El Villanovense ya está donde quería: en la fase de ascenso a Segunda A. Quizá este año podría ser menos sorprendente que el club extremeño se metiera de lleno en la pelea por subir, pero ahí está. Que hay equipos que han manejado más dinero y caché y se han quedado atrás. Incluso alguno, como el Jaén, otrora ‘gallito’ de la categoría, dando con sus huesos en Tercera.

A mí lo del Villanovense me llena de satisfacción, que diría el rey emérito. Desde su modestia, siempre ha sido un club discreto, sin alardes, sin alharacas, en el que la única obsesión ha sido hacer las cosas bien, con o sin dinero. ¿Que ahora tiene más por todo lo que supuso el duelo copero del pasado año ante el Barcelona? Pues claro: pero todo aquello tuvo su origen precisamente en la humildad.

Personalmente no conozco a Pepe Cuevas, el ‘Monchi de La Serena’, pero ahí le ven, siempre acertando en los fichajes. Más de una década haciendo esta función, más de una década dando en la diana del buen futbolista. Y después está la sencillez del presidente, José María Tapia, un tipo al que desde la distancia se le ve cercano, preocupado y orgulloso. Y eso que, hace un año y unos pocos meses amagó con marcharse porque alguno cuestionaba su labor. Afortunadamente, dio marcha atrás y ahí sigue.

El fútbol extremeño ahí sigue, haciéndose fuerte en la Segunda B. Este año es bastante evidente que, pase lo que pase en las próximas semanas, el balance va a ser muy bueno. Y es que al Mérida hay que reconocerle su fantástico final de campeonato teniendo en cuenta que estuvo en las catacumbas de la clasificación. ¿Que no se va a meter en fase de ascenso? Bueno, pero ahí continúa.

¿Qué decir del Extremadura? Caso singularísimo, desde luego. Me atrevería a decir que sus aficionados han sido los verdaderos salvadores.