Las navidades y el mundo

La estrella de Navidad en Cáceres.

La estrella de Navidad en Cáceres. / EL PERIÓDICO

José Antonio Barquilla Mateos

La Navidad es bonita y fría y luminosa e inocente. Y lleva algo nuestro en su esencia, nuestro espíritu de antaño, cuando éramos niños y creíamos en cosas, y había en el belén, en el árbol de Navidad, en el fuego que ardía alegre en la chimenea, un ángel ilusionado en el que creíamos, como creíamos en el ángel de la guarda. Era un tiempo de soledad y de escarcha en el pueblo aterido, sin luces apenas en el que diciembre olía a estiércol y pobreza y no había adornos iluminados en los pueblos de entonces.

El turrón y las figuritas de mazapán eran una alegre novedad como lo eran los villancicos y el aguinaldo. Todo era sencillo e inocente como la cara sonriente de la luna sobre las oscuras acacias en las afueras del pueblo.

El espíritu de las navidades pasadas, como en el cuento de Dickens, vuela sobre las almas que aún creen, como una paloma sin mácula, pero, en general, ese espíritu navideño contrasta y choca contra el mundo de hoy porque todos sabemos cómo está la cosa. No hace falta añadir nada.

Tampoco es todo negro. Ni blanco. Queda un hueco para soñar y para vivir. A los niños de entonces nos regalaban un caballo de cartón y a los niños de hoy, un móvil, quizá, y ellos, los pequeños de ahora saben más cosas y aprenden pronto porque ya nacen preparados para aprender enseguida sobre los «achaques del mundo», como Don Quijote sabía de achaques de caballería. Y esto, ¿es bueno?. Sin duda, pero también lleva sus peligros más o menos importantes.

Pero el espíritu de las navidades de siempre está aquí de nuevo, aunque al Mr Scrooge de Dickens le costaría quizá más trabajo aún que en el cuento, creer en ello.