Con neutralidad, más que con frialdad, relató el menor que acabó con la vida de sus padres y la de su hermano en la vivienda familiar del campo de Elche cómo cometió los tres asesinatos y cómo después, con una fuerza que quien le conoce no acierta a saber de dónde sacó, arrastró los cuerpos hasta un cobertizo y se encerró tres días en su habitación a jugar onlineY allí hubiera seguido de no ser porque el viernes pasado, 72 horas después de los crímenes, una de sus tías, preocupada por no haber podido hablar con su hermana y su cuñado durante ese tiempo cuando lo hacían a diario, se acercó hasta la casa.

Que estaban durmiendo fue lo primero que le respondió su sobrino desde el otro lado de la valla que rodea la propiedad. La mujer insistió en hablar con ellos sin atreverse a entrar, pese a que ni podía imaginarse el alcance de lo que a punto estaba de descubrir. El niño desapareció entonces de escena y regresó al momento para mostrar a su tía la fotografía que acababa de tomar con el móvil de sus padres muertos. "Los he matado. Llama a la Policía", le dijo con la tranquilidad de quien sabe cuál es su destino. Y vaya si lo sabía. De hecho, llegó a declarar que quiso aprovechar esos días para jugar consciente de que serían los últimos en que podría hacerlo en mucho tiempo.

"Los he matado. Llama a la Policía", le dijo a su tía con la tranquilidad de quien sabe cuál es su destino. Y quiso aprovechar para jugar porque era consciente de que serían los últimos días en que podría hacerlo en mucho tiempo

Su narración de los hechos una vez puesto a disposición judicial no dejó indiferentes a profesionales curtidos en escuchar historias tanto o más escabrosas que este triple asesinato. Máxime si el relator es un adolescente que el próximo 2 de marzo cumple 16 años, con aspecto de niño y enfundado en la bata de estar por casa de su padre. La misma prenda de cuadros que llevaba sobre el chándal/pijama que vestía la noche que la Policía se lo llevó detenido, y que no quiso quitarse en ningún momento pese a que le ofrecieron ropa suya para cambiarse.

Su narración de los hechos no dejó indiferentes a profesionales curtidos en escuchar historias tanto o más escabrosas que este triple asesinato

Estudiante de 4º de la ESO en el instituto Vicente Verdú de Elche, donde se trasladó el pasado enero procedente del de La Torreta (en el que cursó los primeros años de Secundaria pero no podía continuar con el Bachillerato, que es lo que quería y quiere hacer), el menor pasó en apenas unos meses de ser un buen alumno a flaquear en las notas. Un cambio que tenía preocupados a sus padres y que provocó una fuerte discusión el viernes anterior al martes en que cometió los asesinatos.

Ese día, molesto porque su madre le había amenazado con quitarle la videoconsola y obligarle a ayudar los fines de semana en las tareas agrícolas del huerto que rodea la casa si no cambiaba de actitud y se aplicaba en los estudios, tomó al escopeta de caza de su padre y, sin mediar palabra, disparó al menos dos veces a la mujer cuando se encontraba sentada en un sofá. Pasaban pocos minutos de las cinco de la tarde.

Casi de inmediato, y alertado por el ruido de las detonaciones, apareció su hermanoun chaval de diez años que hasta ese momento se encontraba en su habitación y al que, al intentar huir para ponerse a salvo, alcanzó por la espalda con otro impacto que le segó la vida. Fue en el relato de este momento en el que únicamente se le notó sobrecogido. En ese y cuando se le dijo que si quería quitarse la bata, apuntan quienes estuvieron presentes en la declaración.

Faltaba el padre, que llegó unas cuatro horas después y fue recibido por un disparo de cartucho que le hirió pero no le impidió preguntarle a su hijo que qué hacía, que si no veía que estaba sangrando. Fueron sus últimas palabras porque a continuación le remató con otros dos disparos. No era su intención, explicó. No quería matarle. Ni tampoco a su hermano. Lo hizo para que no le denunciaran a la Policía, argumentó.

No quería matar a su padre y a su hermano, lo hizo para que no le denunciaran a la Policía, según declaró

Como si fuera otro el protagonista de lo que estaba contando, el adolescente relató de un modo lineal, y tan claro que apenas fue necesario hacerle preguntas, que arrastró los tres cuerpos hasta un cobertizo, que limpió los restos de sangre, en lo que empleó casi dos horas, y que después se duchó y se preparó la cena. Lo que vino a continuación fue una sesión continua de juego online durante los tres días y las tres noches que estuvo conviviendo con los cadáveres de su familia. Con algunas interrupciones para responder a los WhatsApp que recibían sus padres y justificar la no asistencia por covid en su instituto, en el colegio de su hermano y hasta en el trabajo de su padre. ,

Ni atisbo de enfermedad mental, ni antecedentes policiales de ningún tipo ni rastro de consumo de drogas. Nada han detectado los profesionales que le han atendido hasta que el domingo pasado una jueza decretó su ingreso en un centro de menores cerrado de Valencia acusado de tres asesinatos. Tres crímenes que, por el modo en que relató lo sucedido, daba la impresión de que era otro el que los había cometido.