Como cada primavera, el buen tiempo en la mar trae la imagen más cruel del Mediterráneo. Decenas, cientos, miles de migrantes como ellos hacinados en precarias embarcaciones, sin agua ni combustible, tratan de llegar a Europa. El barco se está hundiendo, el agua está entrando. En la mayoría de los casos, como el que están viendo, nadie atiende esa llamada de socorro. Las trabas impuestas por las autoridades maltesas e italianas, complican los rescates. Nunca sabremos cuántos mueren ahogados pero la Italia de Giorgia Meloni sí cuenta a quienes llegan a sus costas: 3.000 en los últimos 3 días, 28.000 desde principios de año, un 300% más que en 2022. Y esgrimiendo estas cifras, el Gobierno ha decretado el estado de emergencia nacional migratorio durante los próximos seis meses. Cinco millones de euros movilizados para acelerar el proceso de asilo, es decir, acelerar las identificaciones y las expulsiones. Un aviso también a la Unión Europea, que en 2015 prometió una política migratoria común y todavía inexistente.