En 2021 estrenó ‘Karen’, una película protagonizada por Christina Rosenvinge que evoca los últimos días de la escritora danesa Karen Blixen. Con ella, además de consagrarse, María Pérez Sanz, que estudió Comunicación Audiovisual en la UCM y es diplomada en Dirección Cinematográfica por la Escuela de Cine de Madrid, hizo posible el mágico viaje de llevar la dehesa extremeña a la sabana africana.

-¿Qué valores infunde el cine?

-Me dedico al cine porque aparte de que no tengo talento para otras disciplinas artísticas, lo amo, me permite trabajar con gente, en equipo. Necesito compartir, exprimir y que me expriman, eso es algo que en el cine es precioso.

-¿Qué tiene que ver la gran pantalla con su crecimiento personal?

-Todo. Vivir la vida me gusta, pero representarla es fabuloso.

-Dicen que su forma de hacer cine gravita sobre el cuestionamiento y la exploración. ¿A qué conclusiones ha llegado?

-Una frase que me encanta es: No hay nada más extraño, en una tierra extraña, que el extraño que la visita. Es esa sensación de exploradora la que guía mi trabajo. He llegado a la conclusión de que la vida no se puede representar. En el fondo, el trabajo cinematográfico es buscar un sentido a la vida, darle un punto de vista diferente, aportar algo propio a tu creación.

-Parece que al fin Cáceres ha explotado como plató cinematográfico. ¿Aún hay mucho por descubrir?

-Justo acabo de dirigir el vídeo de la campaña ‘Cáceres de cine’ para Fitur y he tenido la oportunidad de enfrentarme en mi mesa de montaje a todas las películas y series que se han rodado en la historia de la ciudad, es increíble ver cómo Cáceres puede ser escenario de mundos fantásticos, históricos y contemporáneos. Como plató estamos consolidados; ahora hay que fomentar el trabajo de nuestros creadores para que la región no solo sea el plató de los demás sino el foco, el germen de grandes cineastas que recojan nuestro imaginario y legado.

-Hable de ‘Karen’, la joya interpretada por Christina Rosenvinge.

-Con ‘Karen’ tuve una fantasía un poco loca pero que no lo es tanto, que era llevar a la dehesa extremeña la sabana africana. Me he criado cerca de Trujillo, en una finca de mi familia, y para mí era lo más parecido a África, por las puestas de sol, por las aves que emigran, que van y vienen de Extremadura hacia el continente africano, las encinas que podían parecer acacias… Tuve la fantasía de llevar una historia de colonos africanos a ese paisaje, y transformarlo en puro ejercicio de ficción. 

-¿Qué tienen sus películas de autobiográficas?

-Todas tienen algo fácilmente reconocible porque poseen algo mío. Tengo un estilo identificable, pero hasta ahora he tendido a inspirarme en universos lejanos al mío y a buscar en los materiales de otros artistas mi propia fuente de inspiración.

-¿Por qué hay tan pocas directoras de cine?

-Lo hemos tenido difícil. No creo que sea una cuestión de talento. En la Escuela de Cine éramos pocas mujeres. En mi promoción solo estaba yo estudiando fotografía. Siempre destinadas al maquillaje, al vestuario o montaje. Es un oficio que exige dedicación, a veces incompatibles con formar una familia. Las mujeres podemos hacer cine sin dar gritos, sin tener una camarilla detrás que nos diga lo guapas y lo listas que somos.