GANADERÍA: 2 toros para rejones de Guiomar Cortés Moura (1º y 4º), y 6 de José Luis Iniesta. El cuarto, de nombre Carbonero II, herrado con el nº 11 y nacido en enero de 2017, fue indultado. Manejable el primero; enclasado el segundo; noble sin humillar el tercero; muy bravo en cuarto; sin clase el quinto; sin clase el sexto; áspero y con genio el séptimo; a menos el octavo.

LOS DIESTROS: Diego Ventura: Rejón (Dos orejas); rejón ( Dos orejas y rabo). Miguel Ángel Perera, de vainilla y oro. Pinchazo y estocada baja (Saludos tras aviso); estocada Dos orejas. Ginés Marín, de fucsia y oro. Estocada (Dos orejas); media estocada (Oreja). Juanito, de rosa palo y oro. Estocada simulada (Dos orejas y rabo simbólicos); estocada (Oreja)

PLAZA: Don Benito. Miércoles 8 de septiembre. Casi tres cuartos de plaza cubierta sobre el aforo permitido. 

José Luis Iniesta fue un gran empresario, un gran ganadero y un gran señor. Se fue de este mundo por la pandemia, después de dejar un recuerdo imborrable en todas las facetas que abordó. Ayer, nos dio a disfrutar a Carbonero II, un bonito toro, bravo de principio a fin y enclasado. Un toro que ha vuelto al campo porque mereció el perdón de su vida. Y con los honores del gran toro, los honores también para un torero, Juanito, que estuvo a su altura cuando hizo una faena en la que la pureza y la verdad, a partes iguales, engrandecieron lo que sucedió en el ruedo.

Abrió plaza un toro alegre que ya de salida tuvo un galope, ideal para lo que después vendría. Diego Ventura lo paró en un palmo de terreno sobre Guadalquivir, un caballo en extremo flexible y valiente, con el que prodigó el toreo a dos pistas dejando llegar al astado. El tercio de banderillas lo llevo a cabo primero sobre Fabuloso, y después sobre Lío, espectaculares los dos, especialmente el último que, a toro arrancado, retrocedía para, en el último instante, hacer la batida al pitón contrario y el quiebro.

Muy serio por delante el primero de lidia a pie. Muy bien hecho, bajito, estrecho de sienes y acucharado de cuerna, tenía dos señores pitones, astifino desde la mazorca. Tomó el capote de Miguel Ángel Perera pero se quedaba corto. No andaba sobrado de fuerzas y cortaba en banderillas.

Comienzo de faena por bajo sometiendo al animal, que era una pintura de bonito. En redondo, le costó a Perera coger el aire al astado, que tenía tendencia a puntear el engaño. Lo logró cuando se echó la muleta a la zurda y entonces llegaron los muletazos de trazo largo, por abajo. Al final en la corta distancia, remató con manoletinas. No estuvo acertado con la espada y saludó.

Terciado el tercero, que tomó bien el capote de Ginés Marín, a la verónica primero y por delantales después, lances rematados con una bella larga. Quite por chicuelinas ajustadas.

Inicio de faena las dos rodillas en tierra y en redondo, algo que prodiga este torero y lo hace muy bien. Después en alternaba uno y otro pitón, al burel le costaba humillar pero no se dejó puntear la tela, lo llevaba largo en series muy templadas. Perdió fuelle el de Iniesta y acorto distancias el oliventino. Gran estocada y dos orejas.

Estrecho se sienes y tocado de pitones, muy armónico el cuarto, al que Juanito recibió de hinojos para seguir a la verónica, lances de buena estampa. Una vara apretando.

La faena de Juanito

Con las dos rodillas en tierra dio comienzo Juanito la faena y pronto el astado mostró un gran son en la muleta del joven portugués. Tenía fijeza, codicia y profundidad en su enclasada embestida, y a ello correspondió el torero primero con buena colocación y después corriendo la mano por abajo hasta el final, dejándolo colocado en el sitió justo para, solo con la muleta puesta, sin toques, ligar series en redondo de mucha expresión y calado, las que llegan con el toreo bien hecho. Tras las benardinas de rigor, Juanito pensó en el indulto y el público lo comenzó a pedir, cada vez con más intensidad, concediéndolo merecidamente el presidente. Un gran toro y una gran faena. José Luis Iniesta hijo y el mayoral acompañaron a Juanito en la clamorosa vuelta al ruedo.

De la bravura del animal da cuenta de que, caliente, no había manera de meterle para los corrales. Pasaba el tiempo y solo abriéndole el portón del callejón, con engaños y tras cuarenta minutos pidiendo guerra, entró por fin por la puerta de chiqueros.

Astiblanco el cuarto, un toro que tuvo mucho temple en su embestida, ideal para hacer el toreo a caballo. Primero sobre Velázquez y a continuación Sueño, la grupa hacía de muleta. Diego Ventura dejaba llegar al burel y, a dos pistas, lo templaba. Todo un espectáculo el que daba Diego Ventura. Tercio de banderillas a más, con mucha conexión con los tendidos y la guinda la puso Bronce, sobre el que clavó banderillas sin cabezal.

Reunido también el quinto, un punto abrochado de pitones, al que Miguel Ángel Perera recibió a la verónica y quitó por chicuelinas. Fue un toro que iba y venía pero no tuvo la clase de sus hermanos, al que el torero le hizo una faena larga, primero en redondo, mejor por el pitón derecho. Sincero arrimón al final, tras cobrar una gran estocada, pasear dos orejas.

Armónico también el séptimo al que recibió Ginés Marín con lances a la verónica del hinojos. Pronto cantó el animal que más que bravura era genio lo que llevaba dentro. Toro desclasado, con genio, que no humillaba y salía del embroque con la cara alta. Faena que tuvo el mérito de tapar esa embestida descompuesta. Media estocada y oreja.

Bajito y con cuello el octavo. Toro que no lució de salida en los lances de Juanito y que hizo pelea de bravo en el caballo. Faena animosa que lució en diversos pasajes cuando toreó al natural con ese concepto de llevar al toro hasta el final. Estocada.