Ahsan conducía el taxi que comparte con su hermano durante el turno de la noche del sábado al domingo. Cuando faltaban pocos minutos para la una de la madrugada, al filo del toque de queda que vacía las calles para tratar de contener la virulenta propagación de la variante ómicron por orden de las autoridades sanitarias, una pareja requirió sus servicios a su paso por la plaza Mare de Déu del Pilar, en L’Hospitalet de Llobregat. Detuvo el coche pero quien primero se sentó en su asiento trasero fue un hombre corpulento que no había visto todavía. El hombre llevaba en la mano una copa de cristalno usaba mascarilla y parecía estar bajo la influencia del alcohol. “Le pedí que se pusiera la mascarilla y que tirara la copa porque no podía meterla”, explica Ahsan a El Periódico de Catalunya, diario del mismo grupo, Prensa Ibérica, que este periódico. El hombre ni quiso ponerse la mascarilla, ni tampoco tirar la copa.