Cuentan las crónicas, que el primer periódico impreso que se editó en Cáceres fue el denominado Semanario Patriótico de la Provincia de Cáceres, cuyo primer número se edito en 1822. Este hecho es lo suficientemente trascendental como para escribir sobre la importancia que había de tener la implantación de la imprenta en Cáceres, un invento mecánico que permitió que el papel impreso fuese una realidad, en una ciudad que carecía de él.

Anteriormente, desde Enero a Mayo de 1813, se había conocido la edición manuscrita del primer periódico que tuvo la ciudad, La Asociación de Cáceres, del cual se llegaron a editar 31 números que se ponían a disposición de los lectores en la tienda de Calaff en la plaza Mayor. Solo se realizaba un único ejemplar de cada número. Esta experiencia, auspiciada por el entonces alcalde Alvaro Gómez Becerra, es efímera y nos muestra como en pleno siglo XIX la ciudad seguía careciendo de elementos esenciales en el desarrollo cultural de la población.

El establecimiento de la imprenta en Cáceres es tardío, se produce de la mano de los hermanos Miguel y Lucas de Burgos en 1820. Oriundos del pueblo riojano de Arnedillo, llegan a la ciudad con una imprenta rudimentaria, adquirida en Madrid. Se instalan en primer lugar en el antiguo Convento de Santo Domingo y posteriormente en un local situado en el denominado Portal Llano de la plaza Mayor. De su taller saldrían los primeros periódicos y libros que se van a imprimir en Cáceres. En años sucesivos, la imprenta, sería traspasada a Nicolás María Jiménez cuyos herederos la mantuvieron hasta bien entrado el siglo XX.

La imprenta supuso, para la ciudad, un elemento importante en la difusión cultural y la formación de los vecinos. Aunque gran parte de ellos no sabían ni leer ni escribir, el hecho de que se divulgasen libros, pasquines o periódicos que hablaban de temas y materias locales invitaba a superar esas carencias formativas. La escasa burguesía local y los muchos funcionarios existentes, desde a creación de la Audiencia Territorial de Extremadura en 1791, fueron los principales benefactores de la imprenta y todo lo que ello supuso para el enriquecimiento instructivo de Cáceres.

Durante décadas, hasta la llegada del ferrocarril en 1881, la prensa nacional que se consumía en la ciudad llegaba con un mínimo de una semana de retraso, lo cual generaba un estado de desinformación permanente en la ciudad. La imprenta rompió, en parte, con ese aislamiento informativo y permitió la edición de periódicos locales que, con el paso de los tiempos, se han convertido en fuentes de información sobre el pasado de la ciudad.