Una emisora radiofónica de pueblo. Ese fue el punto de partida del movimiento por los derechos de los homosexuales en Extremadura. Era Radio Barcarrota, donde un por entonces veinteañero José María Núñez presentaba el programa ‘La tarde del viernes’. «Era un ‘magazine’ en el que tratábamos la discriminación de muchos colectivos: gitanos, inmigrantes… Y cuando llegó el momento de abordar la de las personas homosexuales me di cuenta de que no había ninguna organización representativa en la región», rememora Núñez. Corrían los años 90 y el colectivo LGTBI aún vivía en los márgenes de la sociedad. Este periódico recuerda con él y con algunos de sus compañeros el germen del activismo LGTBI en Extremadura.

«El motor». Así definen Ana Carmen Fraile, Amparo Hernández y Roberto González a Núñez, que fue quien los fue «fichando» para crear la primera asociación LGTBI de Extremadura: De par en par. «El nombre representa la ventana que queríamos abrir en la sociedad», recuerda Núñez. La década de los 90 llegaba a su ecuador y en 1995 se celebraba el Año Europeo de la Diversidad. Él vio claro que era el momento de dar un paso adelante. «En una revista de la época, ‘El trastero’, poníamos anuncios en las páginas de contacto para ir convocando a gente y nos reuníamos con ellos una vez a la semana en el embarcadero de Badajoz. Poco a poco, el grupo fue creciendo, aunque seguíamos siendo muy pocos», recuerda por su parte Ana Carmen Fraile. «Yo vivía en un piso con otras chicas y José María en el de abajo con otros chicos. Quedábamos entre nosotros y así nos conocimos», rememora. Otra de las pioneras fue Amparo Hernández: «Yo venía de Barcelona, donde ya había participado con alguna organización, y llegué a ellos a través de un amigo», dice. Mientras Hernández buscó a Núñez, este también «cazaba» a potenciales miembros: «Recuerdo que estaba en el Womad en Cáceres y José Mari supo por unos amigos que yo soy gay y vino a buscarme para hacerme la propuesta. Al principio me lo pensé un poco, porque era una iniciativa muy grande, pero me contagió su entusiasmo», rememora Roberto González. 

Ambos presentaron su iniciativa a la región a través de este periódico, en el artículo ‘Ser homosexual en Extremadura’ y en una entrevista que les realizó Fernando León con el título ‘Derecho a la diferencia’. «Antes de que se publicara llamé a mis padres para avisarles y contarles que yo era homosexual. Fue sanador porque me apoyaron. Pasé de vivir una doble vida, de no poder contar a nadie mis sentimientos, a verbalizarlo y no tener que ocultarme más», recuerda González.

Artículo publicado en El Periódico Extremadura presentando la asociación. CEDIDA

«Traumático, pecaminoso, antinatural, invisible, inexpresable…» son algunos de los adjetivos que expresa para definir cómo se veía ser homosexual en aquellos años. «Por aquel entonces no había nada a las claras, estábamos escondidos, a oscuras», tercia Fraile. «Yo creo que en general a la gente le sentó muy bien porque en aquellos momentos era un tema bastante tabú, incluso dentro de nuestro propio ambiente», cuenta por su parte Hernández.

El local y el teléfono rosa 

Y para romper todos los tabúes y visibilizarse presentaron al entonces consejero de Bienestar de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, su propuesta. «Logramos un local en San Juan, 21, en Badajoz, y también un teléfono para dar apoyo. Recuerdo que el teléfono era muy activo, porque la gente podía llamar y seguir en el anonimato. Nuestra vida pública como miembros del colectivo era inexistente y lo primero que tuvimos que hacer era enfrentar los estereotipos», explica Núñez.

«Una de nuestras primeras acciones fue salir a pegar imágenes por la ciudad. No eran nada del otro mundo, sólo chicos y chicas, tanto heterosexuales como homosexuales, besándose, dándose la mano, abrazándose… Queríamos darnos a conocer con los carteles. Y la policía nos la requisó», rememora Hernández, aunque subraya que fue más que nada una anécdota que ahora recuerda divertida. «La gente nos veía en general de manera muy natural, no recuerdo ninguna situación de coacción o amenaza», añade Fraile. «Extremadura siempre ha sido un pueblo muy abierto», afirma Núñez.  

El VIH/Sida

«En esa época teníamos muchos condicionantes, estaba también el VIH/Sida. Creamos una asesoría sobre este tema. Recuerdo que una vez en una entrevista en un medio dije que el VIH no distinguía raza, ni sexo ni clase y unos días después se me acercó un señor por San Francisco y me felicitó por ello. Nuestro objetivo era hacer un bien a toda la sociedad», cuenta González. 

«De par en par nació con una perspectiva integradora. No era solo un grupo para el colectivo LGTBI, lo que queríamos era insertarnos dentro de la sociedad», explica Núñez.

Los tres recuerdan con especial cariño el Festival de Cine Gay y Lésbico, que a día de hoy continúa como el FanCineGay, que precisamente arranca este mes de noviembre. «Venía gente y no sólo del colectivo, también otros que nos apoyaban y muchos por curiosidad. Una pregunta habitual era que si las películas eran de cine porno, como la representación era mínima y se ceñía a personajes oscuros y atormentados…», recuerda Núñez.

Y si el festival de cine fue uno de los grandes logros para visibilizar y normalizar la homosexualidad, otro de los grandes hitos fue lograr que se levantara la prohibición de donar sangre a personas homosexuales. «Era un paso para borrar esa visión de promiscuidad, de que los homosexuales éramos carne de VIH», rememora Núñez. «El otro gran hito fue que logramos que la Asamblea de Extremadura pidiera al Gobierno central que no destruyera los documentos de los expedientes de las personas fichadas por la Ley de Peligrosidad Social. Que se borraran en los registros policiales pero que se conservaran como parte de nuestra memoria histórica y reconocimiento a las personas LGTBI perseguidas», añade. 

Los cuatro testimonios de los inicios de De par en par. EL PERIÓDICO

Tareas pendientes

El balance general es positivo, pero los cuatro recuerdan también muchas historias traumáticas y tristes de personas que sufrían por no poder ser quienes eran. «Había muchas situaciones dramáticas y la asociación fue una vía de escape», dice Hernández. «Yo me dedicaba a responder cartas que nos mandaban. Demandaban mucha información y había una necesidad de sentirse comprendido e integrado en un grupo», cuenta Fraile. «Recuerdo el caso de una mujer trans gitana que tuvo que huir de la región o el de un chico homosexual al que su familia había repudiado por su orientación y luego lloraban en su funeral», rememora Núñez.

Y aunque la situación del colectivo a día de hoy ha mejorado, todos llaman a mantener la alerta ante posibles retrocesos. «A nivel legislativo hemos avanzado mucho pero todavía queda mucho por hacer y sobre todo en época de crisis, porque hay grandes cambios y los intolerantes aprovechan para manifestarse de forma abierta y violenta. La educación es fundamental para que la sociedad viva y deje vivir en el respeto a la diversidad», apunta González.

De par en par fue creciendo y llegó un momento en el que tenía «dos almas»: el activismo y la parte lúdica. Por eso a finales de la década la organización quedó como un grupo juvenil de ocio, que más tarde desaparecería, y el activismo se integró en otras organizaciones, como Fundación Triángulo y más tarde también en Extremadura Entiende.

De esta asociación pionera ya solo quedan los recuerdos de una lucha que a pesar de los años no es tan lejana. Porque aún queda tarea para que todas las personas puedan tomar las riendas de su vida libremente y mostrarse tal y como son ‘de par en par’. 

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