Necesito que Nata tire de la correa y me diga «sentado» para poder sentarme y ver pasar los autos y sentir las pequeñas ráfagas de viento en el hocico y contemplar las hojas secas amontonándose en la orilla. (...) Una tarde volvió a ponerme la correa y me subió al carro y condujo varias horas hasta un parque que jamás había visto. Jugamos un rato y luego comenzó a llorar, se arrodilló delante mí y me quitó la correa. Quise rodearla con los brazos pero, por supuesto, yo no tengo brazos y sólo pude lamerle la cara y ella, llorando, sólo pudo decirme: «No me hagas sentir culpable».

‘Lo que queda de nosotros’ habla de abandono. No solo de que Nata se deshaga de Toto, su perro, un perro que adoptó sin querer adoptarlo, después de muchas pérdidas porque el abandono tiene muchas caras, no solo la de la muerte de los padres. También la de la falta de apego de los primeros años de vida de los niños que después son adoptados, que se traduce en problemas de comportamiento y de empatía: hay una asociación maravillosa que los aborda. Se llama Petales. No es un tema que se trate mucho en los medios de comunicación: por qué unos padres que quieren descendencia y que pasan por un proceso duro (porque es duro) luego acaban abandonando a sus hijos también. El abandono que produce una situación de guerra y de refugio cuando acabas desplazándote solo o sin un adulto estable que te cuide, o con otro que te use para prostituirte o vender droga. El abandono de un padre o de una madre aparentemente estables o normales que no saben ocuparse de ti. El abandono ante las diferentes situaciones de acoso que se pueden vivir en un aula.

En mi casa vive un gato al que dejaron en una perrera después de siete años en una casa: su cerebro está roto. Si algún desconocido llega, se refriega contra sus piernas y le maúlla muy bajito, pero, si ese desconocido le acaricia más de tres veces, le da con el hocico, gruñendo. Cuando no me ve porque me encierro en la cocina y no quiero que se queme las patitas, aporrea la puerta y grita como si le fueran a matar. A los gatos les tiembla la cola si se sienten felices de verte: a este, que se llama Coyote, le tiembla todo el cuerpo. Llegó como llegan todos los gatos sin amparo: enfermo. Muchos de ellos mueren en poco tiempo: eso es lo que hace el abandono en la mente de las personas y en la de los animales. Destrozar. Y crear otras cosas: el miedo a los otros, la incapacidad para saber querer, los problemas con la intimidad, no saber compartir espacios ni establecer cuál es tu posición con respecto a las relaciones que intentas construir, que siempre son endebles.

‘Lo que queda de nosotros’ habla de todo esto. De la necesidad, o no, de amor. De la necesidad de qué tipos de amor. De cómo llevamos los duelos (como podemos, como sabemos). De animales: de nuestra relación con algunos animales (los que en nuestra cultura hemos elegido para que habiten en nuestras casas). Del acoso, la soledad, el abuso, las calamidades de la vida en la calle, la juventud, la adolescencia, de qué hacer cuando cerca no hay nadie a quién culpar y de cómo asumir el lugar que ocupamos cuando todo ha saltado por los aires. De la muerte y las heridas y las estupideces que podemos hacer cuando todo nos duele.

La escribieron Sara Pinet y Alejandro Ricaño, en México. Domingo Cruz se la encontró en uno de sus viajes allí y la montó con Isabel Moreno y Esteban García Ballesteros (no se puede ser mejor un perro de lo que lo es Esteban), que además han ganado premio a las mejores interpretaciones en Fetén.

La memoria del abandono es indeleble, aun cuando uno no tenga conciencia de su propio desamparo. El cerebro es capaz de eliminar ciertos sucesos horribles, sobre todo los que ocurren en nuestra infancia, para que no nos muramos de pena (la expresión ‘morirse de pena’ es literal: deja uno de respirar, se le para el corazón, se le entierra). Sobre distintas memorias habla Cambaleo teatro en su nueva propuesta: sobre la de la niñez; sobre lo que queda del proyecto colectivo que es capaz de crear una compañía de teatro en sus más de 35 años de vida; sobre la memoria histórica y sobre la acción que sustenta o que sustentan esas memorias. Cuánto de reconstrucción, cuánto de falsedad, cuánto de lo que se experimentó realmente. Cómo influye en nuestra construcción como individuos y como seres sociales. Cómo escribir sobre el dolor o contra el miedo o contra lo que fuimos o contra lo que pasó durante una guerra que no está cerrada o contra la esperanza de encontrar a un desaparecido o los picores en la piel, en la piel social también, cuando creemos que hemos curado una herida que forma costra o se enquista o sangra. Cómo podremos habitar cualquier espacio si no estamos enteros.

Quizá porque vivimos a pesar de lo que queda de nosotros.

Seguimos

A pesar

De lo que queda de nosotros

‘Lo que queda de nosotros’. Viernes, 16 de marzo. 21.00 horas Sala Trajano (Mérida).

‘Memoria [en blanco]’. Cambaleo Teatro. Viernes y sábado, 16 y 17 de marzo. 20.30 horas. La Nave del Duende (Casar de Cáceres).