Extremadura precisa de una revisión de sus espacios protegidos. Así ha quedado patente en las conclusiones del curso internacional desarrollado esta semana en la Universidad de Extremadura bajo el epígrafe 'Gestión de recursos hídricos y aprovechamiento turístico' al que han acudido expertos de diferentes campos medioambientales y también de ordenación del territorio. Su director, el profesor de geografía y ordenación territorial de la Uex a la vez que presidente del Patronato del Parque Nacional de Monfragüe, Julián Mora Aliseda, señala como una de sus conclusiones fundamentales es que "debe hacerse un estudio serio y riguroso que permita una delimitación científica de las áreas que deben ser protegidas".

En su opinión, con la catalogación de los territorios ZEPA (Zona de Especial Protección para las Aves y de singular relevancia para la conservación de la avifauna) y de los lugares LIC (Lugares de Importancia Comunitaria, ecosistemas protegidos con objeto de contribuir a garantizar la biodiversidad mediante la conservación de los hábitats naturales y de la fauna y flora silvestre) prácticamente no se puede hacer nada en Extremadura, --están incluidos 346 de los 388 municipios de la región--, lo que de algún modo está condicionando nuestro desarrollo regional en casos como el visto en este curso acerca del aprovechamiento de los recursos hídricos destinados a fines turísticos.

En Extremadura hay 71 zonas ZEPA, 17 de ellas en el entorno de embalses, lo que no deja de ser sorprendente a juicio de Mora Aliseda dado que no hay nada más artificial desde el punto de vista paisajístico que un pantano. Existen ejemplos como Holanda, un país en dimensión similar a Extremadura aunque con 17 millones de habitantes, que no tenido reparo alguno en proceder a la desclasificación de una zona ZEPA de más de 2.000 hectáreas para favorecer la ampliación del puerto de Róterdam. Aquí en Extremadura está protegido el 33% de su espacio de una u otra manera, lo que choca de frente con la situación de Portugal, por ejemplo, que no deja ser el mismo entorno, donde no se supera el 20%. Con un estudio científico en la mano, se podría demostrar medioambientalmente si el grado de protección actual es el adecuado o está sobredimensionado, y la vez poder presionar al gobierno central y de ahí a Europa a fin de favorecer un mínimo de desclasificación. De lo contrario, "a este paso nos quedamos de vergel de Europa y poco más", señala.

La Comunidad de Extremadura cuenta con unos 100 kilómetros de orilla de agua dulce embalsada, un lujo de interior que no está mínimamente explotado salvo varias excepciones pero de forma muy restrictiva. Frente a quienes defienden que los pantanos no fueron construidos para el ocio sino para fines agrícolas o de abastecimiento poblacional, Mora Aliseda contesta que las grandes catedrales tampoco fueron concebidas para atraer turistas y, sin embargo, este uso hoy día supone todo un atractivo para miles de personas y ciudades. Expertos en recursos hídricos, geografía y también turismo han concluido que para favorecer estos usos se precisa, además de las condiciones, de un cambio en la clasificación del espacio y el suelo, dado que toda zona de atracción turística debe contar con su correspondiente espacio dotacional y residencial alrededor y hoy por hoy esto es imposible en Extremadura. Es más, añaden que cuando se ha querido dar un paso como es el caso de Valdecañas, los inversores se han topado con una inseguridad jurídica por parte de la administración, acabando el caso en los tribunales.