La felicísima reaparición de Emilio de Justo ha sido el titular más llamativo de una tarde, la de este domingo en Almería, en la que Roca Rey volvió a mostrar su inapelable primacía en el gran circuito de las ferias.

El argumento previo de la tarde giraba en torno a la anunciada reaparición de Emilio de Justo tras el largo y tortuoso calvario que siguió al gravísimo percance del Domingo de Ramos en Madrid. Han sido cuatro largos meses de rehabilitación intensiva pero, sobre todo, de una inquebrantable fe en sí mismo para llegar a esta cita, anunciado mano a mano con el líder de la campaña.

Conviene destacar como merece el gesto de Emilio de Justo: presto y dispuesto a hacer el paseíllo en un tiempo récord. La sensibilidad del público almeriense subrayó el momento con una cálida ovación después del demoradísimo paseíllo, que tuvo que aguardar a que los toreros -absurdamente- terminaran de liarse mientras los alguaciles daban vueltas al ruedo.

Pero tenía que salir el toro: el primero, para De Justo, fue un bonito colorao de alegre salida que permitió al diestro cacereño encajarse en un largo recibo capotero en el que trufó verónicas de compás abierto y cerrado y una hermosa cordobina. Emilio brindó al público, apercibido del buen aire del animal que, también, tenía la fuerza justa.

Fue una faena de cadencia y temple, planteada en la media altura, que se vio mediatizada por la invalidez de su enemigo. Cuando se echó la muleta a la izquierda, dibujando largos y tersos naturales rematados por grandiosos pases de pecho ya no había ninguna duda. El torero estaba y el toro, de gran clase, tenía grandes posibilidades.

Y es que hubo más, mucho más: una sinfonía de naturales sobre ambas manos después de soltar la espada de ayuda en una labor in crescendo que abrochó con extraordinarios muletazos por bajo y manoletinas a compás abierto. La estocada fue de libro. Las orejas, de ley. No podía haber un reencuentro más feliz.

El tercero, un ejemplar de llamativo aire Villamarta, lo brindó a Enrique Ponce. El toro había tenido más trote que galope en banderillas pero llegó a la muleta con un puntito de casta que le complicó las cosas en ocasiones a Emilio de Justo, posiblemente menos fluido de ideas que con el animal anterior. Lo mató de una estocada entera después de un feo metisaca.

Aún le quedaba el quinto, un toro excesivamente voluminoso al que le dieron muy fuerte en el caballo. Emilio animó la cosa en un florido quite por chicuelinas antes de devolver el brindis a Roca.

La faena comenzó a todo trapo, con muletazos cambiados por bajo, y continuó a ese nivel en las primeras tandas diestras pero el diálogo más íntimo con el "cuvillo", que ya había echado el freno llegó cuando se echó la muleta a la mano izquierda para desgranar un mazo de hermosos naturales dichos de uno en uno, que precedieron a la estocada. Iba a caer la tercera oreja.

El segundo de la tarde, para Roca Rey, fue un ejemplar sin entrega en los primeros tercios, muy bien banderilleado por Antonio Chacón, que el diestro peruano brindó al propio Emilio de Justo. Roca sometió al astado desde el primer muletazo, cuajando una faena de trazo intenso, siempre reunido con el animal, que culminó con un impresionante arrimón. Las dos orejas eran de cajón.

Después de la copiosa merienda salió a lidiar el cuarto, un astado altón y un punto bastote que no dio facilidades en el capote -Roca se la jugó en el quite- ni en la muleta por brusco y falto de clase aunque el diestro limeño, que estuvo siempre a altísimo nivel, cruzó todas las rayas hasta ser prendido dramáticamente en una aterradora voltereta de la que salió herido pero presto a tumbar al animal de un estoconazo.

El sexto, de bonitas hechuras pero más recortado que el resto, saltó con la noche echada y estuvo a punto de derribar al piquero. Roca volvió a emplearse en su mejor versión sin importarle su embestida informal y algo rajada: desde los muletazos cambiados por la espalda, pasando por el intenso y extenso toreo fundamental, hasta llegar a la traca final, toreando de rodillas para formar el lío definitivo. La espada, desgraciadamente, no estuvo a la altura.

Ficha del festejo

Seis toros de Núñez del Cuvillo, desigualmente presentados. El primero resultó noble, blando y enclasado. Tuvieron nervio y casta segundo y tercero; resultó brusco y desclasado el cuarto; tuvo bondad pero poca duración el voluminoso quinto y rajado e informal el terciado sexto.

Emilio de Justo, de brandy y oro: dos orejas, ovación y oreja.

Roca Rey, de carmelita y oro: dos orejas, oreja y ovación.

Actuó de sobresaliente Miguel Ángel Sánchez.

En cuadrillas, El Algabeño saludó tras banderillear al quinto.

La plaza registró tres cuartos de entrada en tarde agradable.