Durante milenios, en los bosques del este de Australia se podía escuchar la melodía que el macho del mielero regente (Anthochaera phrygia) entona para atraer a la hembra. Pero hoy esta ave se encuentra críticamente amenazada, con una población estimada entre 200 y 400 individuos. Y su canción, clave para la reproducción de la especie, se está volviendo extraña incluso para ellos.

Esta forzosamente solitaria ave, de un negro brillante y motas amarillas, aprende su canto imitando a otros machos de su especie. Pero el grave declive de su población ha provocado que los propios mieleros no puedan escuchar a sus congéneres. No logran aprender su propio idioma por falta de profesores.

Debido a esto, a la hora del cortejo al mielero regente queda más remedio que imitar el canto de otras especies, porque es lo único que conocen. Pero para su desgracia, este canto ajeno no convence a las hembras.

Científicos de la Universidad Nacional de Australiaencontraron que hasta 18 machos se encuentran ahora mismo con este problema para el mantenimiento de la especie. Y aunque 18 podría parecer un número insignificante en otra especie, supone nada menos que un 12% del total de machos de mielero regente que quedan en el mundo.

Problema añadido es que más de un cuarto de todos los machos poseen un canto que no cumple los estándares de calidad de la especie. Porque debido a la bajísima densidad de población no consiguen estar en contacto con otros congéneres adultos el tiempo suficiente para aprender de ellos.

Además, los bajos números también dificultan la tarea de encontrar pareja. Y para más inri, las hembras, al escuchar una balada sosa y poco atrayente, deciden rechazar a estos machos. Y, en las ocasiones en las que las hembras aceptan, no todas acaban en puesta de huevos.

¿Una academia de canto?

Dentro de la investigación que está realizando para intentar salvar a esta especie, están haciendo intentos con los individuos en cautividad.

Los científicos observaron que esta población tenía un canto único, poco diverso. Y pensando en planes de conservación, pensaron que podría ser una oportunidad que los machos en cautividad aprendieran las canciones correctas antes de ser liberados.

Para ello se está planteando la posibilidad de enseñarlos reproduciendo el canto en las instalaciones.

Pero en general, la población de mielero regente canta ahora una canción más simple y corta que décadas atrás. Y, al tener menos éxito reproductivo, la especie podría estar aún más cerca de la extinción.

Es una pésima noticia para la preservación de una especie insignia para los conservacionistas locales. Un animal que tan solo décadas atrás solía volar en bandadas de cientos de individuos.

A esto hay que sumar la gran pérdida de su hábitat. Viven principalmente en los bosques de eucalipto del sureste de Australia, una región que en el verano austral de 2019 sufrió una de los mayores incendios de la historia.

Aprendizaje no genético

Es conocido que los animales tienen rasgos culturales, igual que tenemos los humanos. Es un conocimiento que se transfiere de generación en generación, sin que para ello intervengan los genes. Necesitan aprenderlo de otros individuos.

Los cantos de muchas aves son uno de los mejores ejemplos, pero hay más.

En los delfines, por ejemplo, se detectó en algunas hembras un comportamiento tremendamente inusual. Consiste en arrancar trozos de esponjas marinas y colocárselos en el rostro.

Una vez hecho eso, así, “tapadas”, por decirlo a lo humano, recorren el fondo removiendo el suelo y sondeando peces que pudieran estar cubiertos. Cuando sale alguno, confusos por la esponja, el delfín se lo come.

Se trata de un comportamiento muy complejo. Algunos científicos lo consideran el uso de herramientas más sofisticado del mundo, sin contar a los humanos. Y se ha comprobado que lo transmiten de madres a hijas.

Los dialectos también son variaciones culturales comunes en animales. El canto de las aves es un ejemplo ya mencionado. Pero otros animales, como las orcas, también tienen una marcada diferencia en las vocalizaciones que emiten poblaciones diferentes.

Más rasgos clave para la supervivencia de la especie, como qué comida elegir o qué ruta migratoria escoger, también se transmiten con la experiencia.

La evidencia demuestra que, sin lugar a dudas, existen animales con cultura.

Cuando las poblaciones de estos animales disminuyen no solo desaparece un linaje genético. Un conocimiento único, transmitido durante cientos o miles de generaciones, también acaba en el olvido.