"Si vosotros vierais lo que yo veo, la dureza en que vive la gente, me entenderíais. Todo eso te hace muy sensible al dolor humano". Penélope Gámez sólo duerme tres o cuatro horas al día. Esta farmacéutica del barrio madrileño de Vallecas no tiene tiempo para más: además de encargarse del trabajo y de sus hijos, ayuda a centenares de familias en situación de precariedad, envía material sanitario a Ucrania y gestiona la venida de refugiados de la guerra. Mueve montañas por socorrer a quien lo necesita, a pesar del cansancio.

El confinamiento domiciliario de 2020 dio un vuelco a la vida de esta farmacéutica. Penélope empezó a asistir a "diez abuelillos" a los que les acercaba medicinas a casa, les hacía la compra, les hacía curas, les paseaba al perro... Entonces, empezó a ver que "había mucha necesidad". La precariedad se estaba cebando con muchas familias que no podían costear ni siquiera su alimentación. "Cada vez íbamos ayudando a más gente que estaba en esa misma situación. Pasamos de 10 a 30, a 80, a 120 familias. Veíamos que sólo adquirían alimentos superbásicos como macarrones, tomate frito, atún o salchichas. Al principio les comprábamos cestas de alimentos de nuestro propio dinero en un mercado mayorista", cuenta Penélope a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, diario perteneciente al mismo grupo editorial que este medio

Los ancianos que iban a los centros de día y las personas que acudían a los comedores sociales se quedaron de repente sin comer. Y ella empezó a buscar cómo llevarles comida preparada porque tampoco podían cocinar. En ese momento, algunas asociaciones comenzaron a ayudarla, como World Central Kitchen. Cerraba a mediodía la farmacia, uno de los pocos establecimientos abiertos en la primavera de 2020, y se iba a repartir comidas. Y material sanitario: mascarillas, geles sanitarios, guantes, etcétera.

Cada vez más ciudadanos y ciudadanas solicitaban su ayuda y ya no podía hacer frente a la demanda con sus ahorros, así que decidió fundar la asociación Farmacéuticos Solidarios para que las farmacias que quisieran se unieran y las personas pudieran prestarse como voluntarios o bien hacer donaciones para apoyar el proyecto, tanto monetarias como de alimentos, productos de higiene (pañales, compresas), ropa, juguetes o material escolar.

En su despensa, Farmacéuticos Solidarios preparan cestas con alimentos y comidas para personas que están en apuros económicos. Alba Vigaray

"Llegó un momento en que era muchísimo el dinero invertido en ayudar, que yo lo hacía encantada, pero pasamos de diez abuelos a mil y pico de familias. Cuando venía alguna nueva emergencia, como Filomena, venía muchísima gente a por menús, mantas y ropa de abrigo. Cuando entró en erupción el volcán de La Palma, allá que ayudamos. Con la guerra de Ucrania, igual. (...) Hay un montón de voluntarios que son mis manos derechas, yo estoy en la punta de la pirámide, pero en la base hay mucha gente que curra muchísimo y cada uno de ellos vale oro. Cuando digo 'vamos a ayudar a Ucrania' me miran como si estuviera loca, pero acto seguido me preguntan '¿qué hay que hacer? ¿Dónde tenemos que ir?'".

"La gente te abraza como si le estuveras salvando la vida"

En Farmacéuticos Solidarios reparten cestas de alimentos, frutas, pan, ofrecen 1.800 platos de comidas cada semana (durante la pandemia llegaron a dar 1.200 menús diarios). Cuando pueden, cruasanes y bizcochos: "Las cosas dulces son las que más te agradecen", reconoce la farmacéutica. Si alguien necesita una lavadora, libros de texto, una silla de ruedas, una vacuna o un abrigo, Penélope intenta conseguirlas.

"La gente te abraza como si le estuvieras salvando la vida. No puedo pagar la luz ni el alquiler, me faltan recursos, pero comida te puedo dar, si se te rompe la lavadora, te la busco. Intentamos ayudar a todo el que viene. Las madres me dicen ' mis hijos han comido gracias a ti, te estaré agradecida toda la vida'", cuenta la farmacéutica, que confiesa que los problemas de sus vecinos y vecinas le quitan el sueño. Pero es mayor la fortaleza.

"Cuando ves lo que yo veo, sigues. Te desesperas y frustras porque no llegas a todo. No tengo tiempo, no me da la vida, he dormido tres horas. Pero cuando ves que una madre le da un biberón aguado a un niño porque no tiene dinero para comprar leche, cuando ves el culo ensangrentado de un bebé porque le ponen pañales de talla pequeña porque no pueden pagar una nueva talla, cuando ves a una mujer que recurren al papel higiénico o a trozos de toalla porque no pueden comprar compresas y sigues. He visto burradas, familias muy dejadas y cuya situación era muy complicada durante el confinamiento", asevera.

Además de ayudar a familias que viven en Madrid, la farmacéutica Penélope Gámez envía ayuda a Ucrania a través de corredores humanitarios. Alba Vigaray

La profesional sanitaria explica que las farmacias de barrio conocen a sus pacientes, saben "quién necesita y quién no". Durante el confinamiento, rememora Penélope, sólo estaban abiertos los supermercados, los estancos y las farmacias. "Acudía todo el mundo para cualquier cosa: a que le configuraras el teléfono porque no sabía, a buscar cura para alguna dolencia que no atendían en el centro de salud por la saturación de la covid, éramos la primera línea. Nosotros hemos estado llevando la compra a positivos por covid-19. No sólo yo, muchos farmacéuticos y farmacéuticas lo han estado haciendo. Para algunos, éramos la única persona a la que veían o con la que hablaban al día".

Farmacéuticos Solidarios reparte cestas de alimentación a centenares de familias cada dos semanas, también da muchas comidas y cenas preparadas: el precio de la luz y el gas impide a muchas personas cocinar, lamenta la farmacéutica.

Ayudar a la población ucraniana

Ante la invasión bélica de Ucrania y la situación de máxima necesidad de su pueblo, Penélope no pudo quedarse con los brazos cruzados. La asociación de farmacéuticos ha contribuido a establecer un corredor humanitario para enviar tres tráilers y dos autobuses con material sanitario, medicamentos y ropa a través de Moldavia, Polonia y Rumanía.

En contacto con las autoridades sanitarias ucranianas para que el material llegue a los hospitales y otros lugares que lo necesitan y no caigan en manos del mercado negro, Farmacéuticos sin Fronteras trata de aportar su granito de arena. Los autobuses que viajaron con el material, hicieron el camino de vuelta trayendo a personas refugiadas.

"Lo de Ucrania ha sido desbordante", reconoce Penélope. "Ojalá tener más recursos y un local más grande, pero los recursos son los que son y el dinero es el que manda siempre. A la vez seguimos dando menús de comida preparada todos los días. Aparte de Ucrania, las familias de Madrid son importantes porque tienen que comer, para muchas es el único plato caliente que comen al día. Lo que no puedo hacer es ayudar a los de fuera y dejar a los de Madrid sin nada. No es perfecto, no podemos dar lujos, pero intentamos normalizar lo más posible la situación a las familias. Si un niño cumple años, que tenga su tartita, si llegan los Reyes Magos, que puedan tener un juguete", concede.