Sorprendente pero cierto: las grandes acumulaciones de basura plástica que se reparten por los océanos pueden convertirse también en nuevos hábitats de varias especies de plantas y animales. Así lo asegura un informe publicado hace pocos días en la revista Nature Communications y que detalla cómo especies costeras están colonizando la basura plástica situada a cientos de kilómetros mar adentro, en el Pacífico norte, donde existe una gran ‘isla de basura’. Es decir, el plástico parece convertirse allí en fábrica de vida.

Por increíble que parezca, los plásticos que se acumulan en determinadas zonas de los mares «están creando oportunidades para que la biogeografía de las especies costeras se expanda mucho más allá de lo que creíamos posible», según Linsey Haram, autora principal del artículo y ex becaria postdoctoral en el Centro de Investigación Ambiental Smithsonian (SERC).

Las ‘islas’ de plástico oceánico se forman cuando las corrientes superficiales conducen estos residuos desde las costas a regiones donde las corrientes giratorias atrapan los objetos flotantes, que terminan acumulándose a lo largo del tiempo.

El mundo tiene al menos cinco puntos infestados de plástico o ‘parches de basura’. El punto subtropical del Pacífico Norte, entre California y Hawai, es el que tiene más plástico más flotante, con una cantidad estimada de 79.000 toneladas métricas (otras fuentes la elevan a más de 90.000) de plástico flotando en una región que abarca más de 1.580 kilómetros cuadrados.

En realidad, la denominación de ‘islas de plástico’ es un nombre inapropiado, porque gran parte de la contaminación consiste en microplásticos, demasiado pequeños para que se vean a simple vista. Los escombros flotantes como redes, boyas y botellas también son arrastrados a estos puntos, arrastrando consigo residuos domésticos.

Los organismos llegan desde la costa

Los autores denominan a estas comunidades neopelágicas. ‘Neo’ significa nuevo y ‘pelágico’ se refiere al océano abierto, a diferencia de la costa. Los científicos comenzaron a sospechar por primera vez que las especies costeras podrían usar plástico para sobrevivir en el océano abierto durante largos períodos después del tsunami japonés de 2011, cuando descubrieron que casi 300 especies habían atravesado el Pacífico sobre los escombros del tsunami en el transcurso de varios años.

Pero hasta ahora, los avistamientos confirmados de especies costeras sobre residuos de plástico directamente en mar abierto eran raros.

Para este descubrimiento, Haram se asoció con Ocean Voyages Institute, una organización sin fines de lucro que recolecta contaminación plástica en sus expediciones, y con un par de oceanógrafos de la Universidad de Hawai en Manoa.

Los oceanógrafos, Jan Hafner y Nikolai Maximenko, crearon modelos que podían predecir dónde era más probable que se acumulara el plástico en el punto subtropical del Pacífico norte y compartieron esa información con Ocean Voyages Institute.

Durante el primer año de la pandemia de COVID-19, la fundadora del Ocean Voyages Institute, Mary Crowley, y su equipo lograron recolectar una cifra récord de 103 toneladas de plásticos y otros desechos en el punto subtropical del Pacífico norte. Ella envió algunas de esas muestras al Laboratorio de Invasiones Marinas de SERC. Allí, Haram analizó las plantas y animales que los habían colonizado y encontró muchas especies costeras, incluidas anémonas, hidroides y anfípodos parecidos a camarones, que no solo sobreviven, sino que prosperan en el plástico marino.

Posibles cambios en la biodiversidad marina

Para los científicos marinos, la mera existencia de esta «nueva comunidad de mar abierto» representa un cambio de paradigma.

«El mar abierto no ha sido habitable para organismos costeros hasta ahora», dijo el científico senior de SERC Greg Ruiz, quien dirige el Laboratorio de Invasiones Marinas donde trabajaba Haram. «En parte debido a la limitación del hábitat, no había plástico allí en el pasado, porque pensábamos que era un desierto de alimentos».

El nuevo descubrimiento muestra que ambas ideas no siempre son ciertas. El plástico proporciona el hábitat. Y de alguna manera, estos organismos procedentes de la costa están encontrando comida allí.

Ruiz dijo que los científicos todavía están estudiando cómo puede suceder esto: si se  debe a que estos organismos se desplazan hacia lugares específicos de productividad de alimentos en esos puntos, o si se debe a que el plástico en sí actúa como un arrecife que atrae fuentes de alimentos.

Ante esta situación, los científicos tienen ante sí un nuevo campo de investigación, al objeto de saber cómo estos nuevos hábitats pueden afectar al medio ambiente. Y es que el mar abierto tiene sus propias especies nativas, que también colonizan los escombros flotantes. Pero la llegada de nuevos vecinos procedentes de la costa podría alterar los ecosistemas oceánicos que han permanecido intactos durante milenios.

«Las especies costeras compiten directamente con estas estructuras marinas», dijo Haram. «Están compitiendo por el espacio. Están compitiendo por los recursos. Y en esas interacciones se entienden muy mal», añadió.

Y luego está la amenaza de las especies invasoras. Los científicos ya han visto que éstas comienzan a utilizar los escombros del tsunami japonés, que han utilizado para trasladarse desde Japón a América del Norte. De este modo, vastas colonias de especies costeras que flotan en mar abierto durante años podrían actuar como un nuevo reservorio y tendrían más oportunidades para invadir nuevas costas.

«Esas otras costas no son solo centros urbanos … Esa oportunidad de invasión se extiende a áreas más remotas, áreas protegidas, islas hawaianas, parques nacionales, áreas marinas protegidas«, dijo Ruiz.

Los autores aún no saben aún hasta qué punto pueden ser comunes estas comunidades ‘neopelágicas’, si pueden sostenerse por sí mismas o si existen fuera del punto subtropical del Pacífico Norte. Pero la dependencia mundial del plástico sigue aumentando. Los científicos estiman que los desechos plásticos globales acumulados podrían alcanzar más de 25.000 millones de toneladas métricas para 2050.

Con tormentas más intensas y frecuentes gracias al cambio climático, los autores esperan que aumenten las cantidades de plástico que serán lanzadas al mar desde tierra firme. Por ello, las colonias de estos organismos en alta mar no harán sino crecer. Este efecto secundario de la contaminación plástica que se ha pasado por alto durante mucho tiempo, dijeron los autores, pronto podría transformar la vida en la tierra y en el mar.

Imagen principal: Nature communications

Estudio de referencia (en inglés): https://www.nature.com/articles/s41467-021-27188-6

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