Dominan los cerros, coronan los pueblos, vigilan los puentes, custodian los caminos... La provincia cacereña es una gran privilegiada en castillos medievales, con un centenar de construcciones de estilos muy interesantes que han perdurado hasta nuestros días. Algunos de ellos, en torno a una docena, tienen tal calidad arquitectónica que se posicionan entre los mejores del país, pero existen multitud de pequeños castillos extraordinarios por sus singularidades, igualmente dignos de conservación.

La mayoría de los que han resistido el paso del tiempo fueron tardíos en su época, algunos del siglo XIV pero casi todos del siglo XV, con excepciones como Trujillo, una fortaleza de planta original probablemente califá, reutilizada una y otra vez por pueblos que añadieron distintas construcciones. Es el ejemplo de castillo que seduce a los historiadores, porque allí pueden ver el pasado como una secuencia. Entre estos expertos se encuentra Manuel Rojas Gabriel, profesor titular de Historia Medieval, especialista en castellología y director de publicaciones de la Universidad de Extremadura. Su línea de investigación se basa en las fronteras y las guerras medievales. Cáceres, afirma, tienen un "extraordinario" patrimonio.

"Podemos distinguir dos tipos de castillos, unos defendidos por hombres y otros que defienden a los hombres. La mayoría de los situados en la provincia eran de los segundos. Su función principal consistía en el control y el dominio del territorio", explica el profesor Manuel Rojas. Aquellas fortalezas medievales simbolizaban el poder, ejercían como centros administrativos, cumplían funciones militares e incluso a veces impartían justicia. "Cada una de ellas era una unidad multifuncional", subraya el historiador.

De hecho, no había señorío sin castillo, ya fuera de realengo (perteneciente a reyes) o un señorío seglar (de nobles, de órdenes militares, incluso eclesiásticos). La mayoría de las construcciones que se ubican en tierras cacereñas no fueron levantadas por poderes centrales ni públicos, sino por manos privadas con capacidad de costear fortalezas de semejante tamaño.

Pero no hay que llamarse a engaño. La imagen de los castillos que vemos en la actualidad no era exactamente así en su época. En primer lugar no tenían los sillares y otros elementos constructivos a la vista. Para preservarlos de los cambios meteorológicos, estaban lucidos y en algunos casos se decoraban los muros. "El de Montánchez tiene una ornamentación original de figuras geométricas, y puede apreciarse a la caída de la tarde con la luz rasante", explica el profesor. En otras fortificaciones se pintaban falsos sillares para imitar la piedra por fuera.

Pero además, el aspecto que tenía un castillo en la época medieval "era más parecido a un cortijo, con vacas, ovejas, gente entrando y saliendo, elementos de construcción añadidos a los muros para guardar la paja o el ganado...", señala. Por tanto, no se correspondía a primera vista con la imagen de un cuartel.

BELVIS DE MONROY Manuel Rojas, quien ha ejercido como profesor en las universidades de Glasgow, Durham o Poitiers, y además es director de proyectos internacionales y autor de artículos y libros especializados (ya tiene listo el próximo sobre la conducción de la guerra en la Edad Media, siglos IX-XIII), ofrece un repaso por las fortificaciones de mayor relevancia de la provincia. Una de las más destacadas es sin duda el castillo de Belvís de Monroy, considerado de primer nivel por su calidad arquitectónica.

"Se trata de una construcción espectacular, aunque mal conservada. Fue tardía, de la segunda mitad del siglo XV, y sufrió mucho durante el asedio de los Reyes Católicos, ya que Don Alonso de Monroy se reveló contra ellos", relata el experto. Conserva dispositivos defensivos muy curiosos, casi únicos, como una chimenea a la que se le puede retirar el suelo y hace las veces de ladronera para el dominio de la vertical sobre una puerta.

TRUJILLO Esta fortificación tiene planta original probablemente califá (altomedieval), luego reutilizada en época taifa, almorávide, almohade... Incluso alberga un baluarte pentagonal para cañones de finales del siglo XV. "Hablamos de un castillo de primer nivel que permite explicar su evolución, la transformación de la arquitectura militar típica de la Península desde la alta a la baja Edad Media, conocer cómo era una fortaleza musulmana de época califal hasta la época cristiana tardía", indica.

Con el paso de los años, y de los siglos, el castillo de Trujillo fue añadiendo nuevos elementos como las torres albarranas y variedad de dispositivos defensivos muy interesantes. Por ejemplo, era una de las fortalezas que se podían cerrar literalmente a cal y canto (de ahí la expresión que se ha mantenido hasta hoy). Dispone de un tablacho tapiador que permitía bajar tablas a lo largo de la puerta y llenar ese espacio de tierra y cascajos a fin de resistir un asedio, ya que el punto más débil de un castillo era generalmente su acceso. Incluso tiene elementos para echar agua sobre la puerta en caso de que el enemigo intentara quemarla. La entrada se construyó en cuesta siempre con el objetivo de complicar el asalto.

