Un grupo de alumnos ocupan las filas de pupitres que conforman el aula José Luis Sotillo de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Murcia. Una estampa habitual si no fuera porque, en medio de ellos, como si fuera una más, se sienta una perra que parece escuchar con atención la lección. Se trata de una curiosa imagen que tiene una explicación, contada por sus propios protagonistas a La Opinión.

Los estudiantes de Veterinaria de la UMU tienen la posibilidad de asistir a clase con sus mascotas si así lo necesitan, "siempre y cuando los animales se porten bien y no interrumpan la clase", explica José Murciano Pérez, profesor de Patología Quirúrgica y Cirugía Especial, asignatura que imparte en el quinto y último curso del grado.

El docente ya se ha encontrado en varias ocasiones con la situación de que un alumno le pida entrar a clase con su perro. "Por mi parte no hay ningún problema, los animales están acostumbrados a convivir con los estudiantes en los pisos y se portan bien, no interfieren en la enseñanza", asegura. Una opinión que comparte la gran mayoría de profesores de la facultad, puesto que, hasta donde José tiene conocimiento, ninguno de sus compañeros ha puesto pegas a que los amigos de cuatro patas se adentren en sus aulas. Eso sí, por cuestiones de seguridad, comodidad y/o higiene, los animales no pueden acceder a algunas zonas de la facultad, como son los laboratorios, el interior de la cafetería, la granja o el hospital.

"Siento empatía por aquellos que por cualquier razón algún día tienen que ir de aquí para allá, no pasan por su piso, y necesitan ir acompañados por su perro", apunta Murciano Pérez, quien añade que «los estudiantes te lo agradecen y además se crea una cercanía que ayuda a que atiendan y se impliquen más». Los alumnos que se lo piden suelen vivir fuera de su municipio natal y no tienen a alguien de confianza con el que dejar a su mascota. Es el caso de Alba Usó, una de las alumnas que en algunas ocasiones ha ido a clase con su perra Shasha. "Es muy buena, no ladra e incluso parece que le gusta estar allí", cuenta la joven, residente en Murcia pero natural de Castellón.

"Los profesores nunca nos ponen problema, también porque nosotros sabemos los límites. A ningún alumno se le ocurriría intentar llevar a su perro si sabe que es nervioso o ladra mucho; o a cualquier otra mascota que no se pueda controlar", afirma Alba. Su perra, una terrier tibetano, no solo no molesta, sino que parece atender a las enseñanzas de los profesores más que algunos estudiantes. "Está muy tranquila y parece que le gusta", apunta su dueña.

"Durante una clase puse a Shasha como ejemplo de atención", señala con risas el profesor Murciano, quien ha sido padrino de tres promociones de Veterinaria de la UMU. La buena sintonía que tiene con los alumnos le ha llevado a contar con un alto índice de aprobados, cerca del 90%.