Anuario 2022

...y detrás de las mascarillas, la realidad de siempre

De fondo, el cambio climático: las alertas por calor extremo se sucedieron este verano

Alumnos de un instituto en el primer día sin mascarillas.

Alumnos de un instituto en el primer día sin mascarillas. / SILVIA SÁNCHEZ FERNÁNDEZ

Rocío Sánchez Rodríguez

Rocío Sánchez Rodríguez

Y por fin le hemos podido dar la espalda al virus y recuperar aquella vida que aguardaba en el recuerdo. A veces la hemos abrazado con tantas ganas que ha rebosado.

2022 empezó con un aluvión de bajas laborales por la variante ómicron, que disparó los positivos. Pero la vacuna ya había cumplido su función y la vida no se paralizó. 

No obstante, había otra crisis esperando: la guerra en suelo europeo. La invasión de Ucrania por parte de Rusia nos metió en una nueva incertidumbre. España se volcó con la acogida de refugiados. Desde Extremadura hubo varias expediciones hacia la frontera de Polonia para recoger a familias desesperadas. «Me siento vacía por dentro, no sé qué me espera ahora», expresaba una joven nada más bajarse de una furgoneta en Cáceres. 

Las organizaciones feministas advirtieron de lo que ya había ocurrido con otros conflictos bélicos: la vulnerabilidad de las mujeres sin recursos. «Los prostíbulos se van a llenar de chicas ucranianas».

Esta guerra también abrió el debate de porqué a esos refugiados sí y a otros no. Como prueba no hacía falta irse muy lejos: la valla de Melilla. Hubo al menos 23 muertos en un intento de cruzar el puesto fronterizo con Melilla. Los cadáveres se amontonaban en el suelo. Ellos también buscaban una vida mejor.  

Esa invasión de Ucrania, que sigue dejando muertos e imágenes desoladoras, removió la economía europea. Pero la subida de los precios ya venía de atrás. Un IPC desbocado ha elevado el precio de la cesta de Navidad en un 17%. Las oenegés han pedido ayuda para poder atender a todas las familias, que cada vez son más.

La gasolina también se disparó y ahí sigue. Los transportistas se pusieron en pie de guerra y pararon el reparto. En la región algunas estanterías de supermercados se vaciaron, pero el revuelo no llegó a más.

Medidas como el descuento de 20 céntimos por litro de gasolina o diésel (que ya va a desaparecer) han sido solo parches. Y la picaresca siempre presente: solo en la comunidad 21 gasolineras fueron denunciadas por subir los precios.

La guerra en Europa también ha servido para defender la energía nuclear. ¿Estamos preparados para vivir solo de las renovables? Como respuesta, la propia Asamblea de Extremadura aprobó solicitar una ampliación de la vida útil de Almaraz, cuyo cierre está previsto entre 2027 y 2028. La central es una fuente de empleo para la comarca de Campo Arañuelo.

La gigafactoría

Es justo en esa zona donde está planteada la futura gigafactoría de baterías de litio. El proyecto, la gran apuesta para la industrialización de Extremadura, ha dejado sabor amargo varias veces.

Primero se peleó por la planta de Volkswagen, que se marchó a Sagunto (Valencia) porque allí hay más personal cualificado y salida al mar. Después llegó otra oportunidad: la iniciativa del grupo chino Envision y Acciona. Esta vez sí. Pero quedaba la segunda parte: el dinero que se esperaba del Gobierno. O lo que es lo mismo, las ayudas del famoso PERTE. Desde la Junta aseguraron estar convencidos de que la gigafactoría de Navalmoral estaría dentro de esas subvenciones. Se quedó fuera. Después insistieron en que se haría «sí o sí». Cierto que la multinacional ya ha iniciado los trámites, pero igualmente ha dejado claro que seguirá adelante solo si le llega alguna vía de financiación.

¿Y de donde saldrá el litio? Y aquí la mayor polémica de Extremadura de este año que acaba. Hay dos minas sobre el papel en la provincia cacereña. La de Cañaveral sigue a la espera del permiso de explotación. La de Cáceres acaba de recibir una resolución judicial que le pone más difícil lograr el permiso de investigación.

Es esta la que cuenta con el mayor rechazo social. Los promotores han enterrado el proyecto a cielo abierto y ahora apuestan por un yacimiento subterráneo, se han metido en el bolsillo al círculo empresarial cacereño y están presentes en otros ámbitos como el deportivo con el patrocinio del Cáceres de baloncesto. Parece que ahora el proyecto asusta menos, pero la aversión hacia una mina en las inmediaciones de una ciudad protegida por la Unesco es evidente, a veces incluso más desde fuera que desde dentro de Extremadura.

Valdecañas

Otro tema polémico: el derribo de Valdecañas. La Junta y los promotores han llegado hasta el Tribunal Constitucional para frenar la demolición, que costaría 145 millones. Objetivo: alargar los trámites judiciales el mayor tiempo posible. 

Otro, el macrovertedero que se planteó en Salvatierra de los Barros. Los vecinos no tardaron en salir a la calle: «La mierda no la quiere nadie», resumía uno de ellos.

El proyecto generó una crisis institucional que acabó con la dimisión del alcalde, acusado de esconder información. La paz social empezaba a debilitarse. 

Otra controversia más: la unión de Don Benito y Villanueva de la Serena no se celebró como se esperaba. Tampoco triunfaron los nombres elegidos por el comité de expertos: Mestas del Guadiana o Concordia del Guadiana. Al final se recurrió a lo práctico: la nueva ciudad será Vegas Altas.  

Y, cómo no, la polémica ‘reina’. Llegó el tren rápido, sí, pero sigue acumulando retrasos y averías. Y casi desde el primer viaje. Como símil: una demora de 40 minutos porque no había maquinista. Si no hay incidentes, la mejoría en el servicio es evidente, eso sí, a la espera de la electrificación. 

Y varias heridas que se arrastran, como la sanidad. Faltan especialistas y la Atención Primaria está saturada. El sector arrancará 2023 con amenaza de huelga.

También la pérdida de habitantes, que no se frena. La población, cada vez más envejecida, choca con la tecnología. Los mayores se sienten discriminados. La punta del iceberg: la falta de oficinas bancarias con personal que atienda en los pueblos.

Imane

Y la herida que no deja de sangrar: la violencia machista. A Imane la asesinó su pareja en Valencia de Alcántara. Ella había denunciado, había estado en la Casa de la Mujer de Cáceres, pero el sistema no supo protegerla. Ahora sus padres aguardan el largo proceso burocrático para poder llevarse a su nieto, de 15 meses, con ellos. El bebé permanece en un centro de menores.

De fondo, el cambio climático. Las alertas naranja y roja se sucedieron durante el verano por un calor extremo. La sequía vació los pantanos y los regadíos se quedaron sin agua.

Como se temía, llegaron los incendios forestales. Afectaron a Las Hurdes, a la Sierra de Gata y al entorno de Monfragüe.

Y, de repente, la otra cara de la moneda: la intensa lluvia a final de año, que llevó el caos a La Roca de la Sierra e inundó decenas de casas en Gévora. Las imágenes recordaban a la riada de Badajoz, de la que se cumplían 25 años.

La fuerza del agua también generó un enorme socavón en mitad de la carretera nacional que une Badajoz y Cáceres. Se evidenció de nuevo la necesidad de una autovía entre las dos capitales de provincia.

En 2022 nos hemos ido olvidando del covid (aunque ahora amenace otra vez desde China). Nos hemos podido quitar las mascarillas. Detrás de ellas, la realidad de siempre. 

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