Ni los conflictos por intereses artísticos o políticos, ni los desencuentros por asuntos del cartel, ni las tiranteces por los presupuestos, ni la crisis mundial de 2008, ni la peor pandemia del último siglo han podido con San Womad. Sí, San Womad, porque en Cáceres el certamen multiétnico es uno más de los muchos santos primaverales del calendario local, tanto por su relevancia como por su resiliencia. El ‘World of Music, Arts & Dance Festival’ volverá tras dos años de ausencia a sus escenarios habituales este mes de mayo, si el virus lo permite, para celebrar su 29º edición (debería ser la 31º).

Un sábado 9 de mayo de 1992, mientras Serafín Zubiri defendía en Suecia el pabellón español de Eurovisión con ‘Todo esto es la música’, aquí, en Cáceres, Womad debutaba sin multitudes ni botellones. Quienes disfrutaron de aquella edición recuerdan que estaban en familia, entre amigos, seducidos por artistas, letras y sonidos de distintos rincones del planeta, muchos tan desconocidos como excepcionales.

Jhon Hammond, Bod Gelfod, Salif Keita, Los Lobos, Geoffrey Oryema o Immaculate Fools pusieron la música de aquel inicio. Los primeros titulares sobre el festival hablaban de ‘Éxito musical sin aglomeraciones’. Desde entonces, Cáceres y Womad han caminado de la mano. El calor de la primavera sobre las piedras del casco histórico, esa agradable sensación que cualquier cacereño conoce, ha sido el bálsamo para superar cualquier desavenencia en una singladura tan duradera.

Edición mítica

Peter Gabriel (director del festival) había elegido Cáceres tras quedar fascinado por la ciudad durante una visita personal. Y acertó. En 1993, la fama ya precedía al Womad y las calles comenzaron a llenarse. Fue una edición mítica para muchos, con Kiko Veneno, Raimundo Amador, Oyster Band, Holmes Brothers o el propio Peter Gabriel. Año a año, la ciudad comenzó a atraer público de otros puntos del país que no querían perderse a Capercaille, Juan Perro, Papa Wemba, Suzanne Vega, Ched Mami, La Barbería del Sur, Jaime Anglada, The Chieftains, Zap Mama, Compay Segundo, Tomatito, Shooglenifty, Eleftheria Arvanitaki, Amparanoia, Cheik Lo, El Cigala, Coco Mbassi oBilly Cobham & Asere.

Peter Gabriel, en la segunda edición de Womad Cáceres, en 1993. EL PERIÓDICO

En 1998 ya se llegó a los 100.000 asistentes. Fue la edición de las Hijas del Sol y Café Quijano. El celo por el cuidado del casco histórico motivó que algunos conciertos se trasladaran al ferial en 1999. La esencia Womad se perdía y se vivió un debate intenso que se zanjó con un modelo mixto: actuaciones entre la plaza Mayor y el hípico hasta 2003. Hubo incluso experimentos en la plaza de toros.

En 2004 volvió la tensión a costa del presupuesto y el Consorcio Gran Teatro llegó a barajar otro festival alternativo. Pero los cacereños, los hosteleros y el ayuntamiento (comandado por Saponi) se pusieron del lado del Womad. En 2008 se repitió la misma situación con la misma respuesta, esta vez con Carmen Heras como alcaldesa. Había Womad para rato. Además, el certamen estaba de regreso en el centro histórico desde 2005, prescindiendo eso sí del sábado para evitar aglomeraciones. El segundo Womad más antiguo del mundo (tras el de Reino Unido, con sede en Reading y luego en Charlton Park)​ no quería perder su filosofía.

Bodas de plata del certamen en Cáceres en el año 2016. Desfile de clausura. EL PERIÓDICO

Desde 2009, el festival vuelve cada primavera sin sobresaltos, con alguna divergencia lógica y salvable, y mantiene un formato de cuatro días de programación en la plaza Mayor, el casco histórico y el Gran Teatro. En sus bodas de plata (2016) ya habían pasado por sus escenarios medio millar de artistas y bandas. Además, desde entonces se cierran acuerdos bianuales entre Womad y Gran Teatro, que tienden a facilitar y agilizar cada edición. El festival ya tiene tal integración con Cáceres que forma parte del ADN de varias generaciones. Este año volverá tras dos de pausa obligada. Cáceres debe curar las heridas de la pandemia y las músicas del mundo quieren ser parte de su vacuna.