Lleva más de veinte años coleccionando voces y música en un ‘baúl del tesoro’ en el que se entrelazan 1.500 cilindros de fonógrafo y 100.000 discos de pizarra. Ahora, Carlos Martín Ballester (Madrid, 1974) suma una joya más a ese codiciado cofre: la intrahistoria de Extremadura en veintisiete tesoros sonoros que reflejan lo que fuimos, y que como todo lo que nos cuenta la historia, puede ofrecer algunas respuestas a ese por qué somos los que somos. Martín Ballester es además fundador y presidente del Círculo Flamenco de Madrid así que le presuponemos otro arte, el de ‘saber escuchar’, esa virtud tan valiosa y necesaria entre los que amamos al supremo arte del flamenco. Hoy, hablamos de otro tipo de arte. Ese que escondido entre las ondas y el silencio nos susurra una parte importante de la historia de nuestra tierra. Saber escuchar, y saber lo que se escucha. No lo olviden, ese es el secreto.

—Cuéntenos, ¿cómo llega a sus manos, o mejor dicho, a sus oídos, este trabajo inédito?

—Bueno, esta colección de cilindros de fonógrafo de raíz extremeña procede de una colección adquirida hace más de diez años a una familia con vínculos en la villa de Gata (Cáceres) El propietario original, Andrés Agero, fue un destacado aficionado a la fonografía de finales del siglo XIX. Contactaron conmigo los propietarios de la casa palaciega donde se albergaba la colección, conocedores de mi interés por todo lo relativo al periodo del fonógrafo y el gramófono, y hasta aquí.

—¿Qué es lo que ofrece a nivel histórico un hallazgo de este tipo?

—Supone un hito porque estamos ante las primeras grabaciones sonoras en todo lo concerniente a Extremadura, además, con un volúmen importante de grabaciones: veintisiete. Este tipo de hallazgos, de marcado carácter local y antropológico, es escaso o inexistente en el resto de comunidades españolas. Creo que para Extremadura es algo único.

—¿Qué es lo que lo hace único?

—Su singularidad radica en que las grabaciones no proceden de una colección de la época con cilindros adquiridos en los gabinetes fonográficos comerciales, y por tanto, con registros más o menos conocidos. Por el contrario, el señor Agero lo que hizo fue comprar un conjunto de cilindros vírgenes, llevárselos a su casa de Gata, y registrar in situ con su fonógrafo todas aquellas músicas o testimonios que consideró relevantes. Es el valor de lo auténtico.

—¿Cuándo reconoce uno que tiene un ‘tesoro’ entre las manos?

—En cuanto comencé a analizar la colección y a documentarme, comprobé lo que le comentaba anteriormente: estábamos ante unas grabaciones de campo, de marcado carácter etnográfico y cultural, en las que lo mismo se encontraban conversaciones de habitantes de la comarca, como las campanas de la Iglesia, piezas interpretadas por la Banda Municipal de Gata..., etcétera. Este es un conjunto de documentos extraordinarios que nos aportan una información única.

—¿Qué interés puede tener este conjunto de grabaciones para los investigadores?

—Tiene un interés enorme, puesto que al tratarse como digo de los registros sonoros más antiguos en lo concerniente a Extremadura, pueden hallarse retazos de las costumbres imperantes en aquella época, el habla, las músicas en boga, y otras cuestiones que ayudan a entender la sociedad de la época.

—¿En qué estado de conservación se encuentra?

—Como es bien sabido por los especialistas, los cilindros fonográficos suelen adolecer de ciertos defectos a causa de la humedad. En este caso, el estado en el que se encuentran es muy variado: desde ejemplares excelentes con una audición muy clara, hasta otras con severos daños, pasando por distintos niveles de conservación.

—¿Qué destino pretende darle a esta colección?

—Evidentemente, hoy por hoy se conserva en unas condiciones de temperatura y humedad adecuadas, y por supuesto, respetando el conjunto y manteniéndolo tal cual fue localizado. En principio, formará parte del futuro museo que estará alojado en la nueva sede de mi negocio (carlosmb 78 rpm records & cylinders), aunque no se me escapa que tuviera otros posibles destinos. Sería lógico que formara parte de los fondos de alguna institución extremeña que fuera sensible a este tipo de documentos.

—Ha dedicado un volumen a la obra de Don Antonio Chacón, preámbulo de lo que será una colección que pasará próximamente por Manuel Torres, ¿necesitamos los aficionados volver la mirada a los orígenes?

—No hay nada más moderno para los intérpretes de cualquier época que apoyarse en las creaciones del ayer para crear -o recrear- las del mañana. Además, la música registrada entre 1895 y 1955 (el periodo del fonógrafo y el gramófono) destaca por estar en continua evolución, no solo la flamenca, sino muchas de las que se desarrollaron a la par del sonido grabado.

—¿Qué ha sido lo más complicado a la hora de culminar esa colección de grabaciones de Don Antonio?

—Sin duda, recopilar todo el material sonoro y gráfico. Hay que recordar que las compañías discográficas que realizaron los registros de Chacón no conservan los masters originales, por lo que hay que recurrir a los discos de pizarra que se comercializaron en la época. Como además hay que contar con ejemplares en perfecto estado, para conseguir esos 27 discos que utilicé (53 cantes) habrán pasado por mis manos centenares de discos de Chacón. Los cilindros es otra historia.

—¿Qué ha aprendido de todo el trabajo de campo realizado?

—La gran disposición de instituciones públicas y de particulares que han cedido material con el objetivo de enriquecer la obra, porque no todo ha procedido de mi colección.