El cine experimental está alejado de los estereotipos encorsetados, huye de los límites del lenguaje audiovisual tradicional y se abre a nuevas formas narrativas. El color en el séptimo arte es una poderosa herramienta narradora de historias por sí sola, su uso en los trabajos de Cristina Diez-Madroñero Manzano, de 24 años y natural de la localidad pacense de Garbayuela, tiene un papel protagonista.

A los 17 años se marchó de Extremadura para estudiar Bellas Artes, después hizo un máster en Dirección de Fotografía y un máster en Dirección Cinematográfica. Actualmente, reside en Barcelona donde desarrolla sus dos facetas profesionales en paralelo, la dirección artística y la dirección y producción de cine, al frente de su propia empresa productora.

El color lo es todo para mí, es el punto de encuentro con todo eso, con mi persona”. El arte convive de manera intrínseca con Diez-Madroñero: “He escrito desde que era muy pequeña, a los 9 años ya escribía poesía”. De hecho, asegura que se fue acercando al cine porque es donde realmente puede unir la pintura, la poesía y la fotografía.

Se define como una persona sinestésica, “para mí los sonidos tienen colores. Me gusta explicar el color desde lo perceptivo, desde los sentidos”. Para la cineasta, lo importante no es la palabra sino el sonido de la palabra: “Una palabra también cambia de contexto igual que el color, dependiendo qué otro color lo rodee. Porque la palabra en sí, el objeto en sí, no tienen un sentido, un significado. Rodeándose de otros colores diferentes va creciendo y va cambiando de tono, y va ofreciendo muchas sensaciones que al final es la expresión que se comunica, que es lo que nos llega de unos a otros”.

Diez-Madroñero explica el cine experimental como ‘el cine de los sentidos’: “ El salir de la narración es una posición artística y casi política, diría. Este tipo de cine es querer hablar de la potencia que tiene la imagen, de lo que causa en nosotros". También añade que “muchas veces, nos centramos demasiado en la historia y esto nos roba la atención de otras cosas, como la parte material y física del cine".

Hace 7 años se marchó de Extremadura para formarse pero ahora cree que es el momento de volver: “Me quiero ir a mi casa, quiero volver a mi pueblo para poder demostrar que de allí podemos salir, que allí podemos volver y allí podemos estar y que no todo es irse”.

A finales del mes de junio, comenzará con el rodaje del cortometraje de ficción en GarbayuelaSuspensión cromática’. Un filme que habla sobre la fragilidad del recuerdo a través de la historia de María, quien revive un perturbador evento de su niñez. Estando de fiesta con sus amigos experimentó algo similar a una alucinación, en la que se vio a sí misma con 34 años como protagonista de un suceso del pasado.

La repercusión que espera con este trabajo son fundamentalmente dos cosas: volver a trabajar con el equipo con el que realizó los dos cortos anteriores y así “poder devolverles algo, trabajando de manera puramente profesional y remunerada”, y la segunda sería empezar su carrera como cineasta de manera profesional.

“Nuestro objetivo no es llegar a un gran público, sino que las personas que lo vean reflexionen y salgan un poco de la mecánica que se ha marcado como normativa dentro del cine. Queremos crear una propuesta no normativa dentro de lo cinematográfico. Y, ¿por qué no?”