"Necesitamos que vengáis a coger las cosas de tu hermano, hemos intentado esperarlo, pero vamos a dejar el piso ya y no está". La llamada irrumpió la calma de la familia de Óscar González Barco. "Hace un mes que no aparece, no podemos esperar más". Eran sus caseros, el matrimonio con el que convivía, la pareja que desde hacía un año y medio le había alquilado una habitación en su casa en Santa Coloma de Gramanet (Barcelona).

"¿Dónde está?", se preguntó su familia. Se encendieron las alarmas cuando fueron al banco y vieron que Óscar tenía el dinero íntegro de la pensión que, con 38 años, cobraba por su enfermedad, esquizofrenia. "Era el 29 de agosto de 2018, cobraba el 25, y el dinero no lo tocó", recuerda Conchi González, su hermana. "Siempre sacaba todo el mismo día en el que se lo ingresaban y ese mes no…", amplía. "Fuimos directamente a denunciar".

Imagen que acompañó a la denuncia por desaparición. CASO ABIERTO

Varón, 38 años. Residente en Santa Coloma de Gramanet. Pelo rubio oscuro, ojos azules; usa gafas graduadas. Tiene un tatuaje en el pecho con un rosario, en honor a su abuela; otro en el brazo izquierdo con su nombre y dos en las muñecas con los de Flora y Alberto, los de sus padres. Una leve cojera le diferencia. "Tuvo un accidente de coche que le dejó el fémur lleno de clavos y tornillos", apuntó Conchi.

El mosso tomó nota de los detalles. ¿Algo más que consideren importante? "Desde 2014 toma medicación y no la lleva encima. Sufre esquizofrenia". La desaparición se tornó inquietante. "A veces coquetea con las drogas". Arrancó la investigación.

"Su vida transcurría con normalidad, estaba integrado y vivía de forma autónoma, pero a veces el consumo de cocaína le hacía empeorar", explica su hermana

Santa Coloma se inundó de carteles. Óscar, conocido como ‘El Chapa’, amante de los coches, de las motos y la velocidad, había desaparecido. "La última vez que se le ve fue el 29 de julio", rezaban las alertas. Más tarde, la investigación desveló que la fecha real era el 1 de agosto de 2018.

"Mi hermano estaba diagnosticado de esquizofrenia pero su vida transcurría con normalidad, estaba integrado y vivía de forma autónoma. A veces, el consumo de cocaína le hacía empeorar. Siempre hemos contado la verdad sobre él para que se le considere una persona vulnerable, pues lo era, lo es", dice Conchi. El compromiso de los mossos "siempre ha sido enorme", que no imaginó por aquel entonces que los investigadores se convertirían casi en familia, "no han dejado de arroparnos, de buscar, de estar con nosotros". Cuatro años después, los Mossos d'Esquadra siguen tratando de encontrar el hilo del que tirar. "Hay algo, tienen algo, aseguran, un nuevo hilo, aunque no pueden decirme más".

Interrogatorios vacíos

Activada como desaparición inquietante desde el inicio, la investigación topó con un muro difícil de escalar: el silencio. Contradicciones, divagaciones e interrogatorios vacíos. Los amigos de Óscar, con los que pasaba largos ratos de calle, enmudecieron. "¿Nadie sabe nada? Me cuesta creerlo…", lamenta Conchi, que vio como "aquellos que le llamaban ‘tete’" no estuvieron, y hoy tampoco están.

"Pensaba que mi hermano tenía amigos, pero me he dado cuenta de que no tenía ninguno". No hablan, no suman, "no vienen ni a las concentraciones, solo puedo contar con dos...". Concentraciones que, desde hace casi cuatro años, Conchi hace en el ayuntamiento el tercer domingo de cada mes.

Le duele y enfada a partes iguales: "los 25 de cada mes mi hermano estaba rodeado de gente, de todos ellos, cuando cobraba la pensión. A los dos días, cuando se la habían fundido, estaba solo la familia".

Coqueteo con la droga, adicción

Oscar empezó con un coqueteo, discreto, con la cocaína. Terminó en adicción. "No sé cuándo la droga entró en su vida, pero sí que se agudizó con la muerte de mi madre, primero, y de mi padre, después. Ellos le frenaban y no estaban ya".

