Tras la tasa del 10,8% alcanzada en el mes de julio, la más alta desde 1984, la inflación llegó en agosto a un también elevado 10,5%. El encarecimiento generalizado de los precios y la consiguiente pérdida de valor del dinero convierte el momento actual en especialmente indicado para la inversión en vivienda, como valor refugio con el que obtener un mayor rédito al ahorro con bajo riesgo.

Empujado por el encarecimiento de la energía y de los alimentos, y alentado por la guerra de Ucrania, el aumento de los precios se deja notar ya en todas las categorías de productos, según el Instituto Nacional de Estadística (INE) y supone ya un importante contratiempo para la mayoría de las familias.

En julio la inflación se elevó hasta un histórico 10,8%, a consecuencia del encarecimiento de los productos de ocio y turísticos. Aunque en el mes de agosto la tasa descendió tres décimas, la subida de precios se ha convertido ya en el principal problema económico del país, con previsiones de recesión económica en el último trimestre de 2022 y el primero de 2023.

En este contexto la inversión inmobiliaria se manifiesta como una alternativa para quienes disponen de ahorros y como una herramienta para combatir la inflación. Mientras que el dinero ahorrado pierde valor si permanece inmovilizado en la cuenta bancaria, el invertido en vivienda se revaloriza a medida que lo hacen los inmuebles.

La vivienda se considera además un valor refugio para los inversores, como ha demostrado especialmente a raíz de la pandemia de covid. Se trata de una inversión rentable y segura: ofrece mayor rédito que otros productos financieros, que obligan además a correr un riesgo mayor para obtener alguna rentabilidad.

Capacidad de revalorización

Incluso en los peores tiempos para el sector inmobiliario, tras la crisis hipotecaria de 2008, la vivienda demostró su capacidad de revalorización. Se trata, además, de un bien de primera necesidad y elástico, lo que permite que la demanda se mantenga en mayor medida de lo que aumentan los precios. Tal y como señala el último informe de precios de venta de pisos.com, la vivienda de segunda mano en España alcanzó un precio medio en agosto de 1.951 euros por metro cuadrado, subiendo un 5,26% frente al mismo mes de 2021.

Según el presidente de la Asociación Española de Personal Shopper Inmobiliario (AEPSI), Iñaki Unsain, “algunos inversores que tienen liquidez en entidades financieras” ya están optando por esta alternativa para sus ahorros: “se decantan por comprar vivienda y alquilarla, para evitar que su dinero pierda valor debido a la inflación”.

Las posibilidades que ofrecen los bienes inmobiliarios como valor refugio frente a la inflación es especialmente relevante en las ubicaciones urbanas, en las zonas con previsiones de desarrollo urbanístico y con buenas comunicaciones.

Posibilidades en el alquiler

Una de las ventajas que ofrece la vivienda como bien de inversión es que a la vez que se revaloriza permite obtener de ella un rendimiento a través de su alquiler. En el segundo trimestre del año, la rentabilidad bruta del alquiler en España fue del 6,36%, según los datos de pisos.com; un 0,17% menos que en el primer trimestre de 2022, pero por encima del 5% a partir del cual se considera como una inversión óptima.

Por regiones, Castilla-La Mancha fue la comunidad autónoma que registró una mayor rentabilidad, del 7,76%, seguida de Extremadura (7,76%), Aragón (7,15%) y Canarias (6,6%). En el extremo opuesto, con la rentabilidad más baja, se encuentran las regiones de Baleares (4,19%), País Vasco (4,38%), Castilla y León (4,84%) y Madrid (4,98%).

Las previsiones futuras para el alquiler como inversión son también positivas, influenciadas por las mayores dificultades de compra que se presentan de cara a finales de 2022. El aumento del coste de las hipotecas y el efecto de la inflación en la economía de las familias tendrán como resultado una contracción en el número de transacciones inmobiliarias, a lo que se suma la reducción del ahorro de los hogares que ha causado la propia inflación los últimos meses.

Como consecuencia, aquellas personas que no puedan acceder a la adquisición de una vivienda optarán o bien por retrasar la decisión de compra, o por decantarse por el alquiler, lo que supondrá un aumento de la demanda y una posible subida de los precios de las rentas.