativo de los padres. Los hijos nos miran todo el rato, por tanto, somos responsables de cómo son ellos en gran medida. Es verdad que hay otros dos aspectos, el genético, que se nos escapa, y el contexto social en el que se mueven. Si el contexto social solo les expone a peligros, tiene un mayor porcentaje de previsión negativa. Pero si nosotros somos referentes, luego, aunque haya cosas que nosotros no podamos manejar, tendrán más o menos herramientas según cómo lo hayamos hecho nosotros.

  • Dices en el libro que más allá de establecer normas, límites… la clave está en ser un referente para nuestros hijos, el espejo en el que se quieran mirar…

Sí, en el libro tengo un capítulo que se llama ‘La caja de herramientas’, en el que doy las que son para mí las 6 herramientas básicas para el correcto desarrollo de la armonía familiar, entre ellas, como dices, normas, límites, consecuencias… Pero la caja de herramientas no sirve de nada, y eso que la he escrito yo. Las normas, los límites… son parches momentáneos que podemos poner, pero lo verdaderamente importante es que nosotros seamos referentes, que nuestro hijo vean que nosotros proyectamos esa norma porque creemos firmemente en ella. Y voy a poner un ejemplo, si en casa hay normas de uso de la tecnología y horarios, pero nosotros luego no proyectamos un uso responsable del teléfono móvil, no habrá servido para nada. Los hijos, aunque en la adolescencia se alejen de ti, lo que verdaderamente quieren es sentirse orgullosos de sus padres.

  • En el libro mencionas los diferentes estilos educativos que existen: autoritario, protector, punitivo, sacrificante, negligente, ausente, diplomático. ¿Cuál es el más perjudicial para los hijos?

Aunque puede parecer el negligente, que es el que causa daños directos, o el sobreprotector, que es el que limita su autonomía, el más perjudicial es el ausente. No se trata de no estar en casa, sino de no tener una verdadera mirada de autenticidad hacia sus hijos. Es decir, padres a los que les dan igual sus hijos. Cuando un niño siente que él no es importante para sus padres, hay un daño muy perjudicial. Tengo ejemplos de padres que trabajan de lunes a viernes en el extranjero y que sin embargo están presentes continuamente en la vida de sus hijos. La clave está en que tu hijo sienta que te apetece estar con él. Esto nos pasa a los adultos, cuando vas a comer con un amigo y, en lugar de mirarte a los ojos, está todo el rato pendiente del móvil, sientes que no le importas. Tengamos en cuenta esto.

  • Hay una pregunta que se hacen absolutamente todos los padres y que de hecho tú has llamado la pregunta del millón de dólares. ¿por qué no cumple las normas de casa? Cuando nos hagamos esta pregunta, ¿tenemos que mirarnos a nosotros?

Sí y no. Hay una parte importante nuestra, de responsabilizarnos de qué no hemos hecho o qué hemos podido hacer mal, pero para mí, cuando un niño no cumple las normas, debemos olvidarnos de la guerra que nos está planteando e intentar averiguar el mensaje que nos está lanzando de forma encriptada a través de esa “mala” conducta. Detrás de un mal comportamiento hay un niño que no se siente bien por algo. Tenemos que averiguarlo. Imaginemos dos chavales que van a la misma clase, viven en el mismo barrio y tienen dos familias similares. Los dos incumplen las mismas normas, pero no por ello los dos nos están queriendo lanzar el mismo mensaje. Uno, a lo mejor, quiere más atención de sus padres, mientras que el otro, en cambio, necesita lo contrario, que no estén tan encima de él. Por eso la clave es entender el mensaje que nos está lanzando y dejar a un lado la conducta. Mirar más allá.

  • Dices en el libro que «no hay mejor arma contra las armas que el amor». ¿La mejor herramienta que tenemos los padres a nuestra disposición es el amor incondicional?

Yo he trabajado en todos los contextos, en los más difíciles y en los más leves, y los chicos siempre dicen lo mismo: “Alejandro, no veas lo mal que se lo he hecho pasar a mis padres, pero nunca me abandonaron”. Y se emocionan mucho. Tenemos que tener una cosa clara, cuando estemos pasando una situación terrible, si hay amor, vamos a poder con ello.

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