Un crimen que no había cometido

La vida tras salir de la cárcel: "Fui a ocho empresas y nadie me contrataba"

Antonio Pérez Coll relata las dificultades para volver a encontrar un trabajo y rehacer su vida tras su excarcelación: "Lo más difícil fue verme solo, sin tener qué comer, qué vestir, y que el cielo era mi techo"

Antonio atiende a La Opinión desde la comunidad de Cataluña, en un parón del camión con el que trabaja.

Antonio atiende a La Opinión desde la comunidad de Cataluña, en un parón del camión con el que trabaja. / R.D.C.

Antonio Pérez Coll estuvo en la cárcel por un crimen que la Justicia determinó que no había cometido. Fue acusado de acabar con la vida de sus padres a cuchilladas. Los cadáveres de los progenitores aparecieron el Día del Pilar de hace cuatro años en la vivienda en la que residían, en la población de Sangonera. Antonio fue detenido por la Guardia Civil días después, y en junio de 2022 se sentaba en el banquillo de la Audiencia Provincial de Murcia.

Siempre insistió en su inocencia. Estuvo asistido por el letrado Juan José Castaño, que en la primera sesión de la vista comparó su caso con el de Rocío Wanninkhof. "A Dolores Vázquez se la hundió. Esa pobre mujer, sin haberlo hecho, llegó a pensar que lo pudo hacer. Se ha demostrado, gracias a Dios, que es inocente", manifestó el abogado. 

Por la cuarta planta del Palacio de Justicia fueron desfilando investigadores, forenses, testigos. No había pruebas de que Antonio Pérez Coll estuviese detrás de las muertes, y así lo determinó el jurado popular. Veredicto: no culpable. Fue excarcelado. Con toda una vida por detrás y la incertidumbre por delante.

"Nada más salir de prisión, me quedé sentado en la puerta unas tres horas, esperando que fueran a recogerme, y no fui capaz de pensar nada", contaba a La Opinión días después de su salida del penal, cuando aún no tenía claro qué iba a ser de él. Durante su estancia en prisión, su matrimonio había terminado. "Yo estaba bien posicionado, con mi familia política, y me veo tirado como un perro, sin poder levantar cabeza, sin una puerta que se abra y pensando qué será de mí mañana", relataba entonces. Ahora, casi un año después de aquel juicio del que salió absuelto, Antonio atiende a La Opinión, del grupo Prensa Ibérica, desde la comunidad de Cataluña, en un parón del camión con el que trabaja

"Tengan fe, porque Dios siempre pone su mano y abre una puerta, él sabe cuando nos hace falta de verdad"

"Trabajando empecé el día 30 de noviembre, el día después de mi cumpleaños, fue mi regalo de aniversario", comenta el hombre, contento. 

Abusos y embargos

No obstante, tiene muy presente "la discriminación y el acoso que sufrimos". Se refiere a las personas que, como él, han pasado por la cárcel e intentan rehacer su vida cuando salen. En su caso, como inocente. Otros, con condenas cumplidas. Para todos ellos, reengancharse al mercado laboral supone una odisea. "Para intentar trabajar en el transporte, que era mi sector, fui a ocho empresas antes de conseguir este trabajo", relata a este diario.

Pérez Coll subraya que ha "sufrido abusos incluso por parte del Estado", ya que "yo estaba trabajando en prisión, cobrando una mierda". "Cuando salgo a la calle, el paro que me pertenece es de 360 euros y durante seis meses", hace hincapié. 

"Soy transportista, tengo compañeros excelentes que me orientan y me ayudan económicamente"

Las dificultades económicas fueron incrementándose conforme pasaban los días. Y es que "al segundo mes de estar cobrando, Hacienda empieza a embargarme la cuenta, porque tenía unos sellos del coche sin pagar, que se habían acumulado", relata el hombre, que ahora tiene 46 años.

"Me quitaban entre 100 y 150 euros mensuales», detalla, al tiempo que denuncia que «esos embargos son ilegales".

El expresidiario se las vio y se las deseó para salir adelante, con la mirada enfocada en buscarse la vida en el oficio que conocía: el del transporte. De esta manera, "me tuve que ‘empuar’ para renovar el carné de camión y comprarme ropa para ir presentable a las empresas", rememora.

