desfile

Dentro de cien años, todos calvos

Posesión del cargo de ministro.

Posesión del cargo de ministro. / EL PERIÓDICO

Antonio Martín Alegría

Me levanto temprano. Enciendo la televisión con el objeto de intentar sociabilizarme con este mundo, y de repente me encuentro en varios medios de comunicación una especie de desfile de modelos.

Salen a paso firme, mujeres y hombres, sobre todo mujeres , el porqué, no lo sé, pero es así, antes todos eran hombres y ahora todas son mujeres, y no, por supuesto que por ahí no me vais a pichar, ya que el que escribe, puedo corroborar que ha colaborado con la sociedad teniendo un hijo y una hija, y por supuesto, me da igual el que llegue a ministro, porque a ambos los he tratado exactamente igual, siempre según la edad de cada uno por supuesto, pero nunca por el sexo, incluso me atrevería a decir que con mi hija, que es más fuerte físicamente, he jugado y juego con ella con menos delicadeza que jugaba con mi hijo.

Pero bueno, a lo que iba, continuo con el desfile de modelos, modelas, modeles, todos, todas, todes -por ahí tampoco me pilláis- van teñidas, llevan trajes nuevos, sonrisas blanquecinas, figuras esbeltas y de la mano derecha les cuelga una cartera de esas antiguas que ya no se usan: son negras y llevan escrito de color oro ministro de tal y tal.

Las veo y alucino. Inmediatamente, se me viene a la cabeza los ministros de hace pocos años: calvos, gordos, feos, mujeres con arrugas... lo normal de la calle, ahora eso sí, todas ellas con mirada inteligente, vamos, que nos sacaban tres puertos en inteligencia y en saber hablar y convencer.

Sinceramente, no sé la edad que tienen los nuevos ministros, ni me importa, pero yo con 52 tacos, aquí en la cama, recién levantado, parezco el hermano mayor de ellos, y de algunos hasta el profesor.

Sí, sufridos lectores, os lo cuento a vosotros, amigos del periódico de papel, ahora en este país, con 52 años eres el hermano mayor de los políticos, el padre de los banqueros y el abuelo de los futbolistas de la selección. Hasta las juezas y médicos parecen mi hija o mi hijo, joder.

Hoy en día, tan solo encuentras gente de nuestra especie en las bibliotecas y en los bares, allí pasamos desapercibidos, pero como a los bares ya hemos dejado de ir, y la biblioteca nos queda a cuatro kilómetros de casa, pues yo por lo menos, me siento en el sofá de mi casa como Bruce Willis en «Los sustitutos». Y sale a pasear mi yo joven de Facebook.

También hay que tener en cuenta que a muchos de mi quinta se les ha ido un poco la cabeza, y de repente, le crece de nuevo el pelo de la cocorota, no tienen bello en las piernas, las barbas carecen de canas y sus dientes son blancos como la leche, y para más inri, usan el móvil con dos manos y a la distancia normal de un joven de 20 años, como si no existiera lo de la vista cansada. ¿Han hecho un pacto con el diablo? No, seguro que no, pero sí con el banco.

En fin, me levanto. El ánimo, ya lo podéis entender tras lo visto, por los putos suelos. Me voy al cuarto de baño, me lavo la cara y me digo: voy a apuntarme al gimnasio, que al igual que las casas de apuestas, por desgracia, siempre quedan cerca de donde vives.