Jueves, 26 de febrero de 2020. Esther entra en la tienda de su hermana, Zonia, un establecimiento de ropa en el barrio madrileño de Ciudad Lineal. Tiene 40 años, nació en Paraguay, y lleva trece viviendo en España. Dejó su país para encontrar trabajo, para que a sus hijas -cuatro- no les faltara nada. "Me voy, Antonio está aquí", dijo antes de marchar. "Si estás luego en casa me paso". Fue la última vez que hablaron.

A las 19:00 horas, en la misma zona, se escucharon sirenas. "Han disparado a una mujer", gritaba la gente. Zonia llamó a Esther. Pero su hermana no respondió, no podía hacerlo. Estaba tirada en el suelo, en la calle Virgen de los Reyes, número 4, le acababan de disparar.

Esther en una foto del álbum familiar. CASO ABIERTO

Policía, emergencias y un círculo de gente. La calle estaba acordonada. Esther, tendida en el suelo con un charco de sangre. Le habían disparado en la cabeza. Perdió las constantes, fue reanimada y trasladada al Hospital Universitario Gregorio Marañón (Madrid). Directa a la UCI, "intubada y en estado de muerte cerebral", les contó el neurólogo. Presentaba una herida por arma de fuego detrás de la sien, con orificio solo de entrada. El proyectil se encontraba alojado dentro "causándole lesiones incompatibles con la vida". Falleció esa noche, a las 22:00 horas.

El acusado amenazó a Esther con ponerle un GPS para seguirla e, incluso, "le enseñó un arma, y dijo que la mataría", según la hermana de la mujer

"No dudamos ni un momento", cuenta Mirna Escobar, su hermana. "Esther nos había avisado de que tuviéramos cuidado, que había un hombre que estaba acosándola y que la amenazaba".

La mujer llegó a España en 2007, trabajó en varios sitios, pero no le fue bien. Desesperada, llamó a la puerta de un club nocturno, en la zona de Puerta del Ángel, y estuvo unos meses trabajando allí, pero tuvo que dejarlo porque un cliente se obsesionó con ella: Antonio Leal.

"Fue una excelente amiga, hermana, una excelente hija. Sacrificó años de su vida para que a nosotras no nos faltara nada", cuenta a CASO ABIERTO su hija mayor, Thalia. "Siempre decía: voy a trabajar todo lo que pueda para que ustedes no pasen por lo que yo estoy pasando", recuerda. "La mataron. Lejos de su casa, lejos de su país. Su presunto asesino, Leal, se entregó a la policía y confesó el crimen, pero ahora se retracta". Miran, rotas, titulares sobre su madre y escuchan las palabras de su "verdugo", en el banquillo de los acusados, en una semana durísima para la familia porque se está celebrando el juicio por el crimen, con jurado popular, en la Audiencia Provincial de Madrid. "No merecía morir así".

Esther Escobar en un estanco en Ciudad Lineal. Cedida por la familia a CASO ABIERTO.

Obsesión, acoso y muerte

"Él no entendía que mi hermana no quería nada con él, solo relaciones esporádicas", lamenta Mirna. Unos meses antes del crimen, se intensificó el acoso, según asegura la mujer. Llamaba, escribía, insultaba, se retractaba. Esther lo bloqueó, por lo que Antonio Leal contactaba, incluso, con su familia en redes sociales.

"Yo también recibí mensajes de este señor", afirma su hija Thalia. "Después del tiempo, mis tías me preguntaron si nunca me llegó algo de un señor extraño. No lo conocía, yo estaba en Paraguay. Miré mis redes sociales y me di cuenta de que sí, tenía un mensaje, nunca llegué a responder".

En el sumario del caso, al que ha accedido CASO ABIERTO, constan mensajes de amenaza, insultos, idas y venidas y arrepentimiento. El historial de conversaciones muestra a la perfección su comportamiento "celopático": "acepto que solo seremos amigos". Según contó la hermana de Esther a la policía, amenazaba a la mujer con ponerle un GPS para seguirla e, incluso, "le enseñó un arma, y la amenazó con matarla".