Así empezó el periplo por las distintas compañías. En una empresa donde lo tenía prácticamente firmado, "me dijeron que si podía llevarles un certificado de penales, cosa que es ilegal". Y todo se torció. "De tener un puesto de trabajo, automáticamente lo perdí", manifiesta.

No todos los empresarios son iguales, por fortuna, y "donde estoy ahora no me han preguntado nada. Solo si tengo experiencia, si sé conducir y qué transporte he hecho", celebra el hombre.  

La odisea de buscar piso

Otra aventura fue la de encontrar un hogar. Antonio Pérez Coll explica que decidió buscar piso una vez que ya tenía su puesto como transportista. "Cuando consigo empezar a trabajar, me busco una casa y la consigo para febrero, de alquiler, cerca de Molina de Segura", recuerda. 

Cuando se dirigía al piso en cuestión, el hombre pensaba alegrías como "voy a dormir ya en una cama, en mi casa", destaca. Sin embargo, al llegar al domicilio se encontró con algo que no esperaba: "El dueño me había cambiado la cerradura2.

"Estoy conociendo a un chico de Tarrasa, un chaval honesto al que no le han importado mis antecedentes"

"Me dijo que necesitaba la casa", apunta Antonio, aunque no se lo cree. Supone que su casero se enteró de quién era, ya que "en el momento en que metes mi nombre en Google, sale mi historial". "Me echó literalmente a la calle, me voy a la Guardia Civil y a la Policía Nacional y ambos me dicen que no pueden hacer nada", lamenta el hombre. 

En cuanto al dinero del alquiler que ya había depositado, "al final me lo devolvieron. Con la fama que tengo, no me lo van a devolver...", bromea. "En cuestión de tres semanas, Dios puso su mano y me salió una habitación de alquiler más cerca del trabajo", agradece Pérez Coll.

Pérez Coll, al volante del camión con el que trabaja.

Pérez Coll, al volante del camión con el que trabaja. / R.D.C.

Preguntado por qué es lo que más le costó al dejar el penal, subraya que "lo más difícil tras salir de la cárcel fue verme solo, sin tener qué comer, qué vestir, solo, bajo el cielo, el cielo era mi techo".

Salir de la cárcel en periodo estival no le benefició. "A la semana de salir a la calle empiezo a moverme, me voy a organizaciones humanitarias, me dicen que hasta septiembre no hay nada que hacer, que la gente se va de vacaciones", recuerda. 

Cuando piensa en esa época, se indigna, aunque "no me gusta perder la compostura, porque la educación va ante todo, pero la indignación que tengo de este país es acojonante". "Yo no me siento español", llega a decir.

"Otro se ahorca"

Pérez Coll se considera "una persona guerrera y luchadora" y es consciente de que "si lo que me ha pasado a mí le pasa a otra persona, literalmente se ahorca". 

Tiene la suerte de contar con buenos compañeros de trabajo. "Uno de ellos en concreto es excelente: me orienta en la empresa y me ha ayudado económicamente cuando lo he necesitado", comenta al respecto. 

Su incriminación en la muerte de sus padres le costó también su matrimonio: su esposo llegó a ser detenido con él, luego puesto en libertad y exonerado de toda sospecha, pero la pareja no sobrevivió. Ahora Pérez Coll tiene una nueva ilusión: "Estoy conociendo a un chico de Tarrasa, un chaval honesto al que no le han importado mis antecedentes", relata, a lo que añade que "él mira el presente y el futuro que yo le pueda dar. Es maravilloso".

Antes de esta ilusión, su pasado ha truncado otras relaciones, con hombres con los que Antonio se sinceró y dijo: "Mira, esto es mi pasado, que te enteres por mí". Pero no lo soportaron. "He perdido dos relaciones por eso".

A las personas que se vean en una situación parecida, el mensaje que les da es "que luchen, que luchen. Luchen contra las adversidades". "Que sean pacientes y que tengan fe. Que Dios siempre pone su mano y abre una puerta, él sabe cuando nos hace falta de verdad", sentencia.