Desde entonces, "nuestra relación era amor-odio porque yo le daba mucha caña, pero siempre que tenía un problema acudía a mi".

Conchi no sabía, porque no se lo dijo, que su hermano estaba dejando -o intentado- dejar a a un lado todo aquello. Los mossos lo ubican el 1 de agosto de 2018 en un centro de salud mental en Badalona haciéndose unos análisis de control. "Iba cada mes a hacerse pruebas de orina para ver si había consumido". Un reto, el de desintoxicarse, que trataba de afrontar con esfuerzo, ansiolíticos, antidepresivos y medicación. "Salió del centro tras ese análisis y se perdió su pista, no sabemos más".

Chabolista en Valencia

El silencio protagonizó los días. "Sé que los investigadores no pueden decirme cosas, pero también que están dando todo por encontrar a mi hermano". Casi cuatro años después, agentes y familia, siguen quedando cada 15 días para ponerse al día de la situación.

Desde el arranque se establecieron varias hipótesis, "tanto policial como familiarmente manejamos sobre todo dos. Una es que se haya podido matar. Yo no lo barajo", cuenta su hermana, "he hablado con su doctora y, por el consumo de droga, tenía una mentalidad de un crío de cinco años. Si él se hubiera matado, lo habría hecho en un sitio en el que se le hubiera podido encontrar", lamenta. "La otra es que alguien le haya podido hacer daño, esa me cuadra más".

Sin datos, sin pistas, también visualiza una tercera: que está vivo. "Muchas veces quiero pensar que está desorientado, enganchado, pero vivo, y que no sabe dónde está". Se aferra a esa esperanza, la misma que le dio durante un mes un reportaje de televisión.

"Me dio un vuelco al corazón. Mi prima estaba viendo un especial de TVE sobre chabolismo en Valencia y me mandó una captura. En la imagen aparecen tres personas toxicómanas. Una de ellas, si no era mi hermano, era su gemelo, era casi igual".

El hombre de las gafas y la sudadera negra despertó la duda en todos. RTVE

"Contacté con los mossos y estos con Policía Nacional", recuerda Conchi. Se activó un protocolo de búsqueda. "Yo no quería entorpecer", recuerda la hermana de Óscar, así que frenó su impulso de ir directamente a Valencia. "A ver si iba a ir y le daba un brote de esquizofrenia, se va, se le pierde la pista...'.

Un mes más tarde no podía más. "La Policía Nacional me decía que por teléfono no me podían decir nada. Junto a AFADES Barcelona (Asociación de familias de personas desaparecidas sin causa aparente), fuimos hasta allí", recuerda.

"La Policía Local de Valencia nos recibió con mucho cariño. Nos llevaron con las personas que salían en el vídeo, pero el chico que se parecía a mi hermano no estaba. Uno de ellos aseguró que era mi hermano, otro que no…". La Policía Nacional zanjó todas las dudas. "Nos dijeron que desde el segundo día sabían que no era Óscar. Era un chico que tenía características similares… pero no era él", lamenta Conchi.

Conchi con Óscar, "no voy a parar hasta encontrar a mi hermano". CASO ABIERTO

Sietemesino, "guerrero de nacimiento", Óscar trabajaba "en lo que le iba saliendo, hacía algunas obras, ayudaba en los mercadillos", para sumar algo de dinero a lo que le daban por su pensión.

Era bueno, sostiene su hermana, "eligió mal camino, pero no haría daño a nadie, no dudaba en dar lo que tenía", por muy mal que le vinieran dadas. Le encantaba hacer reír. Estar con nosotros, su familia". Amante del flamenco, poco del deporte, "aunque como otro hermano es del Barça, decía que era del Madrid para chinchar".

Conchi pide más recursos policiales: "con los que hay, hacen lo que pueden y más". Pide, también, más coordinación entre cuerpos, "de estar bien, mi hermano podría estar en cualquier punto de España, todos tendrían que actuar". Y ruega a quien calla, que hable, "para abrazarle o llevarle flores". Para saber... para poder descansar.