Es un adiós sin retorno. Otro de esos giros inesperados en la siempre impredecible historia de los Windsor. El príncipe Enrique y Meghan Markle dejan este martes oficialmente de formar parte de la familia real. La fecha les pilla lejos, en California, donde se acaban de instalar. Donald Trump no los ha recibido con la alfombra roja precisamente, sino con un tuit airado acerca de quién debe asumir el gasto de su seguridad: los duques «¡deben pagar!». El hijo menor de Diana de Gales pasa página y rompe definitivamente con la que siempre había sido su vida hasta ahora. En un mensaje final de despedida, en su cuenta en Instagram, los duques de Sussex han dado las gracias a sus fans por su «apoyo, inspiración y por compartir el compromiso de hacer el bien en el mundo» y prometen seguir trabajando, aunque lo harán discretamente y en la sombra.

De momento han aplazado el lanzamiento de su nueva marca, porque, según su portavoz, «prefieren que en las próximas semanas y meses centrarse en la respuesta global al covid-19». También quieren dedicar buena parte de su tiempo a cuidar de su hijo de diez meses Archie Mountbatten-Windsor. Su cuenta on line permanecerá abierta, pero inactiva a partir de ahora.

Enrique y Meghan dejarán de utilizar el título de Su Alteza Real y no percibirán más dinero del erario público, aunque según el Daily Mail, el príncipe Carlos contribuirá con dos millones de libras al año al coste de cuatro millones al que asciende la seguridad que precisará la pareja. Por ahora mantendrán la residencia en Windsor, que ocuparon brevemente, pero las posibilidades de retornen a Gran Bretaña se han esfumado.

Sexto en la línea del trono, Enrique ha roto con la institución y en buena medida con su familia. Desde que el pasado mes de enero anunciara por sorpresa su intención y la de Meghan de vivir por sus propios medios y retirarse de las actividades oficiales de la realeza, las relaciones se han tensado más y más. La reina no aceptó ese plan a medias tintas y cortó por lo sano. El enfrentamiento de Enrique con su hermano Guillermo es una herida abierta, que costará cerrar. La última vez que ambos coincidieron en público a principios de este mes en la abadía de Westminster a penas se saludaron.

Enrique no ha retornado a Inglaterra a pesar de que su padre resultó contagiado por el coronavirus, algo que la prensa le ha reprochado. Carlos abandonó el lunes el confinamiento, ya recuperado. En un momento de crisis nacional como el que vive el país, la ausencia del joven príncipe se ha hecho notar. Los británicos que siempre le habían mirado con simpatía y habían perdonado todos sus devaneos, empiezan a verle con otros ojos mucho más críticos.

Donald Trump no les ha recibido precisamente con los brazos abiertos. «Estados Unidos no va a pagar por su protección. ¡Deben pagar!», señaló en un enérgico tuit. El tema era evidentemente urgente y requería la inmediata atención del presidente de un país, que lucha contra el avance galopante de la epidemia. «El duque y la duquesa de Sussex no tienen intención de pedir al Gobierno de Estados Unidos efectivos para su protección», dijo el portavoz de la pareja.