Hemorragias, fuertes dolores, hinchazón abdominal, cansancio, ansiedad, infecciones, cefaleas, perforaciones de útero, pérdida de cabello... y dolor, sobre todo, dolor. Son los síntomas que han sufrido, y todavía padecen, más de 120 extremeñas que un día acudieron a la consulta del médico en busca de un método anticonceptivo definitivo y empezaron un calvario.

A todas les recomendaron implantarse Essure, un dispositivo intrauterino (con forma de un pequeño muelle) que bloqueaba las trompas de Falopio y evitaba la fecundación. Fue aprobado en España en el 2003, al Servicio Extremeño de Salud (SES) llegó en 2007, y prometía convertirse en un anticonceptivo revolucionario por su precio asequible, su fácil implantación y la ausencia, a priori, de efectos secundarios. Pero fue retirado del mercado en el 2017 tras haberse implantado ya a través del SES alrededor de 2.000 Essure en una década.

«Me lo recomendó el médico como alternativa a la ligadura de trompas tradicional y, vamos, que me vendieron la moto como a todas: ‘mira que esto es menos agresivo porque no requiere intervención quirúrgica, tiene menos contraindicaciones y no es tan doloroso como la ligadura’, Acepté sin rechistar y me lo colocaron en noviembre del 2012», recuerda Patricia Montero. Justo un año después comenzaron los problemas: hemorragias, dolores de cabeza, dolores en las extremidades, cansancio crónico, relaciones sexuales dolorosas y con sangrado, ardores vaginales, infecciones, colon irritable, ansiedad, estrés y hasta depresión. Y por más que acudía al médico, nadie sabía lo que le pasaba a Patricia. «Me tenían como una marioneta y un año y medio después el ginecólogo me dijo que todo estaba perfecto». Pero ella ya venía sospechando de que todos sus problemas de salud tenían un nombre: Essure. «Quería fuera de mí esos bichos y pedí que me los quitara. Lo consiguió cinco años después tras quejas, más quejas y sufrimiento. «Me operaron el pasado 5 de octubre». Le quitaron los muelles pero también fue necesario extraer el útero y las trompas de Falopio. «Llevo solo un mes y la mayoría de los síntomas han desaparecido, algunos se quedarán ya crónicos, pero estoy operada y feliz», cuenta.

El periplo de Patricia es muy similar al de otras tantas mujeres a las que Essure ha dejado marcadas de por vida. Tras años de peregrinaje por distintos médicos, incomprensión y «abandono» hallaron la respuesta a sus problemas gracias a colectivos como la Plataforma Libres de Essure que comenzó a tomar fuerza en España el 2015. «No me imaginaba que las cosas que me estaban pasando tenían que ver con el anticonceptivo hasta que un día vi una noticia en la televisión sobre un grupo de afectadas y mis síntomas coincidían», relata Gema Paz, de 43 años, otra de las extremeñas afectadas.

«Desde el primer momento que me lo puse, en el 2008, tuve molestias y se me empezó a caer el pelo. Me afectó muchísimo a la boca y todavía tengo secuelas. Me salían caries, tuve que hacerme varias endodoncias, sacarme más de una muela, hacerme un injerto de encía y hasta limarme los dientes porque no podía cerrar bien la boca. Mi dentista no se lo explicaba», prosigue. Entre otros problemas, también desarrolló alergia al níquel, uno de los metales que contiene Essure, así que no le costó mucho que le quitaran los dos muelles. Tras casi dos años en lista de espera, en diciembre del 2017 llegó la ansiada operación para retirar los muelles pero «me costó perder las trompas y el útero».

MUTILACIÓN / Es el alto precio que también ha tenido que pagar Ana Rodríguez y después de mucho batallar. «Mis problemas comenzaron el mismo día que me implantaron Essure en 2011, al llegar a casa noté que el párpado del ojo izquierdo estaba caído». Ahí empezaron las consultas al médico y el rosario de males: reglas muy doloridas, insomnio, intolerancia a la lactosa... y fuertes ataques de ansiedad. También la desesperación y la incompresión: «Cada vez que acudía al médico con una crisis me preguntaban si tenía problemas en casa o con mi marido, me hacían sentir incómoda». Y para su ginecólogo todo estaba siempre bien. «Me decía que algunas cosas que me pasaban eran por la edad, que estaba en fase de premenopausia e incluso llegó sugerirme que fuera al psicólogo. Ese día salí llorando de la consulta», recuerda.

Con 47 años se acostumbró a vivir con el dolor y la incomprensión y comenzó a refugiarse en la pintura y en la música, en su querido Luis Miguel -«soy fan incondicional desde los 15 años»-, para poder evadirse de sus problemas de salud. Y así pasó varios años hasta que en 2016 empezó su lucha tras conocer a otras afectadas. «En el hospital nunca achacaron mis problemas a Essure, pero gracias a Almudena, una chica de Plasencia, y a mi médico de cabecera, que tuvo que investigar sobre este anticonceptivo, comencé a realizarme pruebas y a poner reclamaciones. Me detectaron alergia a varios metales y, por fin, en noviembre del 2016 entré en quirófano. La mejoría fue inmediata y el párpado volvió a la normalidad. Me quedan secuelas pero he recuperado la ilusión y las ganas de vivir. Vuelvo a ser yo».

