Las víctimas de violencia de género padecen maltrato durante mucho tiempo: quienes dan el difícil paso de denunciar a su agresor --apenas el 20 %-- tardan una media de casi 9 años en hacerlo. Hay mujeres que sufren violencia durante décadas. Sin embargo, la respuesta de la justicia a este maltrato habitual deja que desear, pues son minoritarias las condenas en las que se castiga al maltratador por convertir la vida de su pareja en un vía crucis.

La Fiscalía General del Estado alerta en su última memoria anual de que sólo el 6,6 % de los delitos de violencia de género se juzgan como maltrato habitual.

"Llama la atención el bajo porcentaje de acusación por delito de maltrato habitual, con un 6,6 %. Ello nos conduce a reflexionar acerca de la necesidad de intensificar el esfuerzo instructor en la acreditación de este tipo de delitos, de ordinario de gran complejidad probatoria", incide el Ministerio Fiscal en su memoria relativa al año 2021.

La Fiscal de Sala Delegada Coordinadora contra la Violencia sobre la Mujer, Teresa Peramato, subraya que las mujeres tardan una media de ocho años y ocho meses en denunciar la violencia de género que sufren, y mucho más en el entorno rural, de 12 a 20 años. "Esto lo que nos dice es que están soportando durante muchísimos años todo tipo de violencias. Sin embargo, nos quedamos en muchísimas ocasiones sólo con el último acto: 'hoy me ha pegado una bofetada, hoy me ha amenazado'", precisa en declaraciones a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, del grupo Prensa Ibérica. Normalmente, relata la fiscal, estos asuntos se resuelven por el trámite de diligencias urgentes, por un juicio rápido.

El Supremo también se ha pronunciado este año sobre la violencia habitual que sitúa a la mujer en un estado de "agresión permanente", una atmósfera irrespirable o un clima sistemático de maltrato. El alto tribunal ha enfatizado que la reiteración de conductas de violencia física y psíquica por parte de un miembro de la pareja merecen un plus de reproche penal pese a que, vistas de forma aislada, no pasarían de constituir delito leve.

Dificultad probatoria

La magistrada de la Audiencia Provincial de Barcelona Lucía Avilés indica a este diario que la cifra de condenas por violencia habitual es tan baja porque hay dificultad probatoria, pero insiste en que eso no debe llevar sin más a la justicia a abandonar la investigación.

"El principio internacional de derechos humanos de la diligencia debida nos impone la obligación de investigar, dentro de lo humanamente posible, todo aquello que se denuncia", subraya la magistrada, que también recuerda que en el 2020 el Tribunal Constitucional afirmó que no se puede cargar sobre las víctimas de violencia de género todas las pruebas, que hay que agotar todas las líneas de investigación posible.

Y esto es trasladable, continúa, tanto a los casos en los que se denuncia expresamente un maltrato habitual como a los supuestos en los que la víctima acude a la justicia por el último hecho sufrido, que suele ser de violencia física, y en su relato cuenta una situación de maltrato habitual que "en muchas ocasiones se ve entrelazado con violencia psicológica, sexual y económica".

"Es muy habitual encontrar a estas víctimas", reconoce Avilés, que detalla que el maltrato habitual se castiga de forma más severa --con hasta tres años de prisión-- que el tipo básico de maltrato físico --de seis meses a un año o bien trabajos en beneficio de la comunidad.

En el momento de dictar la sentencia hay que valorar todo lo sucedido y se aprecia un amplio relato de la denunciante que engloba distintas formas de violencia, pero luego se califica el escrito de acusación por el último hecho cometido, que suele ser una agresión física, y se omite todo lo demás.

"Esto tiene que ver con la instrucción de las causas como juicio rápido, que tiene la ventaja de que protege de manera rápida y solvente la situación de las víctimas y de los denunciados, pero por otro lado no agota la investigación de todo el contexto de violencia de género en que ha quedado inserta la mujer denunciante", señala la magistrada.

Peramato adelanta que la próxima semana se abordará el maltrato habitual en el encuentro anual de fiscales especialistas en violencia de género. Se debatirá sobre cómo mejorar la respuesta judicial a este asunto desde el Ministerio Público, pero la fiscal adelanta que desde luego se tratará de "impulsar ese canon reforzado de diligencia debida para investigar todos esos hechos y poder dar la respuesta que se merecen".

