“He quedado como un rey con este regalo”. Fueron las únicas palabras que el escultor Juan Luis Morales alcanzó a escuchar de boca del rey emérito sobre las esculturas en bronce que le fue encargando. Un encuentro casual en la Feria de Ifema, en el apartado de Caza y Safaris, permitió al artista toledano, que ha traído su obra a Zamora, escuchar la opinión del monarca que había acudido a inaugurar el evento. “Reconoció una de las piezas que realicé para él en una foto” y fue cuando le lanzó lo que el artista “real” reconoció como un halago, aunque “yo creo que le gustaría cómo trabajo, si no me habría dejado de pedir obra”.

Se trataba de uno de los regalos que Juan Carlos I, entonces todavía jefe del Estado, realizaba a amigos o a personas con las que cerraba alguna negociación con la celebración de una cacería, “como se solía hacer”, explica Morales. Patos, faisanes, perdices..., todas las tallas que ejecutó para el rey eran piezas de caza menor, a escala real en algunos casos y a menor, en otros. “Una por año aproximadamente, cuando tenía esos compromisos, siempre para entregar en cacerías entre octubre y febrero”.

Durante casi nueve años, llegaron los encargos a Toledo desde la Casa Real, “hasta 2019, cuando ya pasó todo esto”, desliza Juan Luis Morales, sin mencionar a las claras la investigación judicial en la que está inmerso el monarca. “De repente, dejaron de llamarme”. Así se materializaban los pedidos, algún colaborador del monarca levantaba el teléfono y “me decía qué animal en concreto querían que esculpiera”. El visto bueno llegaba una vez que el artista enviaba fotografías del moldeado de sus trabajos en cera, “si les gustaban, los mandaba a fundición”. Morales cuenta que realiza un primer modelo en arcilla, en plastilina o en cera antes de pasarlo al bronce, un material que le gusta porque “me convence el acabado final, el realismo idéntico al modelo que le da este procedimiento”. El también taxidermista, colaborador del Museo de la Fauna Salvaje de León, tiene una trayectoria de 27 años como escultor.

Desde la más absoluta discreción, “a ver si esto que te cuento va a perjudicar en algo al rey”, el escultor explica que “la pieza no tenía exclusividad, podía sacar una serie limitada de 50 y venderlas”. Todavía conserva algunas a tal fin, como el faisán que se puede contemplar en el estand que tiene montado en la Feria Transfronteriza de Caza y Pesca Venandi, en Ifeza.

Busto de un toro que el monarca regalaba a amigos. JOSÉ LUIS FERNÁNDEZ

Los precios oscilan en función de la complejidad de la talla y del fundido en bronce, pero con el rey emérito, “aunque era un cliente más, siempre había una deferencia” de la que no concreta la cantidad, si bien apunta que no se debía a que fuera Juan Carlos I, sino a que le proporcionaba “un volumen de trabajo continuado”, y de ser bien nacidos...

Sea como fuere, Juan Luis Morales nunca ha querido aprovecharse de ese marchamo que podría haberle dado el ser uno de los artistas que trabajaba para el borbón. “Tampoco es cuestión de ir alardeando, no es mi estilo ir contándolo, soy un escultor más del rey, que tendrá muchos”, apostilla sin rastro de arrogancia por una relación vinculada estrechamente con la gran afición del monarca a la caza y a su participación en monterías, sobradamente conocida tras el escándalo del safari en Botswana que marcaría el fin de la buena reputación de Juan Carlos I.

Una escultura de Morales expuesta en Zamora. EMILIO FRAILE

Precisamente, la primera obra de Morales que el rey tuvo en sus manos fue una escultura de una res de caza mayor, “un arrui”. El regalo, en este caso, tenía como destinatario a Juan Carlos de Borbón. “Un cliente mío, amigo del rey, quiso agasajarle con la reproducción del animal que había cazado en la montería que habían compartido. Como todas las esculturas van firmadas, el rey se interesó por mi trabajo y ya me hizo varios encargos”.

De todas esas obras, guarda una pieza, “la prueba de autor”, como es común, “para legarlas a mis hijos”. También de la única que no está relacionada con la actividad cinegética: el busto de un toro de 10 por 15 centímetros, y de 8 centímetros de ancho. La deferencia fue en esta ocasión para uno de los diestros que el monarca admiraba y que perdió la vida en el ruedo. Sin embargo, la réplica de la cabeza de la res ha terminado en manos de muchos toreros. Cuando llegaba la Feria de San Isidro, siempre había una llamada para solicitar una nueva pieza. Muchas de estas obras pueden adquirirse todavía, a precios asequibles, la más cara que llegó a Zarzuela alcanzó los 1.500 euros, aunque también las hubo que no sobrepasaron los 300. El artista expone otras en Zamora que nada tiene que ver con el Rey.