«Siempre quise ser Victoria. Sin embargo hasta hace año y medio no salí de la cárcel en la que estuve durante 35». Victoria Méndez Rodríguez, una joven transexual cacereña de 36 años, habla de prisión, pero se refiere a su propio cuerpo. «A los 12 ya supe que quería ser mujer, ¿pero qué haces a esa edad y en los años 90?», cuenta. «En casa me ponía camisetas largas a modo vestido y las deformaba; en el cole me vestía de Caperucita», recuerda. «Años más tarde, con 14, vi a Cristina Ortiz, ‘La Veneno’, en ‘Esta noche cruzamos el Mississipi’ y conseguí ponerle nombre a lo que me ocurría. Fue una referente y ahora es una abanderada del colectivo trans», continúa.  

No pudo mostrarle al mundo quién era hasta 2019 por varios motivos. Uno de ellos y el más importante fue el amor. «Tenía novia. Ella sabía lo que yo sentía pero nunca lo aceptó y decidí seguir con ella siendo hombre. Lo hice porque estaba enamorada y la quería más que a mí misma. Estuvimos juntos diez años y medio, pero cuando lo dejamos sentí que era el momento de empezar la transición», relata. Lo que no esperaba era encontrar en su camino tantas piedras que le impidieran continuar. «Mi familia quería que fuera al psicólogo porque consideraban que tenía un problema o estaba confusa. No lo entendían y a día de hoy tampoco consiguen llamarme Victoria», explica. «Me dije: tira para adelante porque vida solo hay una». 

Más de un 80% de paro

Otra barrera es el empleo. «Antes de empezar la transición, realicé un curso de instalación de placas fotovoltaicas. Después, como Victoria, eché el currículum y uno de los profesores me dijo que como ya era mujer no podría realizar el trabajo. En realidad es machismo propio del sistema patriarcal en el que vivimos», cuenta. Ahora está trabajando en una escuela taller. Ahí es alumna/trabajadora y se forma para ser programadora. «Anteriormente me he dedicado al diseño gráfico y he sido técnica informática. Me da miedo no encontrar un empleo para el que sí estoy cualificada y al que quiero dedicarme como el de la programación, por ejemplo, por el mero hecho de ser transexual», recalca. «Lo que no quiero es tener que verme obligada a plantearme la prostitución como pasa en muchas ocasiones. Antes de tener la suerte de estar trabajando en la escuela taller me veía abocada a tener que dedicarme a ello. No hay trabajo», lamenta. 

Ocho de cada diez personas trans se encuentran en situación de desempleo, según un informe de UGT publicado en junio de 2021 en el que el sindicato pedía respaldo para este colectivo. «Es más del 80% a nivel nacional. Es muy injusto», sentencia.

«El futuro laboral lo veo complicado. La discriminación se sufre en la mayoría de los empleos pero es más notable en los que se trabaja de cara al público y tienes que lidiar con tránsfobos que no aceptan ni tu imagen», resalta. «Me abriría puertas que en mi DNI pudiera poner una ‘F’ en lugar de una ‘M’ y no tener que esperar dos años por las hormonas», señala en referencia de la Ley Trans.

La otra cara de la moneda

Mark Noriega Gómez tiene 23 años, es de Guadiana, un municipio pacense y estudia Educación Infantil después de haber terminado la Formación Profesional de Promoción en Igualdad de Género en Cáceres. Noriega empezó hace 7 años a hormonarse. «Contacté con la Fundación Triángulo y gracias a ellos supe tomar las riendas de mi vida», cuenta. 

La muerte de su abuelo le alentó a iniciar el proceso. «Me hizo darme cuenta de que no me quería morir sin ser quien realmente quería. Aunque cuando tenía 7 años ya me sentí diferente al resto de mis compañeros. No por jugar con más niños iba a ser como ellos, que era realmente lo que quería. A día de hoy no sé describir con palabras mis sentimientos. Estaba siempre de malhumor y no estaba bien conmigo mismo», recuerda. «Pensaba que era así y que no podía hacer nada para cambiarlo».

Mark Noriega Gómez, joven trans de 23 años que es de Guadiana pero reside en Cáceres.

Mark Noriega Gómez, joven trans de 23 años que es de Guadiana pero reside en Cáceres. El Periódico

En las redes sociales encontró a su principal referente. «Veía vídeos en YouTube de un chico que contó el proceso y fue cuando mis ganas aumentaron. Además un amigo acababa de dar el paso». Al poco tiempo decidí contárselo a mis padres. «Siempre me he sentido respaldado y apoyado por ellos. A día de hoy son los primeros activistas y participan también con la Fundación Triángulo», acuña.  

El joven, pese a ser consciente de la discriminación que sufre el colectivo en el mundo laboral y a querer luchar para que termine, cree que a él en su sector no le ocurrirá lo mismo. «He trabajado de camarero durante tres años y no he sufrido discriminación. Creo y espero que en la educación suceda lo mismo», añade. 

No opina de otros sectores: «En el cine sucede que se dan papeles de personas transexuales a personas cisgénero. No lo entiendo porque sí que hay actrices y actores trans», protesta.  

Espacio patrocinado