¿Quiere usted disfrutar de un Puente de Todos los Santos terrorífico con la adrenalina por las nubes, acostado en un ataúd del Castillo de Drácula? No lo dude y contribuya a impulsar el incipiente turismo rumano que ofrece un recorrido plagado de guiños macabros a Vlad Draculea (1431-1476), hijo de un miembro de la orden del dragón, creada para proteger el cristianismo, un luchador volcánico, impredecible y despiadado que se enfrentó rodeado de su leal Guardia Moldava para evitar pagar tributos tanto a los musulmanes otomanos como a los cristianos. Tenía además la manía de ensartar en estacas a sus enemigos.

Vlad Tepes III, El Empalador, príncipe durante seis años de Valaquia, el sur de la Rumanía de hoy, es sobre todo un héroe nacional para los rumanos que alimentan la leyenda de un ortodoxo, fallecido como un firme católico aliado del Papa Pío II cuando en 1459 llamó a una cruzada contra los turcos que avanzaban desde Constantinopla hacia el oeste de Europa.

La historia de Drácula, el vampiro creado por Bram Stoker inspirado en El Empalador, revive cada año con la celebración del Día de Todos los Santos y Rumanía ofrece ahora la posibilidad por unos 250 euros de dormir en ataúdes en el castillo de Bran que la imaginación del escritor irlandés atribuyó al vampiro pero en el que nunca vivió Tepes, dueño de la fortaleza de Poenari, un hombre de nariz aguileña, pómulos sobresalientes, bigote y pelo ensortijado que nació en noviembre de 1431 en Shigisoara, una localidad valaca entonces y hoy, transilvana.

Si alquila una habitación para dormir en el castillo de Drácula, un coche de caballos irá a recogerle, le servirán la cena que Drácula ofreció a su invitado en la novela de Bran y dormirá en un ataúd.

Ahora bien, hay una serie de reglas: no podrá introducir ajo en el castillo; no podrá introducir plata en el castillo; no podrá hacerse selfies en el castillo.

Fortaleza medieval

A 30 kilómetros al sur de Brasov, capital turística del esquí en Rumanía, y justo en la frontera entre Valaquia y Transilvania se levanta el castillo de Bran que inmortalizó Stoker, quien tampoco estuvo nunca en esta región que el cine ha convertido en plató para reproducir las numerosas versiones del Conde Drácula. La fortaleza medieval enclavada en un montículo y rodeada de espesos bosques y altísimas montañas era la morada perfecta para situar la leyenda de un hombre tan seductor como mortífero, amante de la sangre que succionaba con sus afilados colmillos y alérgico a la luz del sol que le obligaba a pasar los días en su ataúd.

El castillo de Bran fue residencia de verano desde 1920 de la reina María de Rumanía que lo transmitió a su hija Elena. Confiscado tras la II Guerra Mundial por los comunistas de Ceausescu, se transformó después de la revolución rumana de 1989 en destino turístico y en 2006 regresó a manos del hijo de la princesa Elena, Dominico de Austria-Toscana, quien trata de venderlo por 50 millones de euros. La única oferta seria de compra le llegó al Habsburgo hace unos años del magnate ruso Román Abramóvich pero la operación se frustró en el último momento y la fortaleza se "vende" ahora como destino terrorífico durante noviembre para parejas adictas a la adrenalina del miedo.

En la invención de su Conde Drácula, Stoker bebió de las despiadadas historias de El Empalador que residió en el castillo de Poenari, una construcción hoy en ruinas en el centro-meridional de Rumanía que se alza sobre un acantilado al margen derecho de la sinuosa carretera de Transfagarasan. Es una vía de 90 kilómetros que recorre de norte a sur los picos más altos del sur de los Cárpatos para conectar Transilvania y Valaquia y pasar por las ciudades de Pitesti y Sibiu, la antigua capital de Transilvania fundada por colonos sajones en el siglo XII.

Pero el novelista irlandés tuvo que desplazarse imaginariamente a 400 kilómetros de Shigisoara para encontrar otra sanguinaria fuente de inspiración: el macabro rastro de Isabel Báthory (1560-1614), la cruel condesa sangrienta de origen transilvano que obsesionada con conservar su belleza asesinó a más de 600 jóvenes para beber su sangre.

Sighisoara, ciudad natal del "héroe" Vlad Tepes, mantiene las características de una pequeña ciudad medieval fortificada y vive, cómo no, del recuerdo de su príncipe de Valaquia mientras las autoridades rumanas tratan de impulsar nuevos atractivos para el despegue de su turismo.