Los forenses del Departamento de Patología del Instituto de Medicina Legal de València que realizaron la autopsia al cadáver de Lady Marcela Vargas, la segunda víctima mortal conocida de Jorge Ignacio P. J., no pudieron ser más contundentes ayer en su informe ante los miembros del jurado popular sobre las causas de la muerte de la joven colombiana de 26 años. La víctima no tuvo posibilidad alguna de sobrevivir al ataque de su presunto agresor: habría muerto tanto por la "intoxicación por cocaína", cuya concentración en sangre (9,31 mg/l) los forenses calificaron de "dosis letal" para cualquier persona, como "por una asfixia por compresión extrínseca del cuello".

Dichos especialistas médico legales apreciaron en la autopsia "unas hemorragias internas en la musculatura del cuello compatibles con una muerte por asfixia". Según explicaron, este tipo de lesiones "se suelen ver en muertes por asfixia o con mucha presión en los vasos sanguíneos, situaciones agónicas convulsivas de un esfuerzo de la musculatura".

Así establecieron un mecanismo conjunto como causa de la muerte que implicaría que el autor de la agresión –Jorge Ignacio P. J. como demostrarían posteriormente las peritos del laboratorio de ADN del grupo de Policía Científica que hallaron perfil genético del acusado en seis de las muestras subungueales extraídas de los dedos de la víctima– habría asfixiado a la joven aprovechando su indefensión mientras convulsionaba por los efectos de la sobredosis de cocaína que éste presuntamente le habría introducido a traición por los genitales –hecho que también habría quedado acreditado por los forenses mediante descarte de otras posibles vías de administración de la droga–.

"Pueden superponerse dos causas de muerte, asfíctica por compresión extrínseca de orificios respiratorios y situación de arritmia cardíaca por los tóxicos", aclaró el jefe del departamento de Patología del IML de València, Juan Giner, quien junto a las forenses Paloma Hevia y Pilar Molina, detallaron otra serie de lesiones que presentaba el cadáver como unas heridas faciales perimortales –causadas en el momento inmediatamente anterior o posterior a la muerte–. Las mismas, encontradas en ambas mejillas, corresponderían a la presión de las uñas en el rostro. Asimismo también había lesiones compatibles con presiones digitales en el brazo derecho, fruto de una sujeción realizada con cierta fuerza, una herida interna en el labio inferior y un edema pulmonar.

La letrada de la defensa planteó la posibilidad de que dichas lesiones externas que presentaba el cadáver en el rostro hubieran sido causadas por la propia víctima al convulsionar. No obstante, el forense descartó esta hipótesis. "Eso es muy complicado, cuando una persona convulsiona está rígida y la víctima tendría que haberse dado la vuelta a las manos para hacerse esas lesiones", aclara Giner gestualizando y cerrando la puerta a la versión alternativa que trataba de introducir interesadamente la defensa.

El informe toxicológico

Para concluir la autopsia, los forenses esperaron el resultado de otras pruebas complementarias como el informe de histopatología, donde se realiza un análisis microscópico de las piezas extraídas en la autopsia, así como el informe toxicológico. Este último, que adelantó en su día en exclusiva Levante-EMV, fue el que les aportó las cifras de concentración de cocaína en sangre, concretamente 9,31 mg/l, "una cantidad que es mortal de necesidad para cualquier persona", puntualizó el forense, ya que la tasa de letalidad se sitúa entre 0,25 y 5 mg/l, en función de la persona y su situación. No obstante, con cantidades más bajas sí habría que tener en cuenta el peso, edad y tolerancia a la sustancia de cada individuo, pero al tratarse de una dosis tan alta estos aspectos no influyen ya que son letales para cualquiera, explicó.

Dicha cantidad de cocaína hallada en sangre era de «un nivel altísimo», según remarcó Giner, quien reconoció que nunca antes en sus muchos años de experiencia había visto una cantidad tan alta en un fallecido. Así, puso como ejemplo el caso una ‘mula’ que transportaba droga en el estómago y que falleció como consecuencia de la rotura de una o varias de las bolas de coca. Solo en un caso así han visto concentraciones que rondan los 11 milímetros por litro de sangre.

Respecto a cómo habría ingerido tal cantidad de droga la víctima, los forenses descartaron que la cocaína fuera administrada por inhalación, que consideran imposible, o por vía venosa, rechazada al no detectarse lesiones cutáneas, por lo que concluyeron que la cocaína se absorbió a través de la mucosa vaginal o anal.

En la sesión de ayer también declaró la perito de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil especializada en análisis de datos de telefonía. Gracias a la información facilitada por las distintas víctimas y al posicionamiento de los seis números IMEI de los teléfonos presuntamente utilizados por Jorge Ignacio P. J., los investigadores establecieron la relación de unos teléfonos con otros, las horas de conexión a cada repetidor y el recorrido del acusado. "Son datos técnicos, no les doy ningún margen de error", puntualizó la agente. Uno de dichos teléfonos estaba encriptado, práctica habitual en los delincuentes dedicados al tráfico de drogas.