«En las últimas semanas nos han escrito al menos dos familias que tienen interés en venirse a vivir al pueblo, seguramente ya tendrían la pretensión desde hace tiempo, pero ahora con la pandemia han reforzado su idea», cuenta Gabriel Moreno, secretario de la Asociación para el Fomento Económico y Social de Valencia de Alcántara (Afesval). Este colectivo acaba de lanzar una campaña en busca de nuevos vecinos para toda la comarca aprovechando la experiencia del confinamiento y la expansión del teletrabajo. «Lo que pretendemos es poner en valor la vida en el medio rural sobre todo ahora en las circunstancias actuales en la que se han puesto de manifiesto las carencias y las condiciones de habitabilidad en las grandes ciudades y la pertinencia de vivir en zonas con menor concentración de población y más pequeñas para afrontar situaciones como las que hemos vivido», añade Moreno. Y con esta idea han creado varios vídeos -de momento se ha publicado uno «con mucho éxito» en las redes- y han elaborado un informe con las ventajas (un menor precio de la vivienda, la llegada de la fibra óptica, zonas verdes...) de cambiar la ciudad por un pueblo como Valencia de Alcántara, que supera los 5.000 habitantes. Con esta iniciativa buscan también acabar con la idea preconcebida de pueblo. «Es que la vida en el medio rural está lejos de ser la vida que a veces nos quieren vender de una aldea con cuatro personas y rodeados de animales, como Heidi. En municipios como Valencia de Alcántara estamos hablando de una vida prácticamente urbana con las virtudes que ofrece vivir en una zona rural. Es un buen momento para cambiar esa visión». Y también, opina, por qué no para intentar cambiar el modelo territorial español: «es un disparate tener la mayor parte del país abandonado y la población hiperconcentrada en unas cuantas grandes ciudades».

La realidad es que la pandemia ha castigado especialmente a las urbes y que el confinamiento parece más liviano en los entornos rurales, donde la mayor parte de la población tiene casas más espaciosas, con patios y el campo prácticamente en la puerta. Sin embargo, el sociólogo Santiago Cambero no cree que esta experiencia vaya a generar mucho movimiento de la urbe al pueblo. «Seguramente que durante el confinamiento muchas personas se habrán acordado de la casa de sus padres en cualquier pueblo extremeño o se han sentido atraídos por el hecho de tener la experiencia del medio rural, mucho más bucólico que vivir en una gran urbe, pero me parece que no será una tendencia social ni mucho menos la solución al problema de despoblamiento que tenemos en Extremadura», señala Santiago Cambero, sociólogo y profesor de la Universidad de Extremadura.

A su juicio, puede haber familias que puntualmente se animen a cambiar su forma de vida y trasladarse a entornos rurales, pero eso es un fenómeno estudiado que va más allá de una crisis sanitaria como la que estamos viviendo. «Es lo que llamamos neorrurales, personas que deciden dejar su trabajo o adentrarse en el teletrabajo desde un espacio natural. Eso es algo muy puntual, pero no creo que haya un revival de neorrurales en este momento».

Entre otras cosas porque, apunta el sociólogo, el ser humano «tiene un cerebro que le permite olvidar aquello que le ha producido dolor de una manera mucho más rápida que lo que le produce placer». Y en el caso extremeño entra en juego otra cuestión: las ciudades de la región no son grandes urbes alejadas de los espacios rurales y atraer a pobladores de otras comunidades es más complicado, ya que «significa romper el sentimiento de pertenencia y el arraigo familiar y social de las personas».

Incertidumbre

Cambiar la ciudad por el pueblo tampoco es una tendencia que estén apreciando en el sector inmobiliario por el momento, aunque sí un mayor interés en segundas residencias en entornos naturales. «No estamos notando más interés por trasladarse a las zonas rurales, especialmente porque lo que hay es miedo y mucha incertidumbre y Extremadura no ofrece las mayores garantías ahora mismo. No obstante, sí es cierto que apreciamos un leve repunte en la búsqueda de segundas residencias en entornos rurales, pero eso no implica que la gente se quiera ir a vivir ahí», indica Francisco Marroquín, presidente del Colegio de Agentes de la Propiedad Inmobiliaria de Cáceres.

Y entre las iniciativas que hay en marcha para luchar contra la España Vaciada tampoco ven mucho movimiento por el momento, aunque en lo que va de año sí han crecido las consultas. Desde el Centro de Desarrollo Rural Cerujovi, con sede en Vivares, llevan tiempo gestionando para toda la región una iniciativa que desarrolla la Confederación de Centros de Desarrollo Rural (Coceder) a nivel estatal. Se llama ‘Volver al Pueblo’ y supone una especie de escaparate para poner en contacto a gente que esté pensando en instalarse en el medio rural con el pueblo que se ajuste a sus necesidades y ofrezca algún recurso. «Durante el año pasado contactaron con nosotros 25 personas, las mismas que en lo que llevamos de 2020», explica Raúl Pascual, técnico de Cerujovi encargado del proyecto.

Desde su punto de vista, más que por la experiencia de lo que ha supuesto la pandemia, considera que lo que puede incentivar el éxodo rural es una de sus consecuencias: la crisis económica. «Hay gente en ERTE o que se ha quedado sin trabajo y se plantea mudarse al medio rural para buscar una economía un poco más asequible. En torno al 70% de los que nos llaman están dispuestos a venirse a un pueblo por temas económicos y el 30% por la calidad de vida». El problema, dice, es que no hay mucho trabajo para ofrecer en estos entornor y tampoco suelen encontrar siempre alquileres asequibles ni buena conexión a internet. «La gente llama preguntando por empleo o recursos que puedan sacar algún rédito, como algún negocio cerrado o parcelas, eso es lo que suele tener más éxito. Ahora mismo estamos en negociación con una señora de Lanzarote que quiere venirse a reabrir un bar en Casas de Miravete. A ver si sale».