Este abogado de Llerena estudió Derecho aunque siempre supo que nunca ejercería la abogacía. Un día, como él dice, empezó “a trastear con las cámaras parriba y pabajo” y comenzó ‘Soy tribu’, una vuelta al mundo en motocicleta donde documenta tribus nativas y contemporáneas. Agustín Ostos está muy convencido de que el mayor viaje de todos es la vída en sí.

-¿Cuántas veces le han preguntado si se siente Willy Fog?

-Me preguntan qué siento al estar todo el tiempo viajando. Adoptar el viaje como modo de vida me hace recordar que el mayor viaje de todos es la vida en sí. Cambiar de lugar todo el tiempo, no saber bien dónde voy a dormir, dónde voy a comer, me intensifica el sabor de la propia vida.

-¿Cómo decidió recorrer el mundo en moto?

-No fue una decisión racional sino más bien visceral. O sea, fue como algo que tenía que suceder sí o sí y que no podía siquiera negarme a que sucediera. Al principio lo vi como una locura, más tratando de hacer de ello un trabajo del cual poder vivir. Se me fue manifestando en el consciente y en el subconsciente: soñaba todos los días, le hablaba a mis amigos, y solo pensaba en ‘lo voy a hacer’. Y la mejor forma de realizarlo, lo que más libertad me da es hacerlo encima de una moto.

-¿Viajar es vivir?

-Y vivir es viajar. Encuentras la mejor y peor versión de ti mismo. Lo llamo ‘la vida en bruto’, desarrollar el paladar, saborear todo con los ojos, con las manos, con la boca, con el olfato, con los sentidos. Tengo un amigo que decía que viajar es como tirar un huevo en una sartén, que se expande por todos lados. Viajar te expande, si viajas solo y es un trayecto de aventura, te permea bastante. Permearte del viaje es permearte de la vida. Aprendes que las cosas no son, necesariamente, como nos comentaron que fueron.

-¿Viajar te vuelve tolerante?

-Se desarrolla la tolerancia porque aprendes que hay otras formas de hacer las cosas, de sentir, otras culturas. Si el viaje cumple con su función primigenia que es aceptar la posibilidad de otra forma de hacer las cosas, sí o sí tienes que desarrollar la tolerancia. Y por eso recomiendo viajar: porque vivimos en un planeta donde el respeto y la tolerancia escasean mucho.

-¿Instagram es el cuaderno de bitácora de los influencers?

-No me considero ni influencer ni youtuber al uso. De facto, sí, porque utilizo las plataformas, pero no me gusta esa palabra. El influencer tiene una voluntad palpable de querer influir sobre alguien. Tengo más de cuatro millones de seguidores en todas las plataformas, pero no me importa tanto el número sino el estar contento con lo que uno hace, en lo que uno cree.

-¿La emigración es el mal de Extremadura?

-Sí. Una constante desde tiempos inmemoriales. Extrema y dura, la línea divisoria de tantísimo tiempo lastrándonos. En las últimas décadas hemos mejorado pero es una realidad que la gente se sigue yendo fuera. Ojalá le podamos dar una vuelta y que sea la gente la que venga. Sin zonas rurales, las ciudades no se alimentan.