MONTANCHEZ Este municipio cacereño alberga otra fortificación "extraordinariamente interesante", según el profesor Manuel Rojas, tanto por su gran tamaño como por su potencial arqueológico. "Sería un castillo digno de excavarse dadas las posibilidades que guardar en su interior, o al menos se deberían realizar catas. El terreno está lleno de derrubios que invitan a estudiar lo que hay debajo", afirma.

La fortaleza se ha sometido en más de una ocasión a labores de restauración, trabajos que hace décadas se acometieron con la mejor voluntad pero sin seguir los consejos técnicos necesarios. De la época de dominio musulmán se mantienen tres aljibes y parte de su trazado. Posteriormente fue administrado por la Orden de Santiago y se añadieron más murallas en torno al recinto.

CORIA Se trata de otro castillo de notable interés por la forma peculiar de la torre del homenaje, una pentagonal en proa, y por la calidad de su construcción, con un corte de la piedra muy correcto. Fue semitardío, levantado por los Duques de Alba en proporciones pequeñas pero bien rematado, con destacados elementos de defensa y ataque.

TREVEJO Hay castillos más pequeños aunque "enormemente" interesantes, por ejemplo el de Trevejo, que se construyó de forma tardía pero con soluciones defensivas muy interesantes, cuando la artillería de pólvora comenzaba a extenderse. "El problema es que los franceses lo volaron durante la Guerra de la Independencia temiendo que partidas de guerrilleros se encerraran dentro", explica el profesor. Se encuentra en un estado de conservación realmente deficiente.

LA ZARZA Otra fortaleza que llama poderosamente la atención de los expertos es el Castillo de la Zarza, cerca de Cáceres, junto a la N-630. "Se trata de una fortificación arcaica en su contexto, ya que por ejemplo pueden apreciarse los gatillos para soportar los cadalsos, estructuras muy antiguas de madera en voladizos que se ponían sobre la torre para dominar la vertical", subraya Manuel Rojas. Sin duda, una construcción muy atractiva pese a su pequeño tamaño y su mal estado de conservación, con soluciones castrales interesantes como las entradas en recodo y una torre del homenaje que parece una miniatura de la de Belvís.

FLORIPE Hay también castillos singulares por sus condiciones, por ejemplo Floripe, sumergido bajo el pantano de Alcántara y solo visible a medida que la presa va turbinando las aguas, o cuando la sequía azota la Península Ibérica. Incomprensible, porque en realidad se trata de una de las mejores torres del homenaje que existen en la provincia, con tal calidad arquitectónica que aún es capaz de emerger firme pese a que lleva décadas soportando la erosión del agua. "Ya está sufriendo un deterioro importante", lamenta el historiador.

Además, Floripe es un ejemplo perfecto de un castillo construido no en la parte más alta, sino en la más baja, rodeado de cotas dominante, sin duda la peor elección defensiva. No obstante, la fortaleza estaba destinada a un objetivo muy distinto: dominaba un puente, de modo que los caminantes tenían que pasar por allí y pagaban el peaje. El mismo uso tenía Portezuelo, un castillo muy cercano al anterior, casi arcaico ya en su época, pero en cota elevada. El nombre real en sus orígenes fue Portillo, puesto que controlaba el puerto que daba acceso a Coria.

Otras fortalezas se suceden en los campos y los pueblos cacereños. La de Granadilla, construida por el Gran Duque de Alba, García Alvarez de Toledo, también resulta extraordinaria por su forma y distribución. Y qué decir del castillo de Monroy, una fortificación palaciega de estilo gótico, fruto de sucesivas adecuaciones a los usos que tuvo en cada momento. También destaca el bastión de Peñafiel, en Zarza la Mayor, de origen árabe (lo denominaban entonces Racha Rachel) y más tarde centro de una importante encomienda de la Orden Militar de Alcántara.

Hay incluso castillos que siguen habitados, al menos en parte, como la torre de Grimaldo, donde existe una vivienda. El de Jarandilla fue acondicionado como parador de turismo, una restauración que ha permitido conservar al menos el exterior.

ESTADO Pese a la cantidad y calidad de los castillos de la provincia cacereña, su estado de conservación en general no es precisamente el más adecuado, según los especialistas. Por ejemplo, Belvís de Monroy necesita una consolidación importante, eliminando los elementos parásitos de restauraciones anteriores que no siguieron los criterios correctos. También precisa una excavación o al menos una cata de primer nivel. Por su parte, el castillo de la Zarza requiere una consolidación de sus ruinas, y Trevejo urge un refuerzo considerable.

No existe una carta arqueológica sobre los castillos cacereños, es decir, un documento donde sean ubicados, descritos, fechados y se estudie su estado de conservación y las intervenciones que requieren, estableciendo prioridades. "Cada día es mayor la necesidad de analizar y divulgar su calidad, no solo desde el punto de vista turístico, que por supuesto también, sino histórico y arqueológico", señala el profesor Manuel Rojas. Tampoco se ha realizado una guía de estas fortificaciones en profundidad, "incluso sería interesante trazar rutas de arquitectura militar por castillos, casas fuertes y cercas urbanas como las de Coria, Cáceres, Plasencia o Galisteo...", aconseja el especialista.