«Soy negro, gay e inmigrante. Por fin he conseguido alquilar un piso pero he sufrido rechazo y humillación». Jhonny Viana llegó a Mérida desde Brasil un 30 de abril de 2018 y desde entonces ha trabajado como cuidador de personas mayores. Él es uno de los protagonistas de la última campaña que ha lanzado la Fundación Triángulo Extremadura para concienciar sobre las dificultades que tienen las personas migrantes LGTBI para acceder a una vivienda.

«Llevamos casi cuatro años trabajando con personas LGTBI migrantes. Llevamos a cabo un estudio en varias áreas para ver los problemas que enfrentaban y, de estas, dos nos llamaron la atención: el empleo y la vivienda. Es verdad que el acceso a día de hoy a la vivienda es difícil para cualquier persona pero aquí estamos viendo una discriminación sistemática», explica Beatriz Retamar, técnica de proyectos de Triángulo. «Pudimos identificar que muchos caseros e inmobiliarias de entrada nos lo quieren», afirma. «También hay un alto porcentaje que comparte piso con hasta cinco personas o más que no son amigos ni familiares. No son abiertamente LGTBI con ellos porque les da miedo. Entonces se enfrentan al rechazo del que han huido en muchos casos», explica.

Por una situación así ha pasado B. S., quien llegó a España como solicitante de asilo desde Rusia. «Llegué a Canarias y a los tres meses me mandaron una carta diciéndome que me mandaban a Cáceres. No sabía ni donde estaba en el mapa», rememora. En la ciudad compartía el piso facilitado por una ONG con otras personas refugiadas: «Había mucha gente y muy diferente. Personas maravillosas pero también hombres heterosexuales, machistas y homófobos. Vienen de países donde la homosexualidad está prohibida y recibí muchas buras y humillaciones. Llegué a sufrir una agresión también», recuerda. Ahora ha conseguido vivir solo pero afirma que no está tranquilo: «Hoy vivo en el único distrito de Cáceres que es asequible para mí pero aquí hay mucha gente homófoba y cuando salgo a la calle tengo que esconder mi pluma, aparentar que soy un machote», cuenta. «En mi vida diaria tengo que volver a esconderme y me parece que mi historia se está repitiendo porque yo me fui de Rusia precisamente para no esconderme», lamenta.

A pesar de ello, B. S. se muestra agradecido con «mucha gente» que le ha ayudado. «Cuando he ido a las agencias inmobiliarias muchas me comentaban que los propietarios no querían alquilar a personas refugiadas. Por algunos irresponsables ya tenemos el cliché de que somos así, de que venimos a robar y a destrozar pisos. Los caseros no nos quieren por ser migrantes y LGTBI», denuncia.

Misma queja comparte Viana: «Puedo contar una de tantas historias: una vez llamé a un casero por un piso que tenía en alquiler y, al escucharme el acento, me dijo que ya no estaba libre. Mi pareja llamó unos 10 minutos después y todo fueron facilidades para que fuera a ver la casa», afirma. «Creo que a esto se le llama ‘racismo inmobiliario’. La gente te juzga por ser extranjero». 

Además de la xenofobia, Viana afirma que la homofobia también persiste: «Al ir a echar un vistazo a los pisos con mi pareja, nos miraban a los dos y nos ponían muchísimas pegas y eso que mi novio es español, así que llegó un momento en el que iba él solo a ver los pisos», cuenta. 

Finalmente ha conseguido encontrar una vivienda gracias a que fue recomendado por una amiga: «Te sientes impotente y te sientes mal. Hay mucha discriminación no solo para la vivienda sino también para el empleo. Y mi historia es una de muchas. Tenemos que demostrar constantemente que somos personas como cualquier otra», apunta.

Jhonny Viana, en Mérida EL PERIÓDICO

La campaña

Conscientes de esta situación, la Fundación Triángulo Extremadura ha lanzado este mes de diciembre la campaña ‘No seas parte del problema, forma parte de la solución’, dentro del proyecto para la acogida de personas LGTBI solicitantes de protección internacional en Cáceres que la organización está llevando a cabo con la financiación del Ayuntamiento y del Instituto Municipal de Asuntos Sociales (IMAS) de la ciudad. «Lo que queremos es sensibilizar y concienciar a propietarios y agencias inmobiliarias», expone Retamar. 

Para ello, han lanzado un vídeo en redes sociales en el que aparecen varias personas migrantes LGTBI que han tenido problemas para acceder a una vivienda. «Nos cuentan que han tenido que recurrir a amigos para que llamen por ellos para que así no les rechacen por su acento. Esto es más evidente en personas racializadas. O en el caso de una chica lesbiana, si va con su pareja le han dicho que no pero si es un chico sí. Con estas personas se suman las dos cosas», explica.

 Una «doble discriminación» que esta campaña trata de atajar. Como recuerda Viana: «Las personas ya pasamos por bastantes cosas en nuestra vida, solo pedimos que no nos la dificulten aún más». 

Prohibido ser homosexual

La homosexualidad sigue estando perseguida en buena parte del mundo. 

Según el informe Homofobia de Estado 2020, de la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex (ILGA), 69 países criminalizan ser homosexual frente a los 124 donde es legal. 

De estos 69 países, Egipto e Irak no cuentan con leyes que la persigan pero sí hay una «criminalización ‘de facto’», según la organización. 

Ser gay o lesbiana supone pena de muerte en Afganistán, Arabia Saudí, Irán, Mauritania, Nigeria, Pakistán, Somalia y Yemen. 

Hay 42 Estados que censuran la libertad de expresión en relación a temas LGTBI, ya sea señalándolos como contrarios a la «moral» como calificándolos de «propaganda homosexual». 

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