A la Fiscal de Sala Delegada Coordinadora contra la Violencia sobre la Mujer le preocupa sobremanera la protección de las víctimas de maltrato machista y de sus hijos e hijas. El camino para acceder de forma más eficaz a esa protección es la denuncia, pero Peramato es consciente de la importancia de que las mujeres tengan asistencia jurídica y apoyo desde el principio para que "estén fuertes, puedan declarar, se mantengan", relaten las vivencias a las que han sido sometidas y así se pueda hacer una valoración de todos los hechos.

Son delitos, precisa, que se cometen en la más absoluta intimidad, en la privacidad del domicilio y de las relaciones de pareja, por tanto muy difíciles de demostrar. De ahí la relevancia del relato de la víctima como prueba.

Marga, superviviente, ha vuelto a reír

Marga (nombre ficticio) ha pasado la cincuentena y tiene una nueva vida, con hogar propio y trabajo. Ha vuelto a reír. Superviviente de violencia de género, está en el camino de la recuperación. "Ahora me oyes reírme mucho, pero va por dentro". Una tarde tuvo que dejarlo todo para huir, con tan sólo dos euros en el bolsillo, de su agresor.

Fueron tres años los que compartió con este hombre, que la maltrató física y psicológicamente a partir del primer año de convivencia. "El maltrato empezó siendo superpsicológico: los típicos insultos, como puta. Él empezó a beber y la cosa fue a peor, con agresiones físicas. Cuando tuve ya un parte de lesiones, se acabó, dije 'no puede ser' y llamé a la Guardia Civil. Ellos mismos me llevaron al centro médico y a poner la denuncia y él acabó en el calabozo una noche. Yo estaba en casa muerta de miedo por si volvía. A pesar de que tenía una orden de alejamiento, volvió y casi tiró la puerta, y se lo volvieron a llevar", rememora.

A partir del quebrantamiento de la orden de protección, Marga pidió ayuda a una trabajadora social, que la derivó a Cruz Roja. En diez minutos, la llamaron de una casa de emergencia, le dieron dos horas para hacer una maleta y le enviaron un billete de autobús. La mujer abandonó el lugar en el que había vivido durante más de dos décadas con dos euros en la cartera. Estuvo seis semanas en una casa de emergencia de otra ciudad, luego otras seis semanas en una casa de acogida, de donde salió para vivir en un piso compartido.

Marga no puede dar señas de su identidad ni de dónde vive, cuenta con seguimiento policial y tiene un dispositivo cometa de localización (el agresor lleva una pulsera de control telemático para evitar que se pueda acercar a ella). Gracias a un curso de formación de Cruz Roja consiguió trabajo, ya es indefinida y se mudó a una casa para ella sola.

"El juicio salió a mediados de junio y ya tengo la orden de alejamiento hasta 2024. Él se ha beneficiado de trabajos sociales, no ha tenido que cumplir pena de prisión", destaca. A pesar de que el maltrato fue continuado, la condena ha sido por la agresión física.

"Cuando vivía con él, creía todo lo que me decía, pensaba que era una inútil y que él tenía razón. Luego ya vas reseteando un poco y ahora mismo me encuentro superbien porque llevo ya un año aquí, hace un año de esto. Tengo mis ratos, pero con mi trabajo y mi independencia, ahora bien. Quizá lo más duro para mí ha sido que mi entorno de amigos me dijo que probrecito él, que le he puesto una pulsera, y eso que yo tuve parte de lesiones y mi cara hinchada. Para mí, lo peor ha sido el maltrato, pero esta ha sido la gota que ha colmado el vaso. Yo no soy juez, qué pulsera voy a poner yo a nadie, que no lo hubiera hecho, que se lo hubiera pensado antes", denuncia.

En el 25N, Marga quiere mandarle un mensaje a otras mujeres que se encuentren en estos momentos en una situación de maltrato machista: "Que no aguanten tanto como yo, que se sale. Mira yo, sin un duro, con dos euros en el monedero, he podido salir. Gracias a Cruz Roja, a las asociaciones y a mi jefe, que me dio trabajo, pero se sale".

Pide ayuda

El 016 atiende a las víctimas de todas las violencias contra las mujeres. Es un teléfono gratuito y confidencial que presta servicio en 53 idiomas y no deja rastro en la factura. También se ofrece información a través del correo electrónico 016-online@igualdad.gob.es y asesoramiento y atención psicosocial mediante el número de Whatsapp 600 000 016. Además, los menores pueden dirigirse al teléfono de ANAR 900202010Todos los recursos contra la violencia de género.