Si hablamos de personas sin hogar, el imaginario colectivo dibuja la figura de un hombre, de mediana edad, sentado en cualquier calle o durmiendo en un cajero. Sin embargo, ese perfil está cambiando. La precariedad juvenil a la hora de encontrar empleo y vivienda, sumado a la escasa red pública tanto para quienes son tutelados de la Administración y cumplen 18 años como para los migrantes que llegan huyendo de la guerra o la pobreza implica un crecimiento constante de jóvenes en situación de calle.