La concentración de dióxido de carbono en la zona del pueblo de La Bombilla, en La Palma, es de 50.000 partes por millón, lo cual es incompatible con la vida por el desplazamiento de oxígeno que implica, ha dicho este jueves en comisión parlamentaria la directora del Instituto Geográfico Nacional en Canarias, María José Blanco.

La situación también es mala, pero no tanto, en Puerto Naos, ha indicado María José Blanco en una comparecencia parlamentaria que estudia los efectos de la erupción volcánica que desde el 19 de septiembre hasta el 13 de diciembre del pasado año se produjo en la zona de Cumbre Vieja, en La Palma.

La Bombilla y Puerto Naos están en el municipio de Los Llanos de Aridane, uno de los más afectados por la erupción volcánica, junto a los de El Paso, donde se produjo la erupción, y Tazacorte, donde la lava ha llegado al mar.

La presencia del dióxido de carbono en la atmósfera es de media de 380 partes por millón, y se trata de un gas incoloro e inodoro cuya emisión es una de las principales causas del calentamiento global, si bien el que emiten los volcanes no lo causa y su influencia en la atmósfera es muy inferior a la del CO2 que produce la actividad humana.

La directora del Instituto Geográfico Nacional en Canarias ha reconocido que no hay previsión alguna de cuánto durarán esas emisiones.

María José Blanco ha hablado de la situación previa a la erupción, y así ha declarado que seis días antes de la misma se produjo gran cantidad de terremotos a una profundidad del orden de los 12 kilómetros, algo que lo "normal" en el caso de las islas Canarias es que termine en superficie.

También había deformación del terreno en estaciones no próximas al lugar en el que se produjo la erupción, y ha apuntado que el volcán no puede llamarse Cumbre Vieja porque ese es el nombre que tiene la zona geológica

La erupción comenzó con dos fisuras en las que había seis bocas que empezaron a construir conos "muy rápidamente" y la lava llegó a los 600 metros de altura, y María José Blanco ha comentado que las coladas cumplieron con lo previsto en los mapas que se realizaron a los dos días de la erupción.

María José Blanco ha comentado que fue muy fácil predecir a largo plazo el movimiento de las coladas pero a corto, de un día para otro, era "imposible", y también ha explicado que lo que más ha sorprendido a los científicos ha sido la velocidad con la que se produjo el proceso.

Esto último se debe a que la frecuencia eruptiva en Canarias es baja, 14 en 500 años, en relación a otras zonas volcánicas, y ha subrayado asimismo la coordinación que ha habido en la gestión de la crisis, de forma que todos los días había un comité científico, del que salían las decisiones por consenso.

Juana Vegas, del Instituto Geológico y Minero de España, ha declarado que los miembros de este organismo realizaron un muestreo sistemático diario de las cenizas volcánicas, entre otros estudios, y estuvieron atentos a los desprendimientos que se producían en La Palma.

También se han preocupado por el análisis de los riesgos volcánicos secundarios, de forma que llevaron a cabo simulacros de lluvia para ver el comportamiento de la ceniza, y en colaboración con la Unidad Militar de Emergencias (UME) realizaron un muestreo de todas las coladas y probaron un prototipo para hacer análisis químicos en tiempo real.

Ha destacado la importancia de la tecnología y el uso de drones, y el trabajo realizado para hacer mapas de evolución de la temperatura de las coladas.