Mientras Esther se debatía entra la vida y la muerte, sus hermanas confesaron a la Policía Nacional sus sospechas. Cuatro testigos auditivos y tres testigos presenciales describieron al agresor de forma similar: español, altura media, corpulento, calvo, ropa oscura y con una gorra. Trataron de contactar con Antonio Leal. No estaba en Madrid ya.

"Quiero entregarme. He matado a Esther Escobar y me están buscando en Madrid", dijo a los agentes Antonio Leal.

Se interpuso una orden de averiguación de paradero que convivió durante días con la denuncia por desaparición interpuesta por la madre del asesino confeso, con quien vivía mientras la mujer era ajena a todo. El 1 de marzo ambas alertas se desactivaron. En Albacete, tras un periplo por Guadalajara, Villajoyosa y algunas ciudades más, con las manos hacia arriba y haciendo aspavientos Antonio Leal paró a una patrulla de Policía Nacional: "quiero entregarme. He matado a una mujer, he matado a Esther Escobar y me están buscando en Madrid".

A la pregunta de porqué la había matado, contestó sin titubear: "Estoy harto de que se comiera las pollas de otros. Es mi novia paraguaya de 40 años". En su mano izquierda, a la altura del dedo pulgar, un tatuaje recién hecho: 'Esther'. También una pulsera con el mismo nombre. Fue detenido y enviado a prisión provisional, donde hoy continúa, a la espera del veredicto del jurado popular.

Cámaras, coche y resto de pólvora

La llegada de los agentes con Esther aún en el suelo se hizo de forma inmediata. Se inspeccionó la zona. Se encontró la vaina de la bala que la mujer, aún viva, tenía en la cabeza, era de 3.65 mm. Se hallaron cámaras de seguridad en dos comercios, apuntando a la calle donde se produjo el disparó a bocajarro a Esther.

Cámara de seguridad que muestra el saludo entre Esther y Antonio a las 12:55 horas. CASO ABIERTO

Las cámaras captaron al hombre que había huido a la carrera a las 19:05 horas. También hay una grabación de las 12:55 horas, cuando Esther se encontró con Leal. La misma ropa, la misma persona. Antonio Leal estaba, al menos, presente cuando dispararon.

Cuando, días después, se entregó a la policía en Albacete, los agentes apreciaron que llevaba puesta la misma camisa que en la grabación. Le pidieron que se la quitara, el análisis de laboratorio arrojó resultados: tenía pólvora.

En su coche se hallaron dos armas. Tras el análisis, se determinó que no fue con las que mató a Esther. También se hallaron tres cargadores y una base de cartuchos vacía.

Detenido, investigado, la Policía Nacional descubrió que tenía antecedentes. Antonio fue condenado en 2009 por un delito de intento de homicidio. Le aplicarían la eximente completa por anomalía psíquica (trastorno psicótico por consumo de cocaína) y cambiaría la prisión por una pena de 16 años de internamiento en un centro psiquiátrico. Se encontraba en libertad desde 2013, con tratamiento ambulatorio. 

Otra de las fotos de Esther que protagonizan el álbum familiar.

Tras declarar en la comisaria, guardo silenció durante el resto de la instrucción. Dos años después, se ha retractado en sede judicial. Asegura que no mató a Esther, "que ella tenía deudas con el club y que huyó por temor a que le mataran también a él".

"Hay suficiente prueba de cargo para enervar su presunción de inocencia: las cámaras, las testificales...", afirma, tajante, Juan Manuel Medina, abogado de la familia de Esther. "La mató por el hecho de ser mujer" y tenía una "obsesión" por ella, que no quería tener una relación. Zonia, Mirna, las hermanas de la víctima, subrayan: "absoluta obsesión". La acusación particular pide 32 años de prisión por asesinato con agravante de género y un delito de tenencia ilícita de armas.

La vista está puesta en el jurado, que está pendiente de entregar la valoración estos días. Esther ya no está, su familia espera justicia, "que su muerte no quede impune, no merece morir así ninguna mujer".