Lo recuerda con nitidez, al detalle. Era una tarde lluviosa cuando su avión aterrizó en Madrid-Barajas. Kathy lo supo: había vuelto a nacer. «Se me presentaba la oportunidad de ser libre que mi país nunca me dio». Kathy Sánchez nació hace 30 años en San Martín, un departamento de la capital de El Salvador, San Salvador. Desde los 12 años llevaba sufriendo el rechazo y el maltrato de su familia, a esa edad le confesó a su padre que era lesbiana. «Me llevaron a un psicólogo y, como no funcionó, ahí empezó el infierno», rememora Sánchez. Su progenitor le forzó a tener novio y le impuso «sus reglas». «Intenté suicidarme en dos ocasiones. Yo me decía: ‘¿qué tengo yo de diferente? ¿Qué de malo hay en mí?’. Me pegaba hasta si me veía jugar al fútbol», recuerda. Los años fueron pasando y Kathy fue acumulando sufrimiento y cicatrices, pero cuando su orientación sexual pasó a ser dominio de todo el barrio es cuando supo que tenía que escapar de allí. En El Salvador, donde las pandillas controlan las calles y dictan su ley, la sexualidad de Kathy tampoco iba a pasar desapercibida para el jefe del barrio: «Empezó a acosar a mi hermana para que le diese mi teléfono», cuenta. ¿La razón? «Quería acostarse conmigo para que se me quitara el lesbianismo», rememora. Una situación de indefensión y «constantes amenazas» que le truncó definitivamente la vida en su país natal: «Yo tenía que tomar el bus para ir a San Salvador a estudiar e iba intranquila porque no sabía si en cualquier momento se me iban a meter cinco tipos a violarme y matarme. Allí los pandilleros lo controlan todo», relata.

En ese punto Kathy supo que tenía que tomar una decisión radical: «Era hacer un cambio o morir».

Kathy, con Manoli EL PERIÓDICO

Extremadura, nueva vida

Con el poco dinero que tenía ahorrado Kathy consiguió un pasaje a España para volver a empezar. Llegó a Extremadura a través de una conocida y encontró a su «hermana», Manoli, quien le ha proporcionado una nueva familia. «Yo ahora en Talavera (La Real) tengo unos sobrinos, unos abuelos, una familia que me da amor y cariño sincero, que no me juzga por quién soy yo», cuenta emocionada. «Me voy al campo con el abuelo a ver las ovejas y eso me da mucha paz, creo que me ayuda a superar mis traumas. Estoy también con ellos en una comparsa para el Carnaval de Badajoz, he ido de matanza…», añade. «Me apellido Sánchez, yo estaba destinada a ser española», bromea.

Con el acompañamiento de la Fundación Triángulo, a la que acudió «a la semana de estar en España», Kathy ha conseguido estabilidad, amistades y «está conociendo a alguien», a la vez que sigue luchando por las personas que no pueden vivir en libertad por su orientación sexual. «Yo soy la prueba de que, por más derrotada que te veas, puedes resurgir como el ave fénix», sentencia.

Kathy es una de las caras de la exposición Historias de resistencia, que recorre Extremadura para sensibilizar sobre la situación de personas LGTBI refugiadas.

Otras voces que pelean por lograr ser felices

Latinoamérica sigue siendo una de las regiones más hostiles para las personas LGTBI. La historia de Kathy en El Salvador es una muestra, pero no la única. En la misma exposición también se encuentra la figura sin rostro de una mujer transexual originaria de Perú que también ha conseguido refugio en Extremadura. Sin embargo, su historia aún no ha logrado el final feliz definitivo. Ha conseguido el apoyo de su pareja pero, como la familia de este aún no conoce su condición, prefiere no desvelar su identidad. «Aún no tengo los papeles y sigo trabajando en la calle. Me gustaría tener un trabajo en el que no se me denigre. Puedo limpiar, fregar, trapear, lo que haga falta. Pero algo de lo que yo me pueda sentir orgullosa», dice.

La exposición cuando se mostró en Zalamea de la Serena CEDIDA

‘Historia de resistencia’, la exposición itinerante

Historias de resistencia es una exposición compuesta por 20 fotografías con sus correspondientes testimonios de personas LGTBI refugiadas. Está organizada por la Fundación Triángulo Extremadura en colaboración con la Agencia Extremeña de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AEXCID). La muestra ya ha pasado por Plasencia, Medina de las Torres, Zalamea de la Serena, Torrejoncillo, Valencia del Ventoso, Casar de Cáceres y Almendralejo y seguirá recalando en diferentes municipios de la región.

«La exposición es parte de la perspectiva original, singular, de la cooperación extremeña, enfocada en las personas LGTBI», dice José Ángel Calle, director de la AEXCID. Esta perspectiva se traduce en un trabajo de «sensibilización en nuestro territorio» para recordar que «la homosexualidad es ilegal en 72 países y acarrea la pena de muerte en nueve», recuerda.

Calle defiende que estas herramientas de sensibilización son «la mejor medicina contra los discursos de odio» y es la manera de estar «vacunados contra la homofobia». 

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