La trata de esclavos durante los siglos XVI y XIX fue un "asunto coral y europeo" en el que participaron españoles, portugueses, italianos y neerlandeses, entre otros, según un conjunto de estudios de un grupo internacional de 17 historiadores publicado por la Universidad de Sevilla.

"El tráfico de esclavos en el Atlántico marcó la construcción del mundo moderno y sostuvo el desarrollo de la primera economía mundial entre Europa, África y América", según las conclusiones de este conjunto de estudios agrupados bajo el título "Tratas atlánticas y esclavitudes en América. Siglos XVI-XIX", coordinado por los profesores de la Universidad de Sevilla Manuel F. Fernández Chaves y Rafael M. Pérez García.

Los quince trabajos reunidos en este volumen están basados en documentación inédita conservada en una veintena de archivos históricos y bibliotecas de España, Portugal, Italia, Bolivia, Argentina, Chile y Brasil, relativa a puertos que destacaron en el tráfico de esclavos, como Cádiz y Oporto.

También se refieren estas investigaciones a mercados y regiones africanas y caribeñas, además de los archipiélagos atlánticos, que conformaron "los gigantescos engranajes de las tratas esclavistas atlánticas" en el largo periodo de algo más de tres siglos, desde la provisión de mano de obra a Puerto Rico en el primer decenio del siglo XVI hasta la legislación española sobre mantenimiento de esclavos en la misma isla de 1848.

Según los coordinadores de este conjunto de investigaciones, se ha tratado de ofrecer "una visión panorámica que confirma la idea de un mundo fuertemente conectado e interrelacionado a pesar de las distancias".

Del carácter transnacional de este mercado da cuenta la aportación del investigador Jonatan Orozco Cruz, de la sevillana Universidad Pablo de Olavide, quien describe la naturaleza "transnacional, transcultural y transimperial" de estas redes mercantiles, a las que llega a describir como "cosmopolitas".

Orozco Cruz, que analiza las principales compañías esclavistas del último tercio del siglo XVII, afirma que estuvieron integradas por "hombres de negocios italianos, ingleses, portugueses, flamencos y franceses".

"Las interrelaciones entre estos hombres de negocios dentro del asiento de esclavos se tradujeron en una red de corresponsales en común, que apoyaba los negocios no sólo de los titulares, sino también de factores, capitanes, marineros y demás personas empleadas" en esta industria, como "una numerosa red de apoderados en lugares como Cádiz, Sevilla, Madrid, Amberes, Amsterdam, Curazao, Jamaica, Cartagena de Indias, Portobelo y Veracruz", aunque sólo nombra los centros "más relevantes".

Miguel Royano Cabrera, también de la Universidad de Sevilla, dedica un apartado de su investigación al "comercio ilícito" de esclavos, del que dice que fue "un negocio prohibido pero buscado" y documenta tres casos de mercaderes de la Corona de Aragón en el tráfico ilegal de esclavos.

Dos de esos casos fueron por llevar a Indias esclavos sin licencia, pero el caso más complejo fue el del comerciante Jerónimo Tría quien, pese a contar con licencia, pasó cuatro indios desde Veracruz a Sevilla, que le fueron confiscados "puesto que las Leyes Nuevas de 1542 garantizaban la libertad de los indígenas, quedando limitada la esclavitud en caso de revuelta a los varones mayores de 14 años".

Giuseppe Patisso, profesor de la italiana Universitá del Salento, cierra este conjunto de investigaciones con un trabajo sobre la legislación esclavista en Puerto Rico en la primera mitad del XIX, así como sobre el debate sobre la abolición de la trata de esclavos y la esclavitud.

"El terror de la libertad" se titula el trabajo de Giuseppe Petisso en clara alusión a las duras medidas que implantó, como gobernador de la isla, el general Juan Prim, con la idea de evitar revueltas de esclavos, unas normas que no diferenciaban entre africanos libres o esclavos y que extendían la pena de muerte a delitos como el robo o el incendio provocado, entre otras medidas represivas que a la postre le costaron su destitución en 1848.