Los fracasos en los proyectos que estamos llevando a cabo en el trabajo son habituales, aunque ocurren más veces de lo que nos gustaría. Es siempre un buen momento para aprender pero, en ocasiones, no sabemos cómo gestionarlo. Esto hace que sintamos frustración, tristeza o enfado. Afecta a nuestro rendimiento y nos predispone a volver a fracasar.

Si gestionamos emocionalmente la derrota, podremos construir mejores metas y planes óptimos de acción que nos lleven a lograr las siguientes veces el éxito. Es cuestión de empezar a trabajar la aceptación, analizar nuestras emociones y generar nuevas y mejores herramientas de estrategia y comportamiento.

SUPERA EL FRACASO

Los errores son habituales en nuestro día a día. Normalmente no tienen consecuencias importantes y solemos pasarlos por alto, sin necesitar pararnos a analizarlos o superarlos. Sin embargo, algún error, o la acumulación de muchos de ellos, hace que tengamos fracasos significativos. Esto ocurre también en nuestro puesto de trabajo. Nos embarcamos en un proyecto al que dedicamos horas y semanas y que, en un momento dado, no acaba de culminar. Es en estos momentos donde se ponen a prueba nuestro optimismo y nuestra resiliencia. Debemos hacer frente a lo que ha pasado, seguir con los demás proyectos y volver a empezar otros nuevos. Si no se gestiona de la forma correcta, podremos bloquearnos, dejar de ser productivos y empezar a enlazar un error con otro.

Si quieres superar el fracaso ante un proyecto, salir fortalecido y encarar otros nuevos, esto es lo que tienes que hacer:

1. Simplifica

Lo primero que sentimos, es un torrente emocional ante el fracaso. Las emociones varían en función de cada uno, aunque lo más frecuente es la culpa, la frustración o la rabia. Sin embargo, aunque frecuentes, no siempre son adaptativas. La única emoción que nos va a ayudar ante la pérdida o el fracaso es la tristeza. Es la emoción que empuja al desarrollo y a la superación. Desde ella alcanzamos la aceptación y nos movemos a generar alternativas y mejores soluciones.

Ante el fracaso, debes despejar todas las emociones que sientes y saber que solo la tristeza va a ayudarte y es con la que debes trabajar en ese instante.

2. Asume la responsabilidad

Debes ser sincero contigo mismo y analizar qué es todo lo que has hecho de forma incorrecta para que no saliera como esperabas. Ser sincero implica mirar lo que sí es responsabilidad tuya, no asumir culpa ajena ni culpar al azar. Esto hará que tomes las riendas, sin emociones negativas innecesarias.

3. Perdón

Una vez que asumimos las responsabilidades, debemos disculparnos ante las personas correctas, desde la misma sinceridad en la que hemos trabajado anteriormente. La disculpa no debe ser excesiva, ni tampoco puedes caer en la victimización o en el exceso de responsabilidad. Esto hará que podamos soltar lo ocurrido y comprometernos a hacerlo mejor en futuras ocasiones.

4. Límites seguros

En este momento, una vez aceptado el fracaso, empezarán otros proyectos y/o seguiremos con los demás. Estableceremos límites que generen un entorno seguro para que no vuelva a ocurrir el fracaso. Nos basaremos en la experiencia y el aprendizaje.

5. Aprende

Sin culpa y sin frustración, debemos generar un listado de herramientas adquiridas tras el fracaso. Si lo hacemos por escrito y en orden cronológico será más claro. Esto nos ayuda a saber que sí ha habido algo bueno en lo que ha ocurrido y quedará como fuente de conocimiento.

A través de los errores se aprenden lecciones que acompañan a cada persona en los futuros proyectos. Pero para ello, debemos aprender a gestionar los fracasos sin que afecte a nuestro rendimiento, creando seguridad y una mayor eficacia de aquí en adelante.