Y conseguirlo les ha costado años de sufrimiento y mutilaciones, pero el tiempo les ha dado la razón. La primera batalla ganada llegó hace un año, el día que la farmacéutica Bayer retiró del mercado europeo Essure, aunque lo hizo -dijo- por motivos estrictamente comerciales. La segunda victoria fue hace pocas semanas, aunque llega tarde para muchas. Después de años de reclamaciones, el Ministerio de Sanidad publicó en octubre un protocolo para que los médicos sepan identificar los síntomas adversos del implante y cómo actuar para evitar daños mayores. Han contado para su elaboración con testimonios de afectadas y con la Sociedad Española de Ginecología, que cifra en un 6% las mujeres con Essure que acaban sufriendo problemas, aunque la plataforma considera que son más.

LA LUCHA CONTINÚA / «Estamos contentas con esta guía porque es un gran paso, sobre todo por el compromiso de que llegue a todos los centros, incluida la Atención Primaria, ya que es el primer eslabón del camino y hasta ahora eran grandes desconocedores de Essure y de sus posibles efectos adversos, pero todavía nos queda mucha lucha», explica Marisa Peralta, la portavoz de Libres de Essure en Extremadura, formada por 125 mujeres de las que 44 han tenido que ser operadas y la mayoría ha sufrido la extirpación de las trompas y el útero. «Hay varias que además han tenido que volver a entrar en quirófano porque tenían restos del anticonceptivo todavía en sus cuerpos y la mayoría no ha pasado siquiera revisión postoperatoria porque han sido consultas en las que se han limitado a ver la cicatriz externa y dar el alta. Queremos que esto también cambie».

«Hasta ahora nadie achacaba nuestros problemas al Essure, se creían que estábamos chifladas, locas», insiste. Y bien lo sabe Laura Olmo, de Casas del Monte, otra de las afectadas: «Los médicos me hacían sentir una persona rara porque me pasaban cosas que no tenían sentido». Por eso, desde la plataforma reclaman también que se asuman responsabilidades por los años de desidia y sufrimiento que no terminan con la retirada del anticonceptivo. «Los Essure han lesionado y deteriorado mi organismo. Si no se recuperan los tejidos de la cavidad pélvica que tengo dañados volveré a recaer como otras tantas veces», dice Laura. Y eso le supone compresión del nervio ciático y músculos y tendones atrofiados, deformados e inflamados. O sea, dolores insoportables. «Los traumatólogos no saben qué hacer, no habían visto unas lesiones así, no comprenden cómo me ha podido suceder y descartan una operación porque el riesgo de quedar en silla de ruedas sería muy alto. Y el desconocimiento de las secuelas por parte de los médicos solo ha servido para agravar unas lesiones que, de haber sido diagnosticadas y tratadas bien a tiempo, no habrían sido una tortura», explica.

A Laura le bastaron siete meses para que Essure la llevara al límite. «Me destrozó por dentro y casi me destroza la vida». Llegó a tomar opiáceos para aliviar los dolores y un ginecólogo decidió retirarle el anticonceptivo. Acabaron determinando que era alérgica al niquel y al cobalto. «Intuía que tendrían que quitarme las trompas, pero jamás imaginé que también sería el útero. Me costó mucho aceptar y asumir esa mutilación». Pero sus problemas no terminaron con la cirugía. «Essure desapareció de mi vida pero sus consecuencias seis años después han sido y son terribles», cuenta. «He vivido la impotencia de no saber dónde acudir, de no querer volver al hospital por no escuchar que me quejaba de una ciática o un lumbago, de la incredulidad de amigos y familiares que pensaban que era una quejica o que le echaba cuento y, sobre todo, la impotencia de no haber sido escuchada nunca por los médicos. Todos insistían en que mis dolores provenían de la espalda». Tras seis años de «auténtico calvario y sufrimiento», logró que un traumatólogo le hiciera varias pruebas determinantes. «Y ahora todo son caras de compasión y alguno incluso me ha pedido perdón».

Por eso la última victoria contra Essure no es todo lo dulce que podría ser. La platafoma quiere que se realicen controles y seguimientos exhaustivos a las mujeres que presenten reacciones adversas y que Bayer, el laboratorio que ha comercializado Essure, reconozca los daños causados. Ellos tienen que asumir su parte de culpa; los estudios por los que se aprobó este método no están claros y eso ha causado mucho sufrimiento», concluye Marisa. Varias extremeñas ya han acudido a la vía judicial.