TRIBUNA

La plaza de toros de Cáceres

Es un majestuoso edificio del siglo XIX, que es un ejemplo vergonzante de la desidia de los ayuntamientos

Antonio Sánchez Buenadicha

Antonio Sánchez Buenadicha

Es un sarcasmo que en los mismos días en los que se hace pública una ley de bienestar animal vuelva a ser noticia la plaza de toros de Cáceres. No creo que sea necesario decir que dicho bienestar no se procura legalmente a los toros de lidia a los que se les niega que tengan sentimientos. Supongo que aunque eso se debe a su raza especial no puede llamarse racismo. Ese majestuoso edificio del siglo XIX es un ejemplo vergonzante de la desidia de los ayuntamientos y del despilfarro. Por su ubicación, dimensiones y aforo debería ser un lugar privilegiado para la programación de toda clase de eventos culturales y recreativos pero ahí está deteriorada por el paso de los años, sin que en sus instalaciones se celebre acontecimiento alguno. 

Este colosal edificio, declarado Bien de Interés Cultural, ha demostrado que no solamente sirve para presenciar espectáculos, claramente minoritarios pues últimamente en raras ocasiones ha llenado su menguante aforo, en los que se juega con la muerte de animales y personas sino que ha acogido la celebración de los Festivales Hispanoamericanos que tanta diversión y relaciones internacionales procuraron a nuestra ciudad y que perviven en la mente de muchos cacereños. Muchos veranos ha ofrecido proyecciones cinematográficas con muy buena acogida por parte de un público bullanguero.

En ella se han llevado a cabo multitudinarios mítines políticos, conocidos artistas la han llenado con sus recitales y se han montado espectáculos teatrales. Pero desde hace años se ve abandonada, cerrada a todo evento, como una muestra de la desidia oficial. Debido a necesidades de seguridad disminuyó su aforo y de las ocho mil localidades se ha pasado a unas tres mil. Probablemente, no se hayan solucionado las incomodidades de sus asientos y necesite una profunda remodelación sin perder la esencia de su diseño original, pero lo que no puede admitirse es que permanezca en su estado actual como un monstruo tapiado, obsoleto y propenso al deterioro final. De momento está en el catálogo de edificios abandonados por las